Y ese pájaro negro del río ¿cuál es?

Desde hace ya unos años, es fácil ver en ríos como el Pisuerga, el Duero, el Carrión en su tramo final y el Tormes un ave con una envergadura de alas notable, un afilado pico y un plumaje negro con manchas blancas en el pecho. Un ave que no es propia del interior peninsular, sino de las zonas costeras. Es el cormorán, un fantástico pescador, que cada vez es más común en los grandes ríos de la meseta.

Lo cierto es que el cormorán grande, que es la especie que podemos observar con facilidad por estos lares, ha estado más o menos presente en el interior desde hace unos cuantos años, pero ha sido en los últimos cuando se le ha empezado a vislumbrar asduamente en zonas urbanas, lo que hace que su presencia sea más llamativa. La razón de que colonicen espacios propios del hombre es la habitual: comida, calor, protección y exceso de población. El cormorán grande es la variedad más numerosa, y en sus lugares habituales de cría y alimentación la superpoblación les obliga a emigrar hacia zonas con menos competencia.

Y en los ríos del interior el cormorán está encontrado un buen lugar para anidar y alimentarse. Suelen ocupar el mismo nido año tras año, lo que les facilita el regresar para criar, y como lo hacen sobre cañaverales o árboles, lugares no les faltan en las riberas de los ríos. Además, su forma de alimentarse es zambullirse en el agua y bucear hasta atrapar un pez con su largo pico. Como sus plumas no son impermeables, aprovecha que aumenta de peso al entrar en contacto con el agua para sumergirse a más profundidad y con más velocidad que otras aves acuáticas. Esta virtud le permite ser muy eficaz en zonas embalsadas o de aguas tranquilas de los ríos del interior, en los que aumenta considerablemente su porcentaje de éxito: hay mucho pescado y no demasiado hondo.