Secciones
Servicios
Destacamos
Irma cuesta
Domingo, 3 de abril 2016, 21:26
Si está usted pensando en viajar a Cuba uno de estos días y darse el capricho de cenar en el mismo restaurante que el presidente de Estados Unidos, vaya olvidándose: «Hasta finales de abril» es imposible encontrar una mesa libre. En el paladar San Cristóbal la curiosa forma en que los cubanos han bautizado los restaurantes privados aún están digiriendo el homenaje que se dio Obama la noche de su llegada a la isla. Y es que por más que estén acostumbrados a recibir a gente importante a Mick Jagger le encanta cómo preparan el pez perro, y Beyoncé y Jay Z cenan allí cada vez que viajan a La Habana, en la casa de comidas que Carlos Cristóbal Márquez regenta desde hace cinco años apenas hubo tiempo de prepararse para el histórico acontecimiento.
«Unas horas antes nos avisaron de que venía alguien importante y que necesitaban una mesa para nueve personas. Al rato, nos dijeron que solo serían cinco. Ver llegar al señor presidente con su mujer, sus dos hijas y su suegra, y poder servirles, ha sido una experiencia inolvidable», cuenta aún emocionado Reinier Mely Maldonado, el camarero que atendió a los Obama. Reinier lleva una semana dedicando buena parte de su tiempo a atender a los periodistas que se agolpan a la puerta del restaurante o le llaman por teléfono pidiéndole que cuente cómo se siente uno después de que el hombre más poderoso del mundo te dé la mano y te diga que es un honor conocerlo. Eso, y si hubo alguna razón para que Obama no se acabara el solomillo de res a la plancha con vegetales a la parrilla que le sirvieron. «Creo que nos pasamos un poco con los entrantes:jamón serrano, tortilla española, ceviche de berenjena... Aunque el resto de la familia no tuvo problema en dar buena cuenta de la cena». Michelle devoró su tentación habanera (unos palillos de filete en salsa de vino tinto que aseguró que la recordaban al pepper steak que le hacía su abuelo); Malia, su brocheta de cerdo; y Sasha y Marian Shields Robinson, la suegra del presidente, sus respectivos solomillos al punto.
Para mayor gloria de los castellanoleoneses, las damas brindaron con un Ribera del Duero de Bodegas Conde de San Cristóbal, que Reinier les sugirió después de apartar de sus cabezas la idea inicial de regar la cena con un vino francés. A quien no pudo convencer fue a Obama, que no probó el Ribera ni el ron de edición limitada que le ofrecieron para cerrar el banquete. «El presidente se excusó amablemente asegurando que tenía que trabajar al día siguiente», dice ya el famoso camarero, al tiempo que apunta que la visita ha marcado un antes y un después, no solo en la isla, sino en el restaurante que lleva días con el cartel de completo. Después del café, Barack pidió la cuenta, sacó un fajito de billetes y pagó lo que debía: 30 pesos cubanos convertibles por cabeza (unos 40 euros al cambio) y una propina cuyo montante se ha convertido en una suerte de secreto de Estado.
Al presidente americano lo despidieron los mismos vecinos emocionados que lo habían saludado a su llegada al número 469 de la calle San Rafael, entre Zanja y El Malecón. Allí, en una vía estrecha y oscura, está el edificio colonial que Carlos Cristóbal Márquez convirtió en restaurante cuando la caída del telón de acero abrió la puerta a que los cubanos pudieran montar sus propios negocios (cuentapropistas, les llaman allí).
Luego vendría lo de llamar a sus restaurantes paladar, inspirándose en una telenovela brasileña Vale todo que por aquella época (hace ya más de veinte años) emitía la televisión. En ella, la protagonista, Raquel Accioli, saca adelante a su hijita con una casa de comidas que, con el tiempo, se convertiría en una cadena de restaurantes a la que bautizó con el nombre de Paladar.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.