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Cuarenta mil árboles y un millón de plantas de cien especies convivirán con los habitantes de la Ciudad Forestal de Liuzhou. Estudio Boeri
China explora la jungla

China explora la jungla

El arquitecto italiano Stefano Boeri diseña una ciudad vegetal en el país más contaminante del mundo, ahora volcado en el respeto medioambiental

Domingo, 22 de septiembre 2019, 15:47

China es el país que más contamina del mundo. Emite unos nueve millones de toneladas de CO2 al año. Pero también el que más está haciendo para evitarlo. Construir una 'civilización ecológica' se ha convertido en una prioridad nacional, y los resultados ya saltan a la vista. Ciudades en las que antes el aire resultaba irrespirable, como Pekín o Shanghái, ahora han multiplicado el número de días en los que la contaminación es aceptable. El sol vuelve a brillar en un cielo azul, y las mascarillas han dejado de ser un complemento vital.

La industria más contaminante ha comenzado a echar el cierre, y las viejas centrales de carbón están siendo sustituidas por modernas instalaciones, mucho más eficientes. A su vez, la apuesta del país más poblado del mundo por las energías renovables no puede ser más decidida: el año pasado, China alcanzó los 728 gigavatios de potencia instalada –suma de las energías eólica, solar, hidroeléctrica y de biomasa–, lo cual supone un 38% del total y un 12% más que en 2017.

Es una transformación que se ve claramente desde el aire: allí donde antes solo había montañas peladas, ahora crecen bosques de aerogeneradores que también van conquistando el mar; y terrenos antes yermos se han convertido en atracciones turísticas gracias a las granjas solares que se han levantado con formas curiosas, como la de un oso panda. «Ningún país está en mejor posición para convertirse en la gran superpotencia de las energías renovables que China», sentenció hace unos meses la Comisión Global para la Geopolítica de la Transformación Energética en un informe en el que se destaca que el país atesora 150.000 patentes relacionadas con las energías limpias, un 29% del total y muchas más que el segundo clasificado, Estados Unidos, que suma poco más de 100.000.

Cabecera

  • 70 Edificios comprende el proyecto de ciudad-bosque que Stefano Boeri presentó en 2015 en la Cumbre del Clima de París como un arma tanto para combatir la contaminación y el cambio climático como para aumentar la biodiversidad de las urbes.

  • Proyectos ambiciosos. China, el país con la mayor migración urbana del mundo, se ha convertido en el territorio más apropiado para la experimentación urbana de Boeri, que ha planeado diferentes ciudades-bosque por todo el país.

Este súbito vuelco verde, nacido de una necesidad imperiosa, también está transformando las ciudades. El gigante asiático se ha propuesto sustituir el transporte público de combustión por alternativas limpias como el eléctrico o el de hidrógeno, y la arquitectura se ha propuesto sumar su grano de arena. Los nuevos proyectos urbanísticos comienzan a tener la sostenibilidad en cuenta. Buen ejemplo de ello es el bosque vertical que el italiano Stefano Boeri construye en Nanjing. Las fachadas de sus dos torres están cubiertas por 800 árboles de 27 especies autóctonas y 2.500 plantas que caen en cascada, y el impacto que tienen en el medio ambiente es notable: la cubierta vegetal absorbe 18 toneladas de CO2 al año y produce 16,5 toneladas de oxígeno.

Boeri ya se ha adjudicado proyectos para edificios similares en media docena de ciudades chinas, incluidas megalópolis de la talla de Chongqing o Shanghái. Pero ningún lugar ha ido tan lejos en su empeño por reducir la huella medioambiental como Liuzhou, una prefectura muy industrial de la provincia sureña de Guangxi en la que viven casi cuatro millones de personas. Allí, las autoridades no han encargado un edificio a Boeri; le han pedido setenta.

El plan urbanístico, aprobado en 2017, contempla la construcción de un pueblo ecológico en 175 hectáreas a lo largo del río Liujiang para que 30.000 personas vivan sin dañar el planeta. Según los cálculos del estudio italiano, los edificios y sus alrededores estarán cubiertos por 40.000 árboles y un millón de plantas de más de cien especies. El efecto combinado favorecerá también a los habitantes del resto de la prefectura, porque su saldo medioambiental será positivo: la Ciudad Forestal de Liuzhou absorberá 10.000 toneladas de CO2 y 57 toneladas de partículas contaminantes al año, y producirá unas 900 toneladas de oxígeno.

Apuesta al verde

Boeri plantea un futuro opuesto al de 'Blade Runner'. El arquitecto italiano huye de apocalípticas urbes dominadas por el hormigón y propone ciudades cubiertas por un manto verde, reminiscentes de las ruinas de antiguas civilizaciones como la de Angkor, en Camboya, que permaneció siglos protegida por una densa jungla. «Las ciudades producen en torno al 70% de las emisiones de dióxido de carbono, principal causa del efecto invernadero, mientras que los bosques y los océanos son los principales enemigos del CO2, ya que absorben aproximadamente el 35% de las emisiones. Crear bosques en las ciudades, o ciudades-bosque, nos permite combatir las emisiones en su propio terreno y transformar el dióxido de carbono en fertilizante para las propias plantas», explicó Boeri a Lifegate.

«En China, cada año 14 millones de personas migran del campo a la ciudad, donde el problema de la contaminación es muy relevante. El Gobierno ha decidido hacer frente a este fenómeno construyendo ciudades más pequeñas y, en el caso de Liuzhou, 100% verdes», añadió el arquitecto. Su proyecto será la culminación de una transformación urbana sin precedentes, porque, hace solo una década, la prefectura era conocida como la 'capital de la lluvia ácida'. No en vano, el agua que caía del cielo llegó a tener un PH inferior a cuatro. Incluso la prensa oficial china reconoció que las enfermedades respiratorias en la localidad se habían disparado por esta causa.

El primer paso en el proceso de limpieza de Liuzhou se dio en 2005, cuando el Gobierno, con el apoyo del Banco Mundial, puso en marcha un ambicioso plan de 200 millones de euros para incrementar del 15% al 75% el tratamiento de aguas residuales vertidas al río Liujiang. Aquel objetivo se alcanzó en 2011, y tres años más tarde el diario oficial 'China Daily' publicó un reportaje en el que explicaba cómo el cierre de empresas contaminantes, sumado a la adopción de tecnologías avanzadas en la lucha contra la polución, habían logrado que el número de días en los que la calidad del aire en Liuzhou resultaba aceptable se incrementase a 29 al año. Ahora, son más de cien. Y la meta es que, cuando la ciudad-bosque de Boeri sea una realidad, la contaminación sea la excepción y no la regla. Si tiene éxito, muchas otras ciudades chinas tomarán nota.

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