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Dos niños permanecen desnudos bajo la intesa lluvia tras el paso del huracán 'Dean' por la República Dominicana el 19 de agosto de 2007.
Lloró a cántaros

Lloró a cántaros

Así se llama la ciudad donde más llueve del mundo. Está en Colombia y, paradojas de la vida, no tiene agua corriente.

JULIA FERNÁNDEZ

Sábado, 21 de marzo 2015, 17:49

Macondo existe. El pueblo inventado por el colombiano Gabriel García Márquez para desgranar la historia de los Buendía está hecho de madera y barro. En el lugar imaginario, «llovió cuatro años, once meses y dos días». En el real, cada año cae una media de 13.299 milímetros. Una barbaridad si tenemos en cuenta que en Vigo, por ejemplo, solo se alcanzan 1.791.

El Macondo de nuestros días se llama Lloró, no sin cierta ironía. Está en Colombia, al suroeste de la capital, Bogotá, y en él viven 10.835 personas. El año pasado, Coca Cola puso este lugar en el mapa. El pueblo donde más llueve en el mundo no tiene agua potable. La que usan para el consumo la hierven después de robársela al río o al cielo. La multinacional organizó una campaña para recaudar fondos e instalar plantas potabilizadoras que paliaran esta insostenible situación en pleno siglo XXI.

¿Cómo se mide?

  • El agua de lluvia se mide en milímetros y en litros por metro cuadrado, pero esta última fórmula es cada vez menos habitual. Para intentar visualizar de qué hablamos podemos pensar lo siguiente. Si en Vigo recogiéramos los 1.791 milímetros que caen al año, el agua alcanzaría una altura de 1,7 metros en cualquier punto de la ciudad.

Hay otros dos lugares en la Tierra que le disputan a este enclave colombiano el título. Se trata de dos localidades de la India: Cherrapunji y Mawsynram, situadas en el estado de Megalaya, al nordeste. La primera acumula una precipitación anual media de 12.028 milímetros. Aunque la cifra más bestial es la que cayó entre el 1 de agosto de 1860 y el 31 de julio del año siguiente: 24.647. Por su parte, Mawsynram recoge unos 11.872 milímetros al año y aparece en el Libro Guinness de los Récords como la zona donde más ha llovido en un año: fue en 1985, cuando cayeron 26.000 milímetros. Ambos puntos viven azotados por los monzones.

¿Qué pensarían los vecinos de estos tres sitios si nos oyeran a nosotros quejarnos de lo que llueve? En España, la media de precipitaciones anuales está en 626 milímetros, un número algo «engañoso», reconoce Roberto Brasero, el hombre del tiempo de Antena 3. Esto se confirma con los datos de la Agencia Española de Meteorología (Aemet). En la península hay zonas que superan los 2.200 milímetros anuales «áreas montañosas del noroeste del Portugal continental y de Navarra, y en algunas áreas de las Rías Bajas», y otras que no llegan a los 200, como el cabo de Gata.

En general, la zona norte es la más húmeda del país. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, que abarcan del año 2000 al 2012 (no hay información más reciente), Vigo y San Sebastián pugnan por ser la ciudad en la que más llueve. La primera lo ha sido en cinco ocasiones. La segunda, en cuatro. Sin embargo, el punto de la península donde más precipitaciones se producen está curiosamente en el sur. Es la sierra de Grazalema, en Cádiz, donde caen aproximadamente unos 2.200 milímetros de lluvia al año.

El podio europeo de la lluvia

  • Suiza es el país con más precipitaciones registradas el pasado año, según los datos del Banco Mundial, un organismo del entramado de Naciones Unidas. Albania ocupa el segundo puesto y no es raro._Los Balcanes son una zona habitualmente húmeda del continente europeo. El tercer peldaño del podio es para Noruega, que goza de peor clima que su vecino, Suecia, con mucha diferencia, como se ve en el gráfico. La orografía y estar en una zona de influencia de borrascas lo explican.

«Influye su situación geográfica», explica Brasero. Las montañas «hacen de frontón» con las nubes, que se acumulan en la zona, resume gráficamente el meteorólogo. Aunque los sistemas montañosos por sí solos no explicarían el fenómeno. Grazalema también goza de una «situación atmosférica determinante» al estar en el área de influencia de las borrascas, como la Cornisa Cantábrica.

La tristeza

El tiempo gris no tiene muchos adeptos, pero ¿es el gran culpable de nuestras tristezas y desvelos? El psicólogo José Antonio Molina del Peral se lo piensa. «Sabemos que lo que nos afecta es la falta de sol», lanza. No es casualidad que los países donde menos horas brilla al año encabecen los rankings de depresión o de suicidios. Pero el tiempo «no es un factor concluyente. Hay otros muchos que influyen», aclara. El tipo de educación, el consumo de antidepresores como el alcohol, una personalidad introvertida... también pueden inducirnos a la tristeza, sin necesidad de que haga malo.

Marina Pelayo vive desde hace un año en Bremen, a donde se mudó por trabajo. Es ingeniera. En esta ciudad del noroeste de Alemania lo habitual es que llueva una media de entre 10 y 12 días al mes. «También en verano», apostilla. Ella llegó a la Baja Sajonia desde Santander, otro enclave borrascoso: se recogen 1.129 milímetros de agua al año repartidos en 123 días. «Pero aquí es distinto. Lo hace a rachas: llueve y escampa. En Santander se puede pasar todo el día lloviendo», explica risueña.

Aunque Marina Pelayo busca el sol en cuanto puede, las nubes no le amargan el día. A sus vecinos tampoco: «La ciudad tiene mucha vidilla al aire libre. En esta época se celebran el 'kohlfahrt', una ruta a pie que originariamente era por la nieve y terminaba con una comida fuerte a base de col y carne; los carnavales; algunos festivales...». Salir a la calle y relacionarse con gente es una de esas «actividades gratificantes» que el psicólogo Molina del Peral recomienda para levantarnos el ánimo, porque hablar de depresión solo porque un día gris nos pone de un humor de perros es exagerado: «Podemos decir que estamos más apagados». Estar deprimido es algo más.

En Ginebra, los suizos «están muy preparados» para organizar eventos en la calle pese a la mala climatología. «Si no, no harían nada», señala Marta Prats. Esta barcelonesa lleva allí tres años y medio: «Me vine porque encontré un trabajo en Production Planning de moda». Y echa de menos el clima del Mediterráneo: «Que lloviera tanto, al principio fue un 'shock'». En esta ciudad a orillas del lago Lemán llueve 109 días al año y se recogen unos mil milímetros, aunque se quedan en poco si los comparamos con los datos de la capital de los fiordos. En Bergen amanecen con agua dos de cada tres días y se recogen 2.250.

Lo que sí puede decir Prats sin miedo es que en su ciudad llueve bastante más que Londres, a pesar de la fama que arrastra la capital británica. Allí caen unos 557 milímetros a lo largo de 108 días. Dani Novo vive en Bedford, un municipio dormitorio. Para él, que llegó de San Sebastián, no hace tan malo como la gente cree: «Lo que se echa de menos son las horas de sol», admite. En Londres hay 1.410. En la capital guipuzcoana, 1.816.

Roma 'torrencial'

Otra cosa que llama la atención de este arquitecto es lo poco que se usa el paraguas. «Creo que han desistido de usarlo por el viento», se ríe. Nerea Sánchez coincide en lo mismo. Ella regresó en verano de Edimburgo, donde de noviembre a marzo «es noche cerrada» a las cuatro de la tarde. Allí puedes dejarte en casa el paraguas, pero no el chubasquero. Nunca. Aunque amanezca soleado. «En un día tienes las cuatro estaciones del año», sentencia. Una locura, como la que se vive en Roma cuando jarrea.

La capital de los fiordos

  • Bergen es la capital de los fiordos. La ciudad noruega está al sur del país, en una zona enla que es habitual que encalle el mal tiempo. Pese a todo, el clima de este lugar es sorprendentemente templado para estar en latitudes tan altas.

Porque sí, en la soleada ciudad italiana llueve, y cuando lo hace «alucinas», reconoce el periodista Íñigo Domínguez, que lleva afincado allí 14 años. Los datos hablan de solo 80 días con precipitaciones al año. Pero se recogen más de 800 milímetros. «Es un caos. Hay que dar rodeos de veinte metros para saltar los charcos, muchos túneles de tráfico se inundan, hay colegios que cierran...», desgrana. «¡Se para hasta el metro!», confirma la romana Marta Trabalza. En la capital de Italia la lluvia sí que condiciona la vida de sus habitantes, aunque Domínguez apunta a otro lado para buscar culpables: a la administración y a los políticos. «La ciudad no está preparada. No hay prevención y falta planificación», sentencia.

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