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¡A la melé!

¡A la melé!

Desde Buenos Aires el cantinero Gellida vivió con una emoción especial la final de la Copa del Rey de rugby. En la Argentina el deporte del balón ovalado tiene bastante más predicamento que en las tierras de la Iberia, pero por una vez, en este asunto, el gallego pudo sacar pecho ante los parroquianos

César Pérez Gellida

Lunes, 25 de abril 2016, 20:54

La melé es una fase de conquista que, en un partido de rugby, suele marcar el devenir del resultado. Para ganar la posesión al rival, los ocho integrantes del paquete de delanteros deben convertirse en un solo ente con un único objetivo: empujar.

El pasado 17 de abril, en Valladolid, las 26.000 personas que abarrotaron las gradas del Nuevo Estadio José Zorrilla disfrutaron de varias melés entre los equipos que disputaban la final de la Copa del Rey de rugby: el VRAC Quesos Entrepinares y el SilverStorm El Salvador. Sin embargo, antes, mucho antes de que diera comienzo el encuentro, hubo otra melé que no tuvo lugar sobre ningún campo de juego ni ante espectador alguno: la melé de los despachos.

Y en ese paquete de delanteros, la primera línea estaba conformada por dos clubes enormes, dos entidades deportivas que llevan muchos años trabajando a pico y pala para hacer que este deporte tan mayúsculo como desconocido deje de serlo. Sus presidentes, Juan Carlos Martín y José Antonio Garrote, entendieron hace mucho que la rivalidad empieza y termina cuando el árbitro hace sonar su silbato, y entretanto, la pelea se centra en conseguir que la masa social de sus clubes siga creciendo. Entre estos dos pilares se colocó como talonador el alcalde de Valladolid, Óscar Puente, de quién partió la iniciativa de hacer de esta cita deportiva un evento histórico en un marco hasta entonces inalcanzable para el deporte del oval. Terminaron faltando entradas en el recinto deportivo más importante de la ciudad, un estadio que alberga los partidos del Real Valladolid Club de Fútbol y cuyas citas atraen a una media de 9.000 espectadores. No es cuestión solo de números, pero, en ocasiones, no hace falta torturar las cifras para que confiesen. En la segunda línea formaron los seguidores del Quesos y el Chami, como son conocidos popularmente ambos clubes. Muy pocos esperaban la respuesta de los aficionados al rugby cuando se pusieron a la venta las entradas, arrastrando con su entusiasmo a otros que jamás habían presenciado un partido de rugby. Hasta Valladolid se desplazaron más de 4000 personas de otras ciudades, superándose todas las expectativas y batiéndose todos los records de asistencia en un partido de rugby España. La tercera línea la completaron las instituciones, patrocinadores y todos los medios de comunicación que quisieron sumarse a una jornada que ya ha marcado un antes y un después en la historia de los deportes etiquetados como minoritarios; léase, todos menos el fútbol. Nunca este deporte tuvo tanta repercusión mediática y esa copa la levantamos todos los que amamos este deporte.

Con esa melé, no había oposición que pudiera parar el empuje.

Ensayo bajo palos.

El encuentro fue una fiesta, y ni siquiera la lluvia impidió que los que allí se congregaron disfrutaran de una jornada para el recuerdo. Mención aparte merece el comportamiento del público. Las entradas no estaban numeradas, por lo que cada cual era muy libre de sentarse donde le apeteciera, así, la rivalidad de los seguidores blanquinegros y azulones únicamente se hizo presente en la intensa pelea por alentar a los suyos. Hay una máxima en el deporte que se cumple en los campos de rugby: Si no hay rival no hay partido. Por lo tanto, al contrario se le respeta, y no solo los jugadores. Y respeto fue lo que hubo. Porque respeto fue lo que contenía la calurosa bienvenida que el respetable le regaló a SM el rey Felipe VI, que no quiso faltar a la cita; respeto fue lo que alimentó el silencio sepulcral que tronaba en Zorrilla durante los tiros a palos; y respeto fue lo que se convirtió en aplausos al final del choque, con las aficiones en pie, reconociendo la victoria de los ganadores y la entrega de los que no ganaron. Porque en Zorrilla no hubo perdedores y el estadio de la ciudad se ganó el título de «La catedral del rugby español».

En la cantina lo seguimos en directo gracias a la señal transatlántica de Emisiones Deportivas. Ese día comprendí el significado de «morriña», pero Óscar Puente tiene un plan, y, afortunadamente, este tren pasará más veces por Valladolid, la ciudad del rugby.

¡Y va a seguir!

Por cierto, la copa la terminó levantando el SilverStorm El Salvador, pero eso ya lo contó el diario Marca y el As.

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