El Sermón de las Siete Palabras acoge un alegato contra la guerra de Ucrania

«La oración de Jesús moribundo en la cruz nos enseña a rezar con amor por tantos hermanos nuestros que sienten el peso de la vida diaria y pensemos ahora en la angustia de tantas familias de refugiados a causa de la guerra de Ucrania», ha apelado ante los presentes el arzobispo emérito de Zaragoza, Vicente Jiménez Zamora (Ágreda, Soria, 1944), durante el Sermón de las Siete Palabras, las últimas que pronunció Jesús antes de morir en la cruz, que han servido de base al religioso soriano para realizar un firme alegado por la paz ante una concurrida Plaza Mayor, recuperada dos años después como escenario de uno de los actos centrales de la Semana Santa en este soleado Viernes Santo.

«Oremos al Dios de la paz, que nos quiere como hermanos y no enemigos, para que la humanidad cese el odio y venza el amor y para que triunfe el sentido común y se respete el derecho internacional», ha deseado Vicente Jiménez en clara alusión a la «guerra sacrílega de invasión de Ucrania», que ha tildado de «verdadera locura» y de «catástrofe humanitaria» que acarrea «lágrimas, sangre, muertes, ruina y muchos problemas humanas».

«La guerra siempre es una derrota para la humanidad», ha incidido el arzobispo emérito de Zaragoza antes de confiar en que «la Semana Santa debe llevarnos a solidarizarnos con tantos hermanos que sufren en sus carnes los horrores de la guerra» y de recordar que Jesús siempre «estará en agonía hasta el fin del mundo».

Las siete palabras pronunciadas por Jesús, según ha ido desglosando el religioso, coordinador del equipo sinodal de la Conferencia Episcopal Española, «son palabras de amor y de dolor y de luz y de vida». Jiménez Zamora ha tenido también palabras de recuerdo para las víctimas de una pandemia que «ha causado tantas muertes y graves consecuencias sociales, económicas, laborales y psicológicas que no debemos olvidar».

«La oración de Jesús moribundo en la cruz nos enseña a rezar con amor por tantos hermanos que atraviesan situaciones de dolor y que no cuentan con una palabra de consuelo», ha reiterado Vicente Jiménez en alusión no solo a las víctimas de la guerra de Ucrania, y de todas las guerras, sino también «de los ancianos descartados que viven en soledad», de «las personas sin techo» y de las «mujeres maltratadas».

«Ojalá que nosotros, al llegar el momento supremo de nuestra vida, al llegar la hora de la cuenta, podamos decir: 'Todo está cumplido'», ha deseado el arzobispo emérito de Zaragoza durante su meditación sobre la sexta palabra de Jesús en la cruz: 'Está cumplido'. «La oración de Jesús, en ese momento extremo de sufrimiento, es de cofianza total en Dios y sus palabras son un acto de entrega y de total abandono en manos de Dios», ha añadido Vicente Jiménez en alusión a la séptima, y última, palabra de Jesús: 'Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».

«¡Cuánto sufrimiento, cuántas divisiones y cuántas guerras podrían evitarse si el perdón, el amor y la misericordia fueran el estilo de nuestra vida!», ha apuntado el religioso soriano en referencia a la primera palabra: 'Padre, perdónalos, porque no sabe lo que hacen'. Hoy, ha añadido, «es Viernes Santo y nadie debe salir de esta Plaza Mayor sin recibir perdón y sin perdonar».

Las imágenes de Semana Santa, pieza fundamental del respetuoso escenario del Sermón, con una representación de cada una de las siete palabras en torno al montaje del paso de 'Cristo entre los dos ladrones', «hablan al corazón del ser humano, toda la sensibilidad individual y colectiva y suscitan la fe, la esperanza y el amor».

El Sermón de las Siete Palabras ha recuperado así, con este alegato por la paz, su escenario tradicional en la Plaza Mayor. Antes, en las horas previas, el pregonero de las Siete Palabras anunció su pronunciamiento a caballo por las calles de la capital, por las que no desfilaba su comitiva desde 2019 a causa de la pandemia.

Vicente Jiménez Zamora, autor del Sermón, es arzobispo emérito de Zaragoza desde su renuncia, aceptada por el Papa Francisco en 2020, cuando era arzobispo de Zaragoza. Ordenado sacerdote en 1968, el religioso soriano, de 78 años, fue obispo de Osma-Soria y de Santander antes de llegar a Zaragoza (2014). Este Viernes Santo ha sido el encargado de pronunciar un sermón que se ha prolongado durante más de un hora bajo un sol de justicia que ha hecho florecer lo abanicos entre los presentes y que ha dejado una lipotimia entre uno de los asistentes que siguieron las palabras de Vicente Jiménez desde el patio de sillas y que ha tenido que recibir asistencia médica.

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