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Como Putin, vienen a rastrearnos hasta el baño!». Hace poco más de un mes, el diputado de La Francia Insumisa en la Asamblea gala François Ruffin argumentaba de forma escatológica para reclamar leyes que limiten la presencia de la cada vez más invasiva publicidad en lugares públicos. A Ruffin se le ocurrió su iniciativa mientras meaba en los baños de un café en París. A 20 centímetros de sus ojos, unos paneles móviles insertaban vídeos de Uber, BNP-Paribas o Fnac. «Difícil escapar, a menos que cierres los ojos y te arriesgues a un accidente líquido», bromeó en la tribuna parlamentaria este periodista electo por la formación de izquierdas. En 25 ciudades francesas pueden encontrarse unas 2.500 pantallas en más de 1.200 urinarios públicos.
La propuesta está ya en la Comisión de Asuntos Sociales del Parlamento francés. Es una etapa más de la cada vez más intensa lucha de una parte de la sociedad del país vecino contra lo que consideran excesiva presencia de los métodos de persuasión comercial. En realidad es un movimiento mundial con activistas en Sao Paulo, Nueva York, Tokio e incluso Teherán. Pero al otro lado de los Pirineos han creado el sistema mejor organizado que se conoce.
Colectivos como Les Déboulonneurs (Los Desmanteladores) o RAP (Résistence a l'Agression Publicitaire) llevan 15 años desarrollando iniciativas que reclaman el derecho ciudadano a que el espacio público no sea monopolio de los intereses comerciales. En los últimos meses han redoblado sus quejas contra lo que eufemísticamente se denomina 'publicidad digital fuera del hogar'. Son esas llamativas y enormes pantallas repartidas por los espacios urbanos y zonas de transporte, y que cualquiera puede ver en los andenes de los metros españoles.
La presión social y las acciones ciudadanas les han reportado los primeros éxitos políticos. En Lille, la tercera ciudad más importante de Francia, su Ayuntamiento ha prohibido que el mobiliario urbano inserte vídeos comerciales. «Este tipo de pantalla es invasivo e intrusivo. Distrae a los automovilistas y consigue que los niños se enganchen a los vídeos aún más de lo que ya están», argumenta el teniente de alcalde, Jacques Richir.
Pero incluso el compromiso público tiene sus límites. En todas las ciudades francesas las tiendas se consideran espacios privados, por lo que las autoridades no les pueden imponer este tipo de restricciones. Tampoco tienen jurisdicción sobre las estaciones de tren o de transporte público.
En esta urbe, cercana a la frontera con Bélgica, hay un fuerte debate social que ha llegado a los tribunales. Hace unas semanas, el actor Alessandro di Giussepe fue condenado a 900 euros de multa por desfigurar anuncios con una pluma. «Era un acto de desobediencia civil», alegó en su descargo.
También en París las autoridades locales han alcanzado un compromiso para que no se instalen más pantallas, que ya están vedadas en el mobiliario urbano. Yen la región de los Alpes, el alcalde 'verde' de Grenoble, Eric Piolle, fue el primero del país que prohibió la propaganda en las calles comerciales, y promete redoblar esfuerzos en las elecciones municipales de marzo próximo. «El espacio público es un lugar de reunión, por lo que reducir la agresión de la publicidad es positivo para todos», asegura.
Pero las empresas anunciantes prometen defender sus intereses. Los directivos de Mediatransports, que gestiona más de 2.000 videopantallas en estaciones de toda Francia, consideran que es la forma más efectiva de llegar al consumidor. «Generan más ingresos porque pueden adaptarse rápidamente a las necesidades de los anunciantes y cambiar el mensaje para la hora exacta del día o dependiendo del clima». Estos nuevos paneles tienen además pantallas que escanean con sensores térmicos la atención y respuesta del que las ve. «El 'Gran Hermano' nos espía en las calles», argumenta Greenpeace, que se ha sumado a las quejas.
El debate ha llegado incluso al arte. El diseñador visual Nicolas Damiens ha recreado grandes ciudades como Tokio a las que ha 'desnudado' de su habitual orgía lumínica. «Puede llegar a ser tan desagradable como cuando está toda iluminada con anuncios», concluyó. El próximo asalto tendrá lugar en marzo, cuando se concentrarán las elecciones locales en Francia, el Día Mundial contra la Publicidad (el 25) y un juicio contra tres activistas procesados en Lyon.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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