El Papa que fuma y masca chicle
«La Iglesia es la cuna del teatro», dice el protagonista de ‘El joven Papa’, una nueva serie de TV que ha dirigido Paolo Sorrentino. «No creo que Juan Pablo I muriera asesinado», opina el cineasta italiano
antonio paniagua
Miércoles, 12 de octubre 2016, 17:05
En el trono de Pedro se han sentado papas corruptos y lujuriosos, santos y pecadores, intelectuales y groseros, humildes y avarientos. Pero faltaba por ver un pontífice yanqui que se llamara Lenny Belardo, fumara un pitillo con la afectación de un dandi, mascara chicle, bebiera Coca-Cola Cherry Zero y además se permitiera la broma de decir que no cree en Dios. Para remediar esta laguna ha tenido que venir Jude Law (Londres, 43 años) a encarnar a un Papa así, un mandatario dispuesto a poner patas arriba a la Iglesia católica. Pero su propósito no es abrir la institución a la sociedad, sino llevar a cabo una contrarrevolución. Belardo, que elige el nombre de Pío XIII para su reinado, es el primer pontífice estadounidense que accede al solio pontificio. Los purpurados se decantan por el americano por su telegenia y apostura, pero pronto se verá que tiene unas ideas reaccionarias para pastorear a su grey. The Young Pope (El joven Papa) es una serie de HBO coproducida por Mediapro con la que el canal por cable aterrizará en España este otoño.
El director, el italiano Paolo Sorrentino, se queja de la «disponibilidad fingida» del Vaticano a la hora de rodar, circunstancia que obligó al equipo a reconstruir muchas localizaciones en plató. «Decían siempre que todo era posible, pero al final tuvimos que darnos cuenta solos de que nada era posible», ironiza.
Sorrentino no se apunta a las teorías conspiratorios que pintan la Santa Sede como un nido de víboras, como el exponente supremo de la corrupción. «Por lo que he leído, no creo que Juan Pablo I muriera asesinado», asegura el cineasta, que obtuvo un Oscar en 2013 con La gran belleza en la categoría de mejor película de habla no inglesa.
Para sorpresa de la cristiandad, Pío XIII acumula tantas contradicciones como encantos. Tiene 47 años, algo sorprendente en los usos y costumbres de la gerontocracia vaticana. Y además se deja arrastrar por la melancolía. Ello no quita para que este hombre, a ratos cándido y a ratos cínico, actúe con mano de hierro. Al contrario que Pablo VI, prescinde del guante de seda. Gasta maneras destempladas sin la finura que ha hecho de la diplomacia vaticana una escuela del refinamiento. Pío XIII despacha con insolencia a sus colaboradores. Nada de maneras beatíficas ni sonrisas melifluas.
El italiano ha imprimido a la serie su sello inconfundible. La ha dotado de imágenes bellísimas, poéticas y surrealistas que se acompañan de una sátira feroz. Filmada como si fuera una película, la producción dura diez horas y se emitirá en otros tantos capítulos. Javier Méndez, de Mediapro, sostiene que muy probablemente la producción se estrenará en el mes de noviembre.
Ayer se exhibieron los dos primeros episodios, los mismos que entusiasmaron a la crítica en la reciente Mostra de Venecia.
Sorrentino, un alumno aventajado de Fellini, ha contado con un reparto internacional de lujo, compuesto por Jude Law, Diane Keaton, Silvio Orlando, el español Javier Cámara, Scott Shepherd, Cécile de France, Ludivine Sagnier, Toni Bertorelli y James Cromwel. «La Iglesia es la cuna del teatro», argumenta Jude Law. «El desafío era dar vida e interpretar a un personaje que interpreta a su vez a otro», asegura el actor británico, que añadió que Pío XIII «es mucho más inteligente que yo».
Al principio, Jude Law se atiborró de libros para tratar de dar vida a este Papa ficticio, pero desistió ante la insistencia del director. Sorrentino no quería que se pusiera en la piel del jerarca que conduce a mil millones de católicos, sino en la de un hombre, con sus contradicciones y claroscuros.
Frente al estilo acuñado por el Papa Francisco, Pío XIII no se esfuerza por gustar. Al contrario, amonesta a los fieles con aspereza y habla en tomo desabrido. Su primera homilía sume en el desconcierto a unos fieles que se esperaban palabras de amor y no agrias diatribas. «Es como una ecuación amorosa. A veces, cuanto más niegas el amor, más azuzas el interés del otro. Por eso hice que la Iglesia aplicara esta dinámica», señala el director.
«Contrapesos»
¿Es Pío XIII un pontífice oscurantista? Sorrentino no lo tiene tan claro como la crítica.«No creo que la Iglesia tenga que uniformarse con el pensamiento progresista imperante. Sería algo peligroso». Por eso se muestra satisfecho con «los equilibrios y contrapesos» que se emplean para nombrar a los prefectos de las congregaciones, una especie de ministerios.
Según Javier Cámara, quien interpreta al maestro de ceremonias Bernardo Gutiérrez, la película habla de Dios, del misterio de la fe y de su búsqueda. También de asuntos más prosaicos como la amistad, la soledad y la traición.
Nadie sino Paolo Sorrentino podía firmar esta película-serie de diez horas. ¿Quién mejor que un italiano para ilustrar las mezquindades de la jerarquía católica asentada en Roma? La serie rezuma un perfume a pecado y santidad, a azufre y agua bendita. La HBO, canal que casi con toda seguridad se integrará en la plataforma televisiva de Vodafone, ha producido series clásicas como Los Soprano y Juego de Tronos.
Los escenarios que aparecen en la serie no se circunscriben a Roma. Sorrentino se ha desplazado a Los Ángeles y Venecia en busca de la toma óptima. Según dice, la serie indaga en los mecanismos del manejo del poder en un Estado cuyo «dogma es la renuncia a los poderes terrenales y mundanos, y el amor desinteresado por el prójimo».
Law no niega que se sintió intimidado por el desafío de interpretar a un Papa. Sin embargo, el director le infundió ánimos y le dejó bien claro que se olvidara de los esterotipos cinematográficos. El temperamento es irritante, vengativo y granítico. «A pesar de sus contradicciones no es un embustero», describe Law a su Papa.
El rodaje ha servido para que cuaje una sólida amistad entre Jude Law y Javier Cámara. En sus papeles, el inglés y el madrileño no pueden ser más distintos. Cámara se conduce con ademanes beatíficos, que contrastan con los visajes arrogantes de Law. Los dos se adoran, hasta el punto de que el español se deshace en elogios hacia su amigo, uno de los papas más apuestos de la pantalla. «Estábamos en La Villa Médici. En un momento dado nos vio Sorrentino y nos dijo: ¿Qué?, ¿ya sois amigos? Pues vamos a rodar ya, nada de ensayos». Javier Cámara se asombró por los métodos de trabajo del napolitano. Pront comprendió, sin embargo, que la genialidad de Sorrentino pasa por transgredir las convenciones.
Sorrentino, Law y Cámara son empedernidos aficionados al fúbol. «Hace quince años, cuando conocí a Javier, este me llevaba a ver los partidos del Barça y del Real Madrid. Cuando no hay nada en televisión me pongo a escribir algo», argumenta el cineasta.
Javier anhelaba tanto trabajar con el italiano que hizo algo que nunca había hecho. Mandó un correo electrónico en que le pedía que le reservara un papel. El director le pidió que le enviara una prueba de su trabajo y quedó contratado. «Nunca me arrepentiré de haberlo hecho».
Todos los actores han recibido clases personales de italiano e inglés. Y lo que es muy importante: en la musicalidad del latín de Italia, que no tienen nada ver con que el se pronuncia en España. «La parafernalia está muy medida en el Vaticano, apunta Cámara.
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