«En el mar no soy la ciega»
Carmen López ha sido la primera española en participar en un Mundial de Surf Adaptado. «Fuera del agua, la gente tiende a fijarse en la discapacidad»
SUSANA ZAMORA
Viernes, 19 de julio 2019, 11:31
No puede ver el mar, pero sí sentirlo. «En él encuentro la calma», asegura Carmen López (Oviedo, 1997). Nació con un glaucoma congénito, pero su discapacidad visual no le ha impedido hacer historia. Desde el otro lado del teléfono, transmite positividad y buena energía. En menos de un año, ha ganado un Campeonato de España, ha quedado subcampeona de Europa y se ha colgado la medalla de cobre por su cuarto puesto en el Mundial de Surf Adaptado, una competición que nunca había registrado representación española femenina. Ella le resta importancia, pero reconoce estar muy orgullosa. «Sentí la misma alegría que si me hubieran dado un millón de euros», recuerda.
–¿Cómo se imagina el mar?
–Tiro de recuerdos, de cuando aún veía los colores, hasta los siete años, y distinguía la espuma del mar. En general, no me gusta la playa ni el calor, y mucho menos la arena; me da grima. Si voy, tengo que encontrarle un sentido, ya sea nadando o haciendo algo en el agua. Allí me siento tranquila, no tengo miedo a nada; podría quedarme a vivir allí.
–¿Prefiere surfista o surfera?
–Me da igual. Pero, si tengo que elegir, mejor surfista.
–En cualquier caso, suena muy 'cool'...
–Bueno, yo lo vivo a mi manera. No me identifico con esa imagen pija del surfero; soy una persona muy normal.
–¿Qué le da el mar que no encuentra tierra adentro?
–Naturalidad. En el mar, siento que se me trata como a cualquier otra persona que esté surfeando. Sin embargo, fuera del agua uno tiende a fijarse en la discapacidad. En el agua soy Carmen; y fuera, la ciega que surfea. Esa es la diferencia.
–¿Recuerda su primera ola?
–Sí, perfectamente. Me encontraba con mi primer entrenador y me dijo: 'No te preocupes si en la primera ola no te pones de pie, porque es un deporte difícil'. Pero lo conseguí a la primera y flipamos los dos. ¡Fue increíble!
Personal
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El origen de todo. Carmen se subió por primera vez a una tabla en 2013, en el transcurso de unas jornadas de surf solidario en la playa de San Lorenzo (Gijón).
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Estudios. No sabe si podrá vivir de este deporte, por eso seguirá compaginando la competición con sus estudios de Integración Social, un ciclo formativo de Grado Superior.
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Ceguera. Nació con un glaucoma congénito y hasta los siete años pudo percibir los colores. Luego perdió la visión por completo.
–Ha practicado equitación, patinaje, tiro con arco..., hasta se ha movido en bici por el pueblecito leonés de Barrios de Luna. Usted no conoce límites...
–Mis límites están supeditados a mi coordinación, porque probé el snowboard y se me daba muy bien, pero lo intenté con el esquí y estuve más tiempo en el suelo que esquiando. Por tanto, no creo que nadie tenga que poner límites a los demás; si acaso, nos los tenemos que poner nosotros. Yo me dije un día: tengo que montar en bici. Y monto en bici, en patines y en lo que haga falta. Conozco bien los recorridos y, por suerte, tengo una compañera increíble que siempre me acompaña a donde vaya.
–En el surf se pasa frío; en ocasiones se siente impotencia, también impaciencia, porque parece no llegar nunca una buena ola; y frustración cuando no sale el giro perfecto... ¿Por qué mola tanto surfear?
–Frío no se pasa si vas con un buen traje. Sí puedes sentirte impaciente, y la frustración es una forma más de aprender. Sin embargo, nada de eso es suficiente para decir que el surf es negativo, o que muchas veces sale mal. Cada día es diferente, no hay dos olas iguales, ni uno está igual todos los días. El surf es emoción. Puedes tener una mala ola, pero cuando coges una brutal..., buff, eso mola mucho.
Un falso tiburón
–¿Cómo se surfea a ciegas?
–Como cualquier otra persona, solo que necesitas a alguien que te diga lo que no puedes ver. Los movimientos, la tabla, todo es lo mismo, salvo que te acompañan y te van diciendo qué ola coger o para dónde tienes que ir. Desde ese punto de vista, es surfear con un poco de ventaja.
–Su entrenador es sus ojos en el mar, pero, a distancia y con el ruido del oleaje, ¿nunca ha sufrido malos entendidos?
–Sí, sí, recientemente. Fue lo más absurdo y divertido a la vez. Cogí una ola bastante larga y ya había llegado a la orilla. Él, desde atrás, me gritó: '¡Vaya olón!'. Pero, con el viento y el oleaje, yo entendí: '¡Un tiburón!'. Eché a correr con la tabla atada al pie, mientras él me miraba sorprendido. Cuando le expliqué que no podía quedarme dentro con el tiburón, se echó a reír. Aún lo recordamos.
–¿Cómo le guía?
–Siempre va a mi lado, dándome instrucciones, y me avisa cuando tengo que coger la ola. Al hacerlo, como ya no voy a poder escucharle, me silba para saber si tengo que ir a la derecha (un silbido) o a la izquierda(dos). Es fácil de recordar y habitualmente no falla.
–Ser la primera española invidente en participar en un Mundial de Surf es un gran logro personal, pero además sirve para lanzar un mensaje muy importante a la sociedad...
–Estoy encantada de haber abierto camino y espero que sirva para algo. Me siento muy orgullosa de haber llegado hasta aquí; aquella medalla de cobre me supo a oro.
–Cuando escucha que la brasileña Maya Gebeira ha entrado en el libro Guinness por surfear una ola de más de 20 metros, ¿qué le pasa por la cabeza?
–Me sorprende el valor que tiene la gente.
–¿Qué le dice entonces el nombre de Nazaret, con sus olas gigantes?
–Me da un respeto brutal. Yo no iría a Nazaret a surfear ni loca, ni aunque me pagasen millones.
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