Secciones
Servicios
Destacamos
pascual perea
Viernes, 8 de noviembre 2019, 08:29
Corren tiempos difíciles para los negocios tradicionales. Amazon atenaza al pequeño comercio, Spotify ha convertido las tiendas de discos en rarezas dedicadas al vintage y el vinilo, la televisión por cable está vaciando los cines y el Círculo de Lectores, una venerable institución española sin parangón en el mundo, acaba de fallecer a los 57 años de edad y tras una larga enfermedad. Este periódico hizo público ayer su certificado de defunción. Dice la canción que el vídeo mató a la estrella de la radio; al Círculo de Lectores le dieron la puntilla el libro electrónico, Internet y los nuevos hábitos de ocio de los españoles. Su epitafio dirá que contribuyó como nadie a asentar el hábito de lectura en España rompiendo barreras geográficas y sociales, que descubrió a nuevas promesas literarias y popularizó a los escritories consagrados, que canalizó el tránsito de la fotonovela al 'best seller'.
Su historia comenzó a gestarse poco después de la II Guerra Mundial, cuando Reinhard Mohn, presidente del poderoso grupo editorial alemán Bertelsmann, se encontró en la feria del libro de Fráncfort con José Esteve Quintana, fundador de la editorial Vergara de Barcelona. Mohn le habló del club de lectores Bertelsmann Leserring, que acababan de poner en marcha en su país, y le propuso trasladar a España la fórmula. Esteve Quintana aceptó el envite, con una particularidad: a diferencia de la casa madre alemana, donde la relación con los clientes se gestionaba a través de una cadena de tiendas propias y de la venta por catálogo, en el caso español se creó una red comercial y de distribución por medio de agentes.
5.000 agentes a tiempo parcial, distribuidos por toda España, conformaban en sus años dorados la red comercial del Círculo de Lectores, una fórmula pionera.
1.400.000 socios llegó a contabilizar el club en 1996, el momento de su máxima expansión.
La idea obtuvo un éxito insospechado en un país en vías de desarrollo donde el analfabetismo aún condenaba a amplias capas de la población, especialmente en el ámbito rural. El franquismo gobernaba con mano de hierro, pero la larga posguerra empezaba a quedar atrás, el campesinado se trasladaba en masa a los extrarradios de las grandes ciudades y el 'seiscientos' conquistaba las bacheadas carreteras. Con las clases medias emergentes, el Círculo se fue ampliando.
«En unos años bastante oscuros, promocionó la lectura como nadie al conectar con millones de lectores en los sitios más diversos de nuestra geografía –destacaba hace unos años en este periódico Antonia Kerrigan, agente literaria de Carlos Ruiz Zafón y Javier Sierra, dos pesos pesados de las letras españolas con presencia habitual en el catálogo de este club–. La labor de llevar los libros a las puertas de muchas personas que jamás se hubieran atrevido a entrar en una librería ha sido más que loable».
Un círculo de confianza
La cartera de socios, en sintonía con lo innovador de aquella fórmula, creció muy rápidamente en los años sesenta y posteriores, hasta alcanzar su techo en 1996, cuando su cifra se situó en 1.400.000. Su triunfo fue convertirse en un círculo de confianza para millones de lectores. El arma secreta que le permitió abrir todas las puertas, meterse en todas las casas y conquistar todas las estanterías del país fue su red de agentes. Vecinos normales y corrientes, con sus trabajos y ocupaciones cotidianas, que en sus horas libres, a menudo al terminar sus jornadas laborales, se ganaban un sobresueldo actuando como enlaces para su amplísima red de contactos. «Es nuestro activo más precioso, con permiso de los clientes –presumía en 2012, ya en pleno declive, Eduardo Menal, entonces director de Marketing y Desarrollo de Negocio de la empresa–. No hay nadie en España que cuente con una red comercial tan extensa y repartida por prácticamente todo el país, con un nivel de confianza con los clientes tan alto que les abren las puertas de sus casas».
antonia kerrigan, agente literaria
Llegaron a ser más de 5.000, distribuidos por ciudades y pueblos de toda la geografía nacional. Contratados bajo la figura de colaboradores comerciales a tiempo parcial, su perfil era el de un hombre o mujer –en proporciones similares– de mediana edad, a menudo funcionario –había entre ellos policías, empleados de Correos, maestros...– o ama de casa. Personas aficionadas a la lectura y que gestionaban una cartera de entre 160 y 180 clientes en sus propios barrios.
Su catálogo, cuyo primer número apareció ilustrado con un arlequín de Picasso, respondía a esa filosofía de llegar a todos los hogares, con un amplio abanico de ofertas destinadas a hombres, mujeres, niños, jóvenes y viejos:novela policíaca, romántica, histórica, obra literaria clásica, poesía, literatura infantil y juvenil... Y en no ficción, todo tipo de temas: desde libros de divulgación a recetarios de cocina, sin despreciar las guías de belleza y cuidado de salud o del hogar, los textos de autoayuda... Con el tiempo, el Círculo se abrió a nuevos formatos para ofrecer música y películas a través de cedés y DVD, incorporó a su catálogo productos de cosmética, menage de hogar, una amplia sección de juguetería...
Hasta que llegó internet. «Crecer con el modelo clásico, el de los agentes, ya no es fácil –admitía Menal–. Los hábitos de los españoles han cambiado y ya no es tan fácil encontrar a la gente en casa. Además, hay nuevas generaciones habituadas a comprar por Internet a las que será difícil atraer con un modelo como el nuestro». Editorial Planeta entró en el accionariado hace una década y pronto se hizo con el timón, pero no pudo llevar a buen puerto la singladura de un buque con profundas vías de agua. Lo intentaron todo: un club de lectura por Internet bautizado como booquo.com, aplicaciones para móviles y otros nuevos canales..., pero la piratería y una competencia despiadada desbarataban cada uno de sus intentos de llegar a las nuevas formas de leer. El miércoles, los últimos agentes que quedaban a bordo recibieron el envío postrero de la editorial, que bien podría titularse 'crónica de una muerte anunciada'. Un sucinto burofax confirmaba lo que hacía años temían. El Círculo se cierra para siempre.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.