Teresa Lázaro, dermatóloga
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Teresa Lázaro, dermatóloga
«Todos los cánceres de piel están relacionados con la exposición al sol»Con la llegada del verano, el buen tiempo y las largas tardes soleadas, salir a tumbarse y tomar el sol en la piscina, la terraza (o mejor aún, en la playa) son algunos planes ideales para muchos. Sin embargo, a menudo se obvia el hecho ... de que tomar el sol es una práctica que conlleva riesgos y, por tanto, exige considerar diferentes precauciones.
Teresa E. Lázaro es médica especialista en Dermatología en el Centro Médico Dermatológico Santa Teresa de Valladolid. Afirma que, a pesar de que al ser humano le beneficia estar al sol, ya que el organismo lo necesita por razones muy variadas, en los meses de verano se deben tomar precauciones especiales al realizar esta actividad, especialmente entre abril y septiembre. «Se debe evitar estar al sol entre las 12:00 y las 16:00 horas, es decir, los periodos centrales del día, que es cuando el sol puede hacer más daño de forma inevitable». Ante esto, no existen medidas que puedan evitar los daños, ya que ni fotoprotección, ni ropa ni sombreros son absolutamente eficaces.
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Por este motivo, tal y como afirma la doctora Lázaro, «es importante cambiar la percepción que existe sobre el término 'tomar el sol', algo que puede ser muy dañino». Sin embargo, esto es algo que no es comprensible por algunas personas ya que «se trata de una forma de vida para mucha gente, por ejemplo, los profesionales del sector turístico», añade.
Teresa E. Lázaro
Dermatóloga
Lo cierto es que esta actividad es una práctica no exenta de riesgos: «Existen daños tanto en el corto como en el largo plazo». De hecho, basta con estar unos minutos al sol sin protección en las horas centrales del día para comenzar a percibir quemaduras en la piel. «Desde las primeras semanas de verano, atiendo casos de quemaduras cada día», afirma la profesional.
Por otro lado, también existen efectos en el largo plazo, como la inmunodepresión: «Esto puede afectar especialmente a aquellas personas que sufran algún otro tipo de enfermedad, la cual se podrá agravar con una exposición intensa al sol». Sin embargo, la peor de las consecuencias es el cáncer de piel, algo más habitual de lo que se puede pensar. «Las cifras son bastante importantes. De hecho, todos los cánceres de piel están relacionados con la exposición al sol, siendo los principales el melanoma y los carcinomas basocelular o espinocelular, entre otros».
Teresa también menciona ciertos casos en su consulta: «Estamos viendo cánceres de piel en personas de a partir de 80 años relacionados con exposiciones al sol. En algunos, de hecho, se trata de gente que no suele tomar el sol de forma irresponsable, simplemente les ha dado el sol al caminar por la calle estando calvas».
No obstante, el cáncer de piel no es una condición exclusiva de aquellas personas de avanzada edad, ya que «se puede dar en adolescentes, aunque lo más habitual es que esta condición comience a partir de los 60, 70 o incluso 80 años, aunque hay diferentes tipos de cánceres de piel con intensidades muy variadas».
En la actualidad existen cremas con factores de protección solar (FPS) muy variados, con niveles bajos (6-10), medios (15-25) o altos (30-50). En algunos casos, este número que figura en el envase puede llegar hasta cifras superiores al 50, a menudo hasta «factor de protección solar 100», pero ¿realmente este tipo de fotoprotección es más eficaz?
Ante esto, Teresa Lázaro recomienda usar las cremas de protección 30 o 50, ya que «estas cremas deben ser aplicadas unos 20 minutos antes de la exposición al sol, necesitan reponerse cada dos horas y la cantidad adecuada debe ser de unos dos milímetros por centímetro cuadrado». Sin embargo, «casi nadie sigue estas indicaciones, por lo que recomiendo el uso de aquellas cremas de FPS 50».
En lo que a aquellas con una supuesta mayor cantidad de protección se refiere, la doctora Lázaro es contundente: «No existe protección por encima de 50». A este respecto, es recomendable «ir más allá de la cifra que indica el factor de protección». «El consumidor debería fijarse en la letra pequeña en la que se especifican más datos, como el tipo de radiación ultravioleta de la que protege, infrarrojo, luz visible… No todas las cremas fotoprotectoras son iguales».
Además, Teresa recomienda adquirir estos últimos tipos de cremas (con características adicionales) en farmacia o parafarmacia, con el fin de que se garantice un control sanitario -algo especialmente relevante para aquellas personas que presenten ciertos problemas de salud o busquen una protección adicional-.
Teresa Lázaro, además, especifica que existen dos tipos de protectores solares: físicos y químicos.
Los físicos (también denominados «minerales») son aquellos que reflejan la luz. Pueden ser especialmente aconsejables para niños y personas con problemas en la piel. Sin embargo, «al proporcionar esta protección adicional, las personas, lógicamente, no se quedan morenas con facilidad».
Los químicos, en cambio, son los más extendidos, al ser los usados por la mayoría de los adultos. Su función se basa en provocar una reacción química en la piel que impide que el sol provoque daños.
A pesar de que no existen diferencias -en lo que a medidas de seguridad se refiere- entre tomar el sol en la playa o en la piscina, «es necesario asegurarse en estos casos de que las cremas protectoras son resistentes al agua». «Incluso en ocasiones podría llegar a ser necesario bañarse con neopreno o similares ante exposiciones más intensas».
Además, recomienda vigilar aquellos sistemas de protección, como sombrillas, que «pueden ser realmente ineficaces». «Aunque parezca que no, el tamaño de la sombrilla y los materiales que la componen son aspectos muy determinantes». Algo similar ocurre con las prendas de ropa, que ya comienzan a incorporar factor de protección solar.
Accesorios como las gorras también pueden ser excelentes medidas de protección, sin embargo, «es necesario vigilar aquellas partes del cuerpo que quedan descubiertas, como las orejas».
Tampoco se deben dejar de lado otras partes del cuerpo como los ojos. «En los ojos también hay melanina, por lo que la exposición al sol en esta zona podría llegar a provocar cataratas». En definitiva, «en verano lo mejor del sol es la sombra y el mejor fotoprotector, el sentido común», tal y como afirma Teresa Lázaro.
Las quemaduras solares están principalmente caracterizadas por el enrojecimiento de la piel, que suele ser leve en el momento de su aparición, aunque pueden llegar a ser dolorosas en caso de que aparezca una ampolla. Ante esto, es recomendable aplicar cremas calmantes que, después de conservarse en el frigorífico, pueden devolver a la normalidad la temperatura corporal y aliviar la sensación de picor o escozor. En los casos más extremos, con aparición de ampollas y dolor, «se deberá hacer uso de cremas con corticoides».
En los últimos meses se han viralizado ciertas tendencias o ideas como el «callo solar», la cual afirma que tomar el sol durante todo el año sin protección puede ayudar a «hacer callo» en la piel, con el fin de evitar quemaduras durante el verano. Sin embargo, tal y como recalca Teresa Lázaro, «se trata de una idea absurda, ya que no existe el callo solar». Es más, «aunque pueda parecer que el sol no te está provocando ningún daño, esto no es así, y puede pasar factura con el paso de los años». De hecho, a pesar de que el bronceado es considerado algo estéticamente bonito, «se trata de un mecanismo de defensa de la piel ante la agresión del sol».
Además, tal y como afirma la doctora, «las cabinas de rayos ultravioleta son dañinas para la piel siempre y deberían utilizarse solamente para tratar determinadas patologías en dermatología».
En último lugar, es preciso recordar que tomar el sol y consumir alcohol al mismo tiempo es una práctica que puede ser de riesgo, dada la posibilidad de causar deshidratación, aumentar el riesgo de accidentes y lesiones, y provocar otros efectos negativos para la salud. Esto se debe a la combinación de los efectos vasodilatadores del alcohol y el aumento de la sudoración por la exposición solar.
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