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El villano imperfecto

El villano imperfecto

Montar un debate sobre la figura de Donald Trump en la pasional cantina que comanda César Pérez Gellida da mucho de si. Las perlas del candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos tienen entre perplejo y ojiplático al tabernero de la Red. Y no se calla, claro que no

césar pérez gellida

Lunes, 16 de mayo 2016, 21:24

Desearía que toda esta agitación mediática en torno a la figura de Donald Trump formara parte del reality show más ambicioso de la historia de la televisión, pero me temo que no es así. Si Donald Trump fuera un personaje de una película encajaría maravillosamente en papel de malo en uno de esos western mal coloreados, una mezcla entre el reverendo Harry Powel de 'La noche del cazador' y Tony Montana de 'El precio del poder'.

El villano imperfecto.

Lo realmente preocupante del asunto es que Trump no se ha visto forzado a interpretarlo: lo lleva dentro. Él ha sido quien ha elegido proyectar esa imagen de tarugo con patente de corso para presentarse ante la opinión pública. Sus intervenciones ante los medios son carne fresca para la viralidad de las redes sociales. Consecuentemente, nos toca a los espectadores masticar sus redundantes frases elitistas, deglutir sus reprobables chistes xenófobos y digerir sus torpes comentarios machistas. Y puede hacerlo porque cuenta con la impunidad que compra con una pequeña parte de su fortuna. Prueba de ello es esta perla que salió de su boca: «Podría disparar a alguien en la Quinta Avenida y no perdería votos». Lo lamentable no es que lo diga, lo escalofriante es que no parece que le falte razón a la vista de los resultados, habiendo tumbado uno a uno a todos los candidatos que presentaba el Partido Republicano.

Nadie daba un dólar por él cuando el pasado mes de junio anunciaba a bombo y platillo su segundo intento de asalto a la Casa Blanca. Diez meses después, y tras su contundente victoria en Indiana, el prócer neoyorquino podría ser el próximo ocupante del Despacho Oval. Es cierto que son muy pocos los que vaticinan una posible victoria de Trump frente a Hillary Clinton que será casi con total seguridad la candidata demócrata a la presidencia, muy a pesar de Fernando, cliente habitual de la cantina, que asegura que la exsecretaria de Estado es el Anticristo, pero da qué pensar que la prensa política haya dejado de mofarse del showman y, desde hace un par de semanas, apenas se escucha el eco de las carcajadas que durante los primeros meses de campaña retumbaban en los pasillos del New York Times, del Washington Post o del Chicago Tribune.

Francamente, resulta desmoralizador que un excéntrico multimillonario sin ninguna experiencia política y que nunca ha ocupado un cargo público pueda llegar dirigir los designios del país más poderoso del mundo. Pero lo que ya pertenece al campo de la ciencia ficción es que lo haya hecho exprimiendo gota a gota un discurso cargado de odio. Odio hacia los mejicanos, a quienes se refiere como narcotraficantes y violadores; así, en general, aunque matiza que puede que haya ojo, no está científicamente probado algunos decentes. Decentes e indecentes, lo mismo le da, los imagina a todos detrás del muro que ha prometido levantar en la frontera y cuyo coste asumirían los propios mejicanos, faltaría más. También odia a los chinos, a los que acusa de violar económicamente su país y de corromper el libre comercio. Por ello, Trump apuesta por un regreso al proteccionismo en materia económica. Paradójicamente, sí considera al gigante asiático como un aliado estratégico con quien compartir un único objetivo: «hacer desaparecer» al líder norcoreano Kim-Jong-un. Pero si hay una comunidad que de verdad se ha ganado el odio acérrimo del paladín de dorados cabellos, esa es la musulmana. En este punto, Trump ha declarado públicamente que va a denegar la entrada en EEUU a los que profesen la religión de Mahoma al tiempo que, en materia antiterrorista, ha planteado una solución más sencilla: matarlos a todos, a ellos y a sus familias. Vuelve la Doctrina Monroe, el 'América para los americanos y, sinceramente, si esta es la América que los norteamericanos quieren construir, con su pan se la coman. Pero no termina ahí su afán odioso. Donald Trump, salomónico él, odia por igual tanto a las clases dirigentes como a las más humildes, a los primeros por no haber sabido aprovechar sus oportunidades y a los segundos por no haber conseguido ganárselas. Con respecto a la comunidad afroamericana, uno no sabría decir si los odia o los envidia después de escucharle decir: «Los negritos son muy rápidos porque tienen tres piernas», observación de propósito jocoso y contenido pueril que se suma a otras muchas sentencias de parecida índole que ha dedicado a las mujeres, a los colectivos de gays y lesbianas, a las asociaciones pro derechos humanos y al Partido Demócrata, incluyendo al actual presidente de su país: Barak Obama.

Sin serlo ni considerarme un analista político, me arriesgo a vaticinar que Donald Trump no será el más votado en las próximas elecciones presidenciales, sin embargo, esto no implica que, habida cuenta del sistema electoral estadounidense, el magnate no pueda convertirse en el próximo presidente del, todavía hoy, país más influyente del mundo. Y si eso llegara a ocurrir, no hace falta ser Nostradamus para ver que nuestro presente podría sufrir una regresión al pasado que complicaría seriamente el futuro de todos.

Confiemos en que termine imponiéndose el sentido común y el reality termine quedándose en eso, un show.

¡Salud!

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