Semana Santa 2025
Prisco anima a los creyentes a vivir desde la fe más profunda y confiadaEl sacerdote vallisoletano proclama el Sermón de las Siete Palabras en la Plaza Mayor únicamente con el Cristo de las Mercedes entre los dos ladrones, pues la adversa climatología aconsejó no montar los otros seis pasos
Un mensaje doctrinal con referencias al evangelio y varios testimonios para ejemplarizar el día a día teniendo muy presente la ayuda a los demás, a ... los necesitados, a los desfavorecidos, al sufrimiento de los enfermos… Pero también a los demandantes de fe. El Sermón de las Siete Palabras ha sido una prédica a la esperanza, una homilía con multitud de enseñas donde en cada momento, en cada palabra, siempre algo sucede: paz y fraternidad. El sacerdote Operario adscrito a la Diócesis de Valladolid, José San José Prisco, ha sido el encargado de realizar este año el sermón en torno a las últimas siete palabras que Cristo pronunció desde la Cruz. Una exhortación donde ha puesto especial énfasis en animar a los escuchantes, presentes en la Plaza Mayor de Valladolid al mediodía de este Viernes Santo así como a los presentes a través de las transmisiones a través de los medios de comunicación y las redes sociales a nivel nacional e internacional, a los creyentes, «a vivir desde una fe más profunda y confiada que no depende de as sensaciones o consolaciones emocionales, sino de la certeza de que Dios sigue presente, incluso cuando no la percibimos».
El presbítero vallisoletano ha sido el encargado de ofrecer este sermón por encargo de la Cofradía de las Siete Palabras en lo que significa una de las celebraciones más reconocidas y singulares de la Semana Santa con mensajes tan positivos y tan de actualidad como la invitación a construir una sociedad que ayude a mirar con esperanza. Y es que su alusión ha girado en todo momento en referencias al Año Romano 2025, decretado por el Papa Francisco como Año de la Esperanza en esta convocatoria extraordinaria del catolicismo en que ha abierto las puertas santas de las basílicas mayores de San Pedro del Vaticano, de Santa María la Mayor, de San Pablo de Extramuros y también de la Catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán. Una esperanza, en palabras de Prisco, que la humanidad hereda de aquellas últimas siete palabras de Jesús, el ultimo aliento en la Cruz, e invitó a «mantenerla inquebrantable en un Dios que es capaz de intervenir misteriosamente para sacar el bien del mal con su poder y con su infinita creatividad».
El que fuera durante un lustro el rector del Colegio Español Pontificio de Roma entrelazó este viernes la esperanza con el amor y la fe «entre lo divino y lo humano» sintiéndose como un peregrino de esperanza en su tierra para ayudar porque, según indicó, «todos nos encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad». Unas palabras ligadas a la bula de convocación del jubileo de este año rubricada por el Papa Francisco para mostrarse convencido, para hacer ver que «Dios sigue actuando a través del amor, tocando corazones, haciendo nacer la vida». «En la Cruz, la esperanza, que para los creyentes se convierte en el punto de partida de una vida transformada». Y, a partir de aquí, animó este mediodía a acompañar a Jesús en su agonía «y dejemos que sus últimas siete palabras transforme nuestros corazones, como iluminaron a tantos hombres y mujeres que configuraron su vida con los sentimientos del corazón de Cristo», para significar en este sentido tres versos de la composición poética del periodista y profesor de la UVa, David Frontela, quien en su pregón anunciador del sermón escribió: «Déjanos, Señor, escucharte; // llámanos para seguirte; // háblanos para poder amarte».
José San José Prisco, catedrático y decano de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia de Salamanca, regaló un sermón donde su objetivo fue ayudar a todos a mirar con esperanza. A partir de aquí, un texto donde estuvo especialmente presente «cómo Jesucristo nos enseña el perdón» disertando sobre esta cualidad en que «el perdón no es una debilidad sino una gracia»: «El perdón cristiano no niega la existencia del mal ni la existencia de justicia, sino que apunta a una justicia superior, la justicia del amor y la misericordia de Dios» a lo que, mirando la cara a la numerosa audiencia congregada en la Plaza Mayor, recordó que «Dios siempre ofrece al pecador la posibilidad de arrepentirse y de cambiar» animando a sumarse al Jubileo de la Esperanza porque es, a su juicio, «una oportunidad para redescubrir esta dimensión del perdón, que no solo cambia al que lo recibe, sino también al que lo ofrece».
Los pasos de las Siete Palabras
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen; Hoy estarás conmigo en el Paraíso; Mujer. Ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre; Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?; Tengo sed; Todo está cumplido y Padre en tus manos encomiendo mi espíritu son las últimas Siete Palabras que Cristo pronunció desde la Cruz y sobre las que este sacerdote fue entrelazando un mensaje «de presente y de eternidad» porque la salvación «no es un acontecimiento lejano sino una realidad inmediata para quien confía en Cristo»: «Es el tiempo de Dios que irrumpe en el tiempo humano» dijo San José Prisco a lo que subrayó en confiar en que »la salvación es una esperanza fiable gracias a la cual podemos afrontar el presente, nuestro presente». Unas reflexiones que por prudencia meteorológica Prisco las hizo sólo ante el Santísimo Cristo de las Mercedes entre los ladrones, lo que viene a ser la composición principal de este montaje de Viernes Santo pero sin el resto de los grupos escultóricos por precaución dado que avanzado el acto había alguna posibilidad de llovizna.
Durante el Sermón de las Siete Palabras de este año también tuvo un entrañable y amoroso recuerdo en torno a la «presencia maternal y cercana» de la Virgen María que, cuando la miramos, «volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y el cariño, unas cualidades que también las destacó del discípulo amado, del apóstol Juan, y su «perseverancia hasta el final». Unas referencias que en esta mañana se hacían teatro catequizador en madera con los distintos grupos de la Cofradía de las Siete Palabras que aunque en esta celebración mañanera no estuvieron sí está previsto que se alumbren durante la Procesión General de la Pasión del Redentor, programada para esta tarde del Viernes de la Cruz. Y entre tantas palabras, también silencios del orador, para explicar que «el silencio de Dios ha de ser entendido en el contexto de la esperanza cristiana porque, al final de los tiempos, Dios hará nuevas todas las cosas».
Palabras de plenitud, como continuaba casi orando el sermonero, que son sed de amor, «o es solo sed de agua -en referencia también al majestuoso paso procesional de Gregorio Fernández-, es sed de almas, sed de amor, sed de la voluntad del Padre cumplida en la salvación del mundo». Así, en este sentido, San José Prisco reclamó a todos: «¡Cuidar!», entendiendo que «cuidar es hacer visible el rostro de Dios a través de nuestras manos, de nuestros gestos, de nuestra ternura… Es prolongar el amor de Cristo más allá de las palabras. Es acompañar, proteger, estar presente, consolar» exigiendo así, al mundo, que «es necesaria una cultura del cuidado como camino para una sociedad más humana y más fraterna».
Con todo, también trasladó un mensaje a los suyos, a los sacerdotes teniendo como testigo al propio arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, y al alcalde de Valladolid, Jesús Julio Carnero, para hacer ver a todos que «la Iglesia, reflejando el corazón de Cristo, está llamada a convertirse en un auténtico hospital de campaña» donde unos acogen y otros acuden. Un Sermón de las Siete Palabras, en definitiva, con multitud de enseñas que alentó el predicador en una completa declaración de vidas entregadas, fecundas y consumadas en el amor. «De sentido de misión, de fidelidad vivida hasta el final», aseveró.
La realidad de la Pasión
Un sermón, como en la vida de cada uno, alentó San José Prisco, «donde siempre algo sucede: paz y esperanza» en lo que más pareció un mensaje donde «la Pasión es el final del camino que conduce a la gloria». Un testimonio, ya historia en tierras vallisoletanas, donde hizo latente que «la Pasión del Señor es una realidad vivida por muchos creyentes que afrontan las situaciones más difíciles, inimaginables, con la fuerza y la esperanza que solo puede dar la fe. Que donde otros se derrumban o ven un sinsentido, un cristiano ve la posibilidad de redimirse y de redimir asociándose a los sentimientos de Cristo».
Numeroso público, también representación de todas las cofradías de la ciudad, asistieron a esta celebración en la que Prisco estuvo acompañado por su madre y un buen número de familiares además autoridades eclesiásticas presididas por Argüello quien estuvo acompañado por el arzobispo emérito de Valladolid, Ricardo Blázquez, el obispo emérito de Santander, Manuel Sánchez Monge, además del vicario general, Jesús Fernández Lubiano. Junto a ellos, autoridades militares encabezadas por el regidor Carnero que estaba con la primera teniente de Alcaldía de Valladolid, Irene Carbajal, el presidente de la Diputación, Conrado Íscar, el diputado nacional , Eduardo Carazo, y el presidente de la Junta de Cofradías de Semana Santa, Miguel Vegas. En la zona de autoridades, por ejemplo, también estaban los concejales de la Administración local así como otros del Grupo Municipal Popular y del Grupo Municipal Socialista. Unos y otros especialmente atentos a las palabras del sermonero que estuvieron precedidas por la última lectura del pregonero a caballo, Álvaro Gimeno, quien declamó con especial ímpetu el poema del periodista y profesor de la Universidad de Valladolid, David Frontela, encargado este año de la elaboración de la poesía que ya en grosa una más, esta vez de verso libre, de esta tradición que cuenta en su haber con más de 75 años de existencia.
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