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CÉSAR PÉREZ GELLIDA
Lunes, 7 de marzo 2016, 21:04
Uno sabe que no existe la justicia divina en casos como este. Y no es que yo le desee a nadie que le parta un rayo, ni mucho menos, pero sí que ilumine a algunos, porque hay veces que uno se pregunta cómo es posible que ciertas personas a las que se les supone cierta inteligencia se empeñen en demostrar que sí, que se trata solo una suposición.
Con su permiso, me pongo un chato y se lo cuento, que la mejor manera de evitar que los sapos y culebras aniden en el estómago es expulsarlos por la boca, o en su defecto, a través del teclado.
Resulta que Arnaldo Otegi acaba de salir de prisión tras cumplir íntegramente la condena de seis años y medio que le impuso el Tribunal Supremo luego de revisar y rebajar la pena impuesta por Audiencia Nacional al considerarlo culpable de intentar reconstruir la ilegalizada Batasuna siguiendo las directrices del brazo político de ETA. Sus primeras palabras en libertad han sido: «Hoy sale un preso político». Y no han faltado algunos acólitos ilustrados que en una alarde libertario han comparado su caso con el de Nelson Mandela.
No. Ni se acerca.
Comparar la vida y obra de Arnaldo Otegi con la de Nelson Mandela es como comparar un huevo y una castaña que no se parecen ni en la forma ni en el fondo.
Hay quienes dicen que la sentencia que le llevó a la cárcel tiene lagunas, pero este cantinero no es jurista ni leguleyo, y tampoco se propone profundizar en tales disquisiciones. Me conformo con que el nombre de Mandela no se ensucie en la comparación, porque la mezcla, por muy disparatada que sea, puede llevar a la confusión. Así pues, vamos a tratar de evitar que alguien pueda llegar a creer que Mandela perteneciera a una banda armada o similar, como perteneció Otegi; o que Mandela militara en un partido político que defendía el uso de la violencia para conseguir sus propósitos, como en el que militó Otegi; o que Mandela secuestrara a un empresario para financiar las actividades del comando terrorista al que pertenecía como secuestró Otegi.
No. Madiba no hizo nada de eso. Madiba no fue un criminal.
Nelson Mandela fue arrestado bajo la acusación de conspirar para derrocar al gobierno. Muy cierto. Era un auténtico guerrillero, sí, uno de verdad. Uno que seguía el manual que concibió Mahatma Gandhi y que más tarde aplicarían otros como Martin Luther King, Lech Wasa y el aludido Mandela. Todos ellos, guerrilleros legendarios, terroristas de la palabra, que han sido condecorados con el Premio Nobel de la Paz. Arnaldo Otegi tiene las mismas probabilidades de que le nominen a tan insigne galardón como de ganar el Balón de Oro.
Las tácticas terroristas, las de Mandela, las denominaron resistencia pasiva y promovían el uso de la no violencia y la desobediencia civil como forma de protesta. Bombas mucho más destructivas que las que esparcen metralla, mutilan y matan. Su objetivo, el de Mandela, no era otro que terminar con uno de los sistemas de segregación racial más degradantes que el ser humano ha sido capaz de concebir: el Apartheid. Combatía políticamente contra la supremacía blanca de una minoría que pisoteaba los derechos de la mayoría negra; simplemente, porque se consideraba que los negros, mulatos e indios, no alcanzaban la categoría de personas. La resistencia pasiva y los más ochocientos asesinatos perpetrados por el grupo terrorista al que perteneció Arnaldo Otegi son formas de hacer que se parecen tanto como un huevo a una castaña.
A Nelson Mandela lo encarcelaron por liderar un movimiento de oposición que mes tras mes fue ganando adeptos, provocando el miedo de la clase dirigente Afrikaner. Así, pasó dieciocho años encerrado en condiciones infrahumanas, en una celda de 2,4 de alto por 2,1 de ancho, haciendo trabajos forzados, con visitas limitadas y acceso a lectura restringido. Las condiciones que sufrió Mandela como preso político y las que ha tenido Otegi como preso de ETA se parecen tanto como un huevo a una castaña. Afortunadamente.
Mientas cumplía esa larga, dura e injusta condena, Nelson Mandela siguió abogando por hacer frente al Apartheid de forma pacífica, haciendo llamamientos públicos a la calma ante el notable aumento de la violencia en las calles. Está por llegar el día en el que Arnaldo Otegi, que dice apostar por el camino de la paz para conseguir la independencia de Euskadi, condene los atentados de ETA. Finalmente, cuando Mandela fue elegido democráticamente presidente de Sudáfrica integró a los que fueron sus perseguidores entendiendo ese, el de la reconciliación, como el único camino posible para reconstruir su país, el país de todos los sudafricanos.
Dar ejemplo y pretender ser ejemplo son dos actitudes que se parecen tanto como un huevo a una castaña.
Por todo ello, y permítanme que me libere de este pensamiento, me parece ignominioso que algunas mentes preclaras pretendan usar el buen nombre de Mandela para allanar la candidatura de Otegi a lehendakari dentro de EH Bildu y recuperar los más cien mil votos que en las últimas eleciones generales han ido a parar a Podemos. Euskadi se merece mucho más, y, por suerte, lo tiene. El tiempo del radicalismo abertzale ya pasó, pero en esta cantina estamos muy comprometidos con la Historia y nos levantaremos siempre contra los que pretendan tergiversarla.
Un huevo y una castaña no se parecen, nunca se han parecido y jamás se parecerán; ni por dentro ni por fuera. El huevo es un embrión recubierto por una cáscara, la castaña es un fruto con piel.
La siguiente corre a cargo de la casa.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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