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Desde el litoral del golfo de Vizcaya en Biarritz hasta el Finisterre bretón e incluso Normandía. Las artes de pesca tradicionales de la costa francesa han dado paso a una inusual multiplicación de capturas de piezas de color marrón, envueltas en plástico, con la etiqueta 'brillante' o 'diamante'. No cotizan en las lonjas de pescado, aunque ya superan los mil kilos desde la primera recogida, el pasado 18 de noviembre. Su valor global también es inusual: más de 70 millones de euros. Porque se trata de fardos de cocaína con una elevada pureza del 83% y sin cortes (adulteraciones).
Entre la línea Bayona-Tarnos-Capbreton- Seignosse, van ya 30 kilos. Más de 73 entre Biscarrosse y Cap Ferret. Cinco kilos en Biarritz, seis en Tremblade (Charente Marítimo), casi ocho en La Teste-de-Buch... El océano y sus mareas no dejan de depositar estos fardos con una abundancia que está llevando a muchos municipios costeros a cerrar sus playas.
Desde hace un mes, la bajamar de las costas atlánticas del país vecino ofrecen cientos de fardos de droga varados en las orillas como esos cetáceos que pierden el sentido y acaban igual. El habitual paisaje de esta época de surferos desafiando a las olas, el viento y el frío ha dado paso a arenales aún más vacíos, convertidos en el reino de los perros de los equipos de estupefacientes de la Gendarmería.
Vielle Saint-Girons (Landas) se sumó el miércoles a un cerrojo playero que ya aplican Lacanau, Naujac-sur-Mer, Cap Ferret, Le Porge, Hourtin o Arcachon (todas en el departamento de Gironda). El lunes de la semana pasada, un guardia de la reserva natural de Banc d'Arguin llamó a los agentes tras localizar una docena de fardos. Ese mismo día, un hombre que caminaba por el gran arenal de Pyla, uno de los lugares más visitados de estas costas, informó del avistamiento de varios paquetes similares. En otras, como en la cercana Teste-de-Buch, su alcalde se negó a cerrar el acceso a sus playas a pesar de que se 'pescaron' seis paquetes en su arenal de Salie y ya suman casi 25 kilos de droga.
Más de 600 kilómetros aguas arriba, en la península bretona de Camaret-sur-Mer, se encontraron otros cinco kilos. Esta vez, el paquete apareció en una papelera de la playa de Pen Hat. Alguien pudoroso (o temeroso) prefirió abandonarlo allí antes que avisar. El alcalde de la localidad, François Sénéchal, también emitió una orden de cierre inmediato del arenal. «Es preocupante –explicó en el canal 3 de France Info–. Porque son drogas duras y esperamos que, con suerte, no atraigan la codicia de personas interesadas en ellas».
En un comunicado emitido por la prefectura de Finisterre, se insiste a la gente en lo «extremadamente peligroso de estos productos y sus envases». Y recomienda especial cuidado en «no tocar ni inhalar». Unos consejos que se repiten a lo largo de toda la línea atlántica. Sus autoridades advierten de que estos hallazgos a pie de mar suponen «un riesgo significativo para la salud pública» y que existe «la necesidad de garantizar la seguridad de las personas».
Un aviso para navegantes al que no hizo caso un joven de 17 años que estaba de vacaciones y fue detenido el 11 de noviembre con cinco paquetes de un kilo en Lacanau. «Probablemente, alegará curiosidad, jurará que tenía la intención de darlo todo a las autoridades –reflexionaba un gendarme anónimo en el diario 'Soud Ouest'–. Pero una cosa es cierta, no respetó las instrucciones de no tocar el producto y marcar el 17» (teléfono de la Policía gala). El chico se puede jugar hasta 10 años de cárcel por tenencia y transporte de narcóticos.
El interés y la preocupación ciudadanas han llevado a las autoridades a concentrar todas las pesquisas en manos del fiscal de Rennes (Bretaña), Philippe Astruc, que trata de acotar el posible origen de tan prolífico alijo. «Son posibles varias hipótesis, aunque apostamos de momento por un desprendimiento de la carga en un barco después de un daño o una tormenta», avanzó el martes en una multitudinaria comparecencia pública.
Los servicios de seguridad sospechan que los mensajes preventivos no están siendo suficientes. Están seguros de que más de uno ha tratado de aprovechar esta 'oportunidad'. Por eso, y a petición del fiscal de Rennes, en algunas localidades hay controles de la Policía en los que se revisan los maleteros de aquellos que se acercan a las lindes costeras.
Los alijos se han dejado ver incluso en dirección hacia Calais, en el Canal de la Mancha. Desde la semana pasada, los helicópteros de la Gendarmería (azul oscuro) y de Aduanas (blanco) sobrevuelan el perímetro costero a baja altitud. «Los descubrimientos en la costa no son homogéneos. Pero estos paquetes marrones son reconocibles desde los aparatos», explicó la comandante de la Gendarmería del departamento de Gironda, Olivia Poupot.
El flujo y reflujo de esta monumental 'pesca' hace que ya se conozca en Francia como la 'marea blanca'. Y como la pleamar y la bajamar de cada jornada, «cada marea trae su lote con llegadas relativamente grandes de cien kilos por día en toda la costa», calculó Philippe Astruc, que se muestra incapaz de precisar cuándo podrá remitir este flujo. De lo que está seguro es de que «parte de la carga (venga de donde venga)se ha perdido necesariamente en el mar».
David Weinberger, un especialista en drogas del Instituto Nacional de Estudios Avanzados de Seguridad y Justicia, se ha sumado a la búsqueda del origen de esta 'marea blanca'. Tiene claro que, «estadísticamente, la hipótesis marítima es la más probable». Aunque no excluye que haya 'llovido' del cielo de un avión particular, recuerda que «los servicios de inteligencia europeos consideran que dos tercios de la cocaína que llega a Europa lo hace por el mar». Los niveles de pureza, superiores al 80%, le llevan a dar por seguro que «viene directamente de América Latina».
Por todo ello, el fiscal Astruc ha establecido una colaboración policial con el resto de cuerpos de seguridad europeos e incluso con las autoridades antinarcóticos de Estados Unidos (DEA), en especial de Florida. Hace dos meses, tras el paso del huracán 'Dorian', el oleaje dejó en su costa docenas de 'ladrillos' similares a los que ahora el mar escupe a 5.000 kilómetros de distancia. De forma paralela, los expertos investigan desde veleros a grandes buques de carga. Hasta vuelos privados.
La mayor parte de la cocaína que circula por el continente tiene el sello de alguno de los tres grandes productores de América del Sur (Bolivia, Perú y Colombia), pero suele partir de puertos brasileños. Tras un periplo por el Caribe y África Occidental, los alijos se intentan introducir por los puertos de Rotterdam, Amberes, Barcelona o Le Havre (Normandía). En el puerto francés, las incautaciones se han multiplicado por cinco en los últimos años. Se acercaron a las cuatro toneladas en 2018.
En auge El narcotráfico sigue en auge a pesar de los esfuerzos de las policías de todo el mundo. La producción se ha duplicado en los últimos cuatro años y ya supera con creces las 2.000 toneladas anuales, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD). Una subida atribuida al aumento de la oferta que llega desde Colombia, principal productor mundial.
17,5 toneladas de cocaína se incautaron en toda Francia durante 2018, según el Observatorio Francés de Drogas y Drogadicción (OFDT). Una cifra que, al igual que en el resto del mundo, no ha dejado de multiplicarse en los últimos años. El precedente más cercano de un gran desembarco ocurrió en una playa de Mimizan (Landas), donde fue interceptada una partida de 1,7 toneladas en junio de 2017.
En busca del tesoro Llegan desde Marsella y otras ciudades de Francia. Ya no son familias con niños. «Vienen a la costa a buscar el tesoro», explica un policía en Lacanau. Sueñan con hurtar un paquetito de un kilo, que podrían vender por 30.000 euros. Recuerda a lo que vivió hace años la isla de Sao Miguel (Azores), cuando un velero perdió 505 kilos de cocaína en sus costas. Además de 20 muertes y docenas de intoxicaciones, la realidad de los pueblos cambió durante años.
'Quemados' algunos de los accesos por España ante la presión que han sufrido las sagas de narcos gallegas, Francia y sus países vecinos costeros se han convertido en una alternativa cada vez más habitual. Y el narcotráfico mundial no ha dejado de crecer gracias a cosechas récord en los países de origen. Hace un mes fueron detenidos dos estibadores del puerto bretón de Montoir cuando cargaban bolsas llenas con más de cien kilos de 'harina blanca'. Otros 680 kilos aparecieron en un contenedor de Le Havre la pasada semana.
Pero en toda Francia no se recuerda una abundancia y dispersión como la actual. Lo más cercano fue un gran alijo de 1,7 toneladas de cocaína en una playa de Mimizan en junio de 2017. En aquella ocasión, los gendarmes sorprendieron a los contrabandistas transfiriendo la mercancía a varios vehículos. Su valor en el mercado hubiera superado los 120 millones de euros. Curiosamente, el aviso les llegó por un excursionista que pensaba que se estaba produciendo una simple acampada ilegal, prohibida en toda la costa gala.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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