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nieves bolado
Sábado, 17 de diciembre 2016, 21:10
«Hoy, día 28 de octubre, domingo, día de Cristo Rey, a quien ha sido dado todo poder en los Cielos y en la Tierra, se inauguran los nuevos equipos y estudios de la Televisión Española». Con estas palabras, el ultracatólico censor ministro de Información y Turismo, Rafael Arias-Salgado, daba por iniciadas las emisiones de televisión desde un chalé en el Paseo de La Habana en Madrid. Eran las 20:30 horas del 28 de octubre de 1956. Dos días después apareció el primer mapa meteorológico en la pantalla. Se cumplen, pues, 60 años desde el inicio de la información del tiempo en España, una sección que ha ido escalando puestos en las parrillas hasta acomodarse en el prime time de las cadenas de todo el mundo.
Entonces, únicamente unos pocos privilegiados residentes en Madrid pudieron ser testigos del evento. Y no en todo el territorio. Las emisiones tenían un alcance de 60 kilómetros y solo había 600 televisores por los que los afortunados y adinerados españoles tuvieron que pagar entre 25.000 y 30.000 pesetas. Teniendo en cuenta, por ejemplo, que un trabajador oficial de primera en un periódico de 1956 ganaba 34,10 pesetas al día, ¡como para comprar teles estaba la cosa!
Después de Paco Valladares y Laura Valenzuela -locutores de continuidad-, el tercer personaje que se asomó hace 60 años a las pantallas fue Mariano Medina (1922-1994), en un informativo nocturno que se llamaba Últimas Noticias. Pero no se vio su rostro. El hombre del tiempo se limitaba a un brazo que aparecía en la pantalla sosteniendo un lápiz, y del que, con la poca sorna política que se permitía, los españoles le pusieron el sobrenombre de el brazo de Santa Teresa, en alusión al que Franco tenía en la mesilla de su habitación en el Palacio de El Pardo. Así que aquel brazo inspiró el ingenio popular, que preguntaba durante años por el clima diciendo: «¿Qué ha dicho Santa Teresa del tiempo que hará?».
Nada que ver con la tablet actual. Era el propio Mariano Medina quien, siempre solo frente a una pizarra y utilizando tizas, dibujaba las borrascas y los anticiclones, especialmente el de Las Azores, que se hizo muy popular. También relataba la información suministrada por el barco K, una embarcación meteorológica frente a las costas gallegas que, como estación fija, remitía por radio valiosa información.
José Antonio Maldonado y José Miguel Viñas, historiadores de la meteorología en España, en su Breve historia de los espacios del tiempo en radio y televisión, relatan que muchas veces era Laura Valenzuela la que le sostenía la pizarra, posada en un atril para que no se cayera. El propio Mariano Medina se lo contó a José María Íñigo en uno de sus nocturnos Estudio Abierto. Este doctor en Ciencias Físicas, al que el legendario Bobby Deglané bautizó como El hombre del Tiempo nombre que Medina después inscribió como marca en el Registro de la Propiedad, protagonizó multitud de anécdotas cuando ya dio la cara ante la pantalla, aunque solo de medio cuerpo.
Medina, sin pantalones
Quizás una de las menos conocidas, y posiblemente la que más contrasta con el semblante adusto y casi apenado de Medina, la refirió su hijo Mariano: «Los compañeros del Telediario, con Pedro Macías a la cabeza, aprovechando que solo salía en pantalla de cintura para arriba, le gastaron la broma de bajarle los pantalones estando en plena actuación. Él mantuvo el tipo como si nada y la audiencia ni se enteró». También ha quedado en el anecdotario cuando, en la Navidad de 1963, dio el tiempo en forma de soneto en cinco estrofas cerrando la poética información con un ripio: «Si otoño es seco y al fin llueve el día de Santa Bibiana, lo hará catorce días y una semana».
Con Mariano Medina comenzó a colaborar su hermano Fernando, que solía sustituirle en momentos ocasionales hasta 1985, cuando el mítico meteorólogo se jubiló. Pero antes, en 1960, había conseguido que se fichara a otro compañero que también sería un referente. Eugenio Martín Rubio (1923-2016), igualmente licenciado en Ciencias Físicas, además de piloto y aeronauta (tenía la primera licencia de globo aerostático), entró para cubrir los días de vacaciones de Medina. Pronto empezó a dar la información meteorológica en el Telediario de la noche hasta su retirada, en los años 80. Suya es la anécdota más conocida de los hombres del tiempo. Eugenio llevaba un bigote que le caracterizaba y se lo jugó ante los espectadores, en enero de 1967, a que al día siguiente llovería en Madrid: «Era un invierno seco y llevábamos varios meses sin lluvia», explicaba en una entrevista publicada en 2008. Aquel día de hace 49 años, él avisó: «Si nieva en Moscú, y el avión de Nueva York-Madrid tarda menos de seis horas en el trayecto, al día siguiente lloverá. Como esto ha pasado hoy, mañana lloverá y estoy tan seguro que, de no ser así, mañana me afeito el bigote». Erró, cumplió su promesa y apareció en la pantalla sin el mostacho.
Rubio pensó que aquella boutade le costaría algún disgusto en el Ministerio de Información y Turismo, pero el propio Manuel Fraga le felicitó porque la noticia había tenido repercusión en otros países. Él mismo narró las consecuencias de aquella apuesta: «Recibí a través del Ministerio recortes de prensa dando la noticia, entre ellos algunos japoneses, chinos, árabes, incluso en idiomas polinesios, para que se vea lo raros que somos los humanos a veces».
La primera mujer
En los 70 se tomó una decisión rompedora. Pilar Sanjurjo fue contratada de la mano de Eugenio Martín Rubio para sustituirle en la información del tiempo. Meteoróloga de carrera, su primer destino fue la oficina del aeropuerto de El Prat, en Barcelona. Se hizo muy popular gracias a que la tele ya llegaba a las principales ciudades. A los tres profesionales que daban el tiempo en aquel momento en TVE se los llevó por delante en 1983 el viento de la ley de incompatibilidades. Optaron por seguir trabajando en el Instituto Nacional de Meteorología (INM) y allí se jubilaron.
El tiempo pasó entonces a ser evaluado y presentado por un científico, Manuel Toharia (Madrid, 1944). De nuevo un licenciado en Físicas, que ya se había adentrado en la información meteorológica desde las páginas del periódico Informaciones. La salida de aquellos primeros gurús del tiempo supuso un paso atrás. Durante tres años desde 1983 hasta 1986, el espacio se limitaba a una voz en off sobre un mapa y en el que los locutores leían lo que se les servía ya cocinado desde el Centro de Análisis y Predicción.
En los 80 la televisión, de la mano del polémico José María Calviño, tuvo otro gran impacto al comenzar a emitir desde las siete de la mañana. Buenos días abría esta madrugadora emisión y se buscó un meteorólogo que presentara el tiempo, pero el INM no lo consideró oportuno. Así que Calviño tiró de la vieja escuela y fichó a un especialista ya jubilado, Gabriel Baleriola, licenciado en Ciencias Químicas y meteorólogo especialista en predicciones aéreas. Pero tenía 66 años y andaba poco dispuesto a aguantar presiones, así que lo dejó a los pocos días. Esta ausencia dio paso al que sería el último gran hombre del tiempo, José Antonio Maldonado, que aceptó el reto de sacar la información de los telediarios y convertirla en un programa autónomo. Maldonado, posiblemente el rostro más popular de esta especialidad tras 23 años informando de las incidencias del clima, se deshace en elogios hacia pioneros como Medina. «Ellos fueron los inventores del tiempo, los demás hemos sido copistas», dice este sevillano de 72 años, que tras dejar TVE en 2008 dirigió una web de meteorología. Recuerda Maldonado que las primeras informaciones nacieron rodeadas de limitaciones porque carecían de medios. «Solo podían dar un pronóstico, como muy lejos, a dos o tres días, pero con grandes probabilidades de fallo. Por eso quedó la idea de que el hombre del tiempo siempre se equivoca».
En 1990 Diego Carcedo, director de los servicios informativos, decidió que los espacios de meteorología los presentaran periodistas tras un periodo de formación. Llegó entonces la era de los Paco Montesdeoca, Marta García, Marta Jaumandreu...
El cambio radical
De aquellos informadores que atravesaron el desierto ya no queda prácticamente nada. Delante de los croma se mueven mujeres despampanantes, hombres casi modelos de pasarela y periodistas hiperactivos capaces de centrar en ellos la vista de los televidentes más que en el mapa de isobaras. Maldonado diferencia entre las televisiones públicas, donde la información del tiempo «sigue siendo muy formal», y las privadas, más interesadas «en captar audiencia para poder vender esos programas en publicidad». Joan Carles Fortea Onda Verde abunda en esta línea: «Todas las televisiones tienen su espacio del tiempo, bien como información o justificación de la publicidad, aprovechando la fidelidad de su audiencia».
El espacio dedicado al tiempo dura ahora desde unos segundos hasta diez minutos (que en televisión es una eternidad) y también acapara el interés de los internautas, que buscan en la red información inmediata. En algunas webs hay hasta presentadores virtuales... Ay, si Mariano Medina levantara su brazo de Santa Teresa.
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