![Rafael y Ángel Mesonero, hermanos y propietarios de Confiterías Vitín, en Valladolid.](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202204/12/media/cortadas/pastel1-kmaB-U1601638841810WwD-624x385@El%20Norte.jpg)
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Un petit suisse relleno de chantilly y decorado con fondant de colores. Este podría ser el resumen rápido de uno de los dulces típicos de la Semana Santa de Valladolid que lleva por nombre pastel penitente. Su elaboración, pese a parecer sencilla al ver trabajar a sus creadores, lleva horas de planificación y años de práctica para obtener el resultado óptimo hasta convertirse en reclamo de cofradías, turistas y locales durante estos días.
Precisamente hace una década surgió la idea, cuando los hermanos Rafael y Ángel Mesonero, propietarios de la Confitería Vitín, pensaron en cómo salirse de lo común de cara a los postres y dulces típicos de Semana Santa aprovechando los elevados niveles de turismo que reúne la ciudad en estas fechas. «No buscábamos dejar de lado a las torrijas, las hojuelas o la leche frita, pero queríamos ofrecer a los vallisoletanos algo diferente y original», explica Rafael.
Comenzaron elaborando diferentes formas con los 'petit suisses' y al añadir a uno de ellos un cono de chocolate lo vieron claro: al ponerlo de pie simulaba un cofrade, un penitente de los que procesionan por las calles junto a los pasos. «Nos pareció muy buena idea y comenzamos a probar con el 'fondant' para dibujar sobre el dulce las túnicas de las diferentes cofradías, cada una en su color». Y a base de prueba y error salió la propuesta que convenció a la Asociación de Confiteros de Valladolid para que varias pastelerías de la ciudad lo elaborasen de forma conjunta, pero cada uno en su obrador.
Así, el pastel penitente fue cogiendo forma y los colores de las diferentes cofradías de la ciudad quedaban plasmados en los dulces. Desde la túnica negra con la capa verde de la Vera Cruz hasta la roja con en capuchón negro de Preciosísima Sangre, todas ellas están representadas en las creaciones para deleite de vallisoletanos y turistas. Por eso, son muchos los cofrades que durante estos días de Semana Santa acuden a las confiterías donde se vende el dulce para adquirir el suyo, con los colores de su propia túnica. Pero son los niños de Valladolid los que al pasar por los escaparates y ver los capuchones en miniatura reclaman la atención de sus padres y estos, finalmente, terminan comprándoles uno o dos para merendar. «Es cierto que es un dulce que gusta a todos, pero a los niños les encanta ver los colores y les hace gracia por lo alegre que es», explican sus creadores.
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Durante los días de Semana Santa, desde el Viernes de Dolores hasta el Miércoles de Pascua, diferentes confiterías y pastelerías de la ciudad los venden a un precio de dos euros y, según cuentan los hermanos Mesonero, es un trabajo laborioso. «Hay veces que los clientes piden y no les importa de la cofradía que sea, pero cuando piden uno en concreto tenemos que hacerlo en el momento si no está elaborado, y eso supone tener los ingredientes preparados para atender a la demanda». Los colores dados al 'fondant' tienen una larga duración, pero la textura y brillo de este se solidifica y desaparece a medida que pasa el tiempo. El secreto de Rafel y Ángel es «tener a mano una guía con los colores de las diferentes cofradías, porque son veinte y cada una lleva unos colores». Otro punto clave es la temperatura del 'fondant'. «Lo fundamental es calentarlo a 33 o 34 grados para que brille y no se seque», aseguran.
Tras diez años de degustación por los vallisoletanos, los hermanos Mesonero aseguran que está consolidado debido a su éxito. «Si un dulce no funciona al segundo o tercer año se retira, pero este tuvo muy buena acogida y a día de hoy se mantiene. Confiamos poder seguir haciéndolo muchos años más», concluyen.
Hacer los petit suisse a la manera tradicional.
Rellenarlos con el chantilly previamente preparado.
Colocar el cono de chocolate a modo de capirote. Este es neutro, en color oscuro, y se pone igual en todos, indiferentemente del traje original por el gran trabajo que llevaría teñir diferentes conos.
Elegir los colorantes para colorear el fondant con los tonos de los hábitos. En este punto, los pasteleros realizan las combinaciones de colores y añaden los cinturones y medallas para dar mayor detalle al dulce.
Por último, se añaden dos puntos blancos en el capirote simulando los ojos de los cofrades.
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