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Tabú

Tabú

El nuevo proyecto de Jon Sistiaga se cuela esta semana en la cantina con más clientela de la Red. El tabernero Gellida anuncia a los parroquianos los pormenores del programa del reportero guipuzcoano, que se introduce en lo más sórdido del alma humana

césar pérez gellida

Lunes, 2 de mayo 2016, 20:23

Decía Nacho Vegas en su canción 'Cómo hacer crac' que desayunamos leyendo la prensa para saber qué hay que pensar.

Me encanta la reflexión.

En estos días de buffet libre de información, resulta complicado distinguir sabores, y normalmente acudimos a los platos mejor presentados, los que nos entran por los ojos sin preocuparnos demasiado de los ingredientes que han usado, y mucho menos, del cocinero o cocinera que lo ha elaborado. Así, lo habitual es que prefiramos ponerlos a la cola de ese manjar que más demanda tiene antes que probar de otros. ¡Que vaya usted a saber!

El paralelismo sirve para ilustrar el mundo del periodismo, donde hay muchas categorías profesionales que abarcan desde el pinche de cocina que prepara las recetas que otros le dictan, hasta los grandes chefs. Y precisamente de uno de estos quería yo hablarle esta semana. Me refiero a Jon Sistiaga, un cocinero de la información en peligro de extinción.

Le sirvo un caldo especial que la ocasión lo amerita, pero no se acostumbre.

La trayectoria profesional de este irundarra es más que brillante. Destacó en su faceta como reportero de guerra, cubriendo conflictos de extrema peligrosidad como fue el de Kosovo o el de Irak, lugares donde nos narró en primera persona lo capacitados que estamos los seres humanos para demostrar repetidamente nuestra incapacidad para comprender el pasado, respetar el presente y mirar al futuro. Sin embargo, y sin desmerecer en absoluto lo anterior, es en su vertiente como periodista de investigación donde Sistiaga nos está regalando un legado harto difícil de cuantificar. Porque, ¿quién es capaz de valorar lo que implica iluminar esos rincones tan oscuros y despiadados del ser humano? Él lo ha conseguido en más de una treintena de colosales reportajes en los que ha descarnado asuntos tan escabrosos como el tráfico de armas, la trata de personas, los secuestros, el feminicidio, el narcotráfico, el terrorismo o la miseria, entre otros muchos. Sin embargo, y afortunadamente para el malo de Jon, el listado de nuestros pecados capitales es setenta veces siete, por lo que aún le quedan muchas llagas en las que meter su cámara. Porque Jon Sistiaga es especialista en arrojarnos nuestra propia mugre a la cara, en ensuciarnos la conciencia a conciencia, en zarandearnos el alma, en quitar vendas y en arrancar mordazas. De esto último, de arrancar mordazas, es de lo que trata 'Tabú' el nuevo proyecto de Jon Sistiaga.

En el diccionario de la RAE se define este término de origen polinesio como la condición de las personas, instituciones y cosas a las que no es lícito censurar o mencionar. O dicho de otra forma, asuntos que conocemos pero de los que rehusamos hablar. Y no lo hacemos porque nos estremecemos solo con pensar en ello, se nos revuelve el estómago, pero, fundamentalmente, no forman parte de nuestras tertulias porque tenemos la esperanza de que ignorándolos algún día desaparezcan. Deduzco que Sistiaga no debe de pensar así, porque en 'Tabú' ha ido varios pasos más allá con el propósito de ofrecernos una perspectiva global de esos asuntos que eludimos tratar. Escarba muy profundo que usted y yo, como espectadores que somos, podamos construirnos una opinión real, no una heredada ni sesgada, o peor aún, intoxicada.

El primero de estos exquisitos documentales que produce Movistar+ en colaboración con La Caña Brothers y cuya sintonía de inicio firma Enrique Bunbury, ahí es nada, lleva el nombre de 'Infancia robada y ha sido grabado en EEUU, Filipinas, Holanda, Colombia y España. Trata sobre los abusos sexuales a menores y está dividido en cuatro partes: 'Expiación', 'Perversión', 'Duelo' y Monstruo'. Ahora le voy a pedir que lea de nuevo esos títulos y asocie su significado a la pederastia. A cambio del esfuerzo, le hago el enorme favor de no hablarle de ninguno de ellos, reconociendo que, por muy bien que lograra describir su contenido, se lo estaría estropeando.

Le invito por tanto a que realice este descenso a la lo más profundo de la perversidad humana de la mano de Jon Sistiaga. Adopte el papel de Dante y permita que él sea su Virgilio. Entonces sí, podrá labrarse una opinión propia del primero de muchos tabúes que podrían dejar de serlo.

Disfrute del viaje.

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