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Un grupo de cofrades, durante el traslado del Descendimiento, el pasado año. José C. Castillo

Semana Santa 2024

Guía práctica de la Semana Santa para cofrades de número

La vida cofrade es hermandad. Son muchas horas de preparación y convivencia de hermanos para conseguir una puesta en escena en las calles espiritual y patrimonial

Luis Amo

Valladolid

Lunes, 25 de marzo 2024, 15:45

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¿Quieres ser cofrade?

La tradición cofrade en la capital vallisoletana suma más de cuatro siglos de antigüedad. Es verdad que el mismo hecho está especialmente arraigado entre la ciudadanía de generación en generación pero no es menos cierto que cualquier persona bautizada por la Iglesia Católica puede engrosar la lista de una hermandad. Y con mucho orgullo porque se trata de un colectivo que siendo una asociación pública de fieles tiene en común los mismos intereses religiosos y con el compromiso de participar en los cultos, apoyar y fomentar el crecimiento espiritual de sus miembros y contribuir a la realización de obras asistenciales, sociales y de caridad.

Teniendo esto claro, cualquiera puede pasar de vivir la Semana Santa desde la acera, como espectador, a adentrarse en la vida de una cofradía solicitando en la misma un boletín de inscripción, depositándolo allí y asistir a la imposición de medallas cuando le convoquen. La piedad, advocación, querencia o apego por una determinada imagen, sea referida a Cristo a su Madre María adscrito a un pasaje de la Pasión, Muerte o resurrección de Cristo, depende de cada uno y de ahí su propia elección de ser de una hermandad u otra. La aprobación como hermano se ratifica en el correspondiente Cabildo de Gobierno siendo votadas cada año todas las incorporaciones.

A partir de aquí vía libre a participar de la vida de hermandad durante todo el año, a integrar las filas procesionales durante el tiempo de Semana Santa o en otras convocatorias extraordinarias así como de abonar una cuota con la que se afrontan todos los gastos anuales. Cade reseñar también que los hermanos o hermanas indistintamente pueden desfilar con hábito de cofrade o como las populares manolas pero siempre de acuerdo a la normativa de cada penitencial, que en términos más técnicos se conoce como Regla. Cualquier día puede ser bueno para formalizar a inscripción para poder alumbrar en las calles a las diferentes imágenes devocionales.

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El hábito sí hace al monje

La confección de un nuevo hábito cofrade a priori es lo que pudiera frenar a las personas interesadas bien por el coste económico que conlleva o bien por la premura para hacerlo ante la inminente celebración de las procesiones. Pero las cofradías vallisoletanas facilitan todo este proceso: desde la financiación del hábito en caso de necesidad hasta el propio alquiler temporal del mismo pasando por facilitar los establecimientos de confección o los costureros para su hechura.

Los precios varían entre la veintena de cofradías porque puede ser de terciopelo, de tela de estameña o de raso, además de poder tener o no capa, capirote u otras características como empuñadura o cola. A partir de aquí, algunas cofradías ayudan a sufragar la confección a las personas más necesitadas y otras muchas, cada vez más, tienen a disposición de sus cofrades el denominado banco de hábitos donde por una simbólica cantidad de dinero que va destinado al fondo común de la hermandad se puede arrendar la vestimenta de toda la semana.

Se trata de una opción especialmente interesante para los niños, que están en edad crecedera, permitiendo así reciclar los hábitos donados y consiguiendo un aporte económico para el bien común de estos colectivos. Más allá del hábito, también están marcados en la uniformidad los guantes, cíngulo, zapatos e incluso color de calcetines.

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Las insignias y enseres lustran las procesiones

Cada cofradía dispone en la calle la planta de procesión que estime, estando guiada en muchos casos por su propia historia, por la propia normativa litúrgica eclesial. Y trazarla en la calle significa diseñarla mediante tramos marcados con banderas, estandartes o pendonetas junto con insignias como varas, libro de reglas, símbolos de la pasión o trechos separados por el propio acompañamiento musical. Y en este dibujo procesional también se incluyen los grupos escultóricos. Abriendo y cerrando el cortejo de cada cofradía van la cruz guía y/o ciriales y la zona de autoridades o invitados por la cofradía, respectivamente.

Todas estas cuestiones se planifican en el seno de cada hermandad existiendo un dibujo propiamente dicho donde los cofrades pueden apuntarse para llevar uno u otro elemento en función de las características físicas de cada uno y de la propia demanda.

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La concepción histórica de las cofradías

El nacimiento de las penitenciales siempre estuvo asociada a la ayuda a los demás, al consuelo de los desamparados y el acogimiento de la población menesterosa. Y en su compostura más pública está la religiosidad popular a través de las catequesis callejeras con los pasos procesionales, relatos escultóricos de los últimos días de la vida de Cristo que ayudan tanto a la población más erudita como a los más ignorantes a conocer las enseñanzas de los evangelios. Estas prácticas devotas tan extendidas iban complementadas por la propia función de la liturgia. Así, la Semana Santa es deudora de la procesión de disciplinantes que arranca de la devoción a la Cruz de Cristo.

En el caso vallisoletano el corazón cofrade empieza a palpitar en el antiguo Convento de San Francisco de la plaza del Mercado, la actual Plaza Mayor, en torno a la devoción a la reliquia a la Santa Cruz. La Penitencial de la Santa Vera Cruz es la primera hermandad nacida al abrigo conventual en 1498 junto a la Orden Franciscana Seglar-La Santa Cruz Desnuda. Pero entre las históricas penitenciales vallisoletanas también se cuenta la Sagrada Pasión de Cristo, nacida por iniciativa de unos parroquianos de la contigua Iglesia de Santiago Apóstol, la de Nuestro Padre Jesús Nazareno en el Convento de San Agustín, actual Archivo Municipal, así como la de Nuestra Señora de las Angustias y también la Cofradía de la Piedad.

A partir de este siglo XV y XVI numerosas vicisitudes históricas en la ciudad hasta su resurgimiento con el entusiasmo y esfuerzo del arzobispo Remigio Gandásegui, quien a comienzos del siglo XX comienza a reformar la Semana Santa de Valladolid estableciendo nuevas cofradías, gremiales mayormente e incluso destinándolas una devoción a través de los pasos procesionales que no salían a las calles en ese momento o que pudieran ayudar a concebir mejor el relato evangélico. De esta concepción inicial también es la ahora centenaria Procesión General de la Pasión del Viernes Santo con el esquema que conocemos en la actualidad aún con incorporaciones. Posteriormente alguna surgió como la de los universitarios o los periodistas casi a mitad del siglo pasado.

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Salir en una, dos, tres... y hasta cinco procesiones en la semana

El fenómeno procesional es una realidad inseparable de la historia local que, en la actualidad, contempla salidas desde el Viernes de Dolores y hasta el Domingo de Resurrección. Diez días donde se desarrollan XX desfiles por toda la ciudad si bien una amplia mayoría se concentran en la denominada almendra procesiona de la capital: los entornos de la Santa Iglesia Catedral y de la Plaza Mayor. Y en estas jornadas las 20 cofradías alumbran sus pasos o simplemente acompañan a las titulares de un determinado desfile.

Así las cosas, a diferencia de muchos lugares del país y en especial de tierras andaluzas, aquí las cofradías vallisoletanas salen a las calles varias veces a las calles siendo las hermandades de las Siete Palabras y de la Vera Cruz las que más alumbran a sus diferentes grupos escultóricos por las calles. Y los cofrades pueden participar en todos los desfiles de sus cofradías. Es más, las procesiones más importantes, emblemáticas o históricas de cada uno han tomado la acepción en su nombre de alguno de sus sagrados titulares o simplemente se llama 'Procesión de Regla', un desfile en el que antes de salir a la calle, en numerosos casos aunque no en todos, a los hermanos cofrades se les sella la conocida como papeleta de sitio tras depositar un donativo que sirve para el propio sufragio de la puesta en la calle de ese desfile.

La jornada más luminosa del año, por su parte, transcurre desde la mañana del Jueves Santo hasta la madrugada del Sábado Santo con momentos evocadores de mañana, de tarde y de noche.

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Nuestros pasos... o cuidar nuestra esencia

El patrimonio escultórico es el extraordinario exponente de la Semana Santa de Valladolid. Las cofradías alumbran en la actualidad a un total de 65 pasos procesionales saliendo algunos de ellos varias veces a las calles durante la semana. Cabe reseñar en este sentido que cada vez son más los pasos que se procesionan portados en hombros si bien hay muchos que por operatividad, logística o falta de medios humanos se portan en carrozas de ruedas. Porteadores, cargadores, mayordomos o comisarios son las denominaciones que tienen las personas que empujan o arriman el hombro para sacar los pasos a las calles. Y desde hace pocos años también en la ciudad han surgido los costaleros con el estilo de la molía jerezana.

Con todo, el paso más antiguo existente y procesionando en la capital es La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (atribuido a Francisco Giralte, siglo XVI) y se caracteriza porque está confeccionado con materiales muy rudimentarios siendo de madera las cabezas, manos y pies y el resto está elaborado a base de telas y papel encolado. Así eran los pasos de aquella época. El primero de los grandes grupos procesionales de madera policromada en su integridad, por su lado, fue el paso de La Elevación de la Cruz (Francisco del Rincón, 1604), que destaca por la simetría de sus personajes y el control de los puntos de equilibrio de la composición con la propia disposición de las figuras.

Así, el hecho de estar realizados enteramente en madera permitía mejorar calidad de la obra y mayor durabilidad en el tiempo que los anteriores. El mayor número de imágenes o grupos pertenecen a la autoría de Gregorio Fernández en el siglo XVII o su escuela. El paso más moderno, por su parte, es el que está constituyéndose año a año en La Sentencia dado que cada edición de Semana Santa se aporta una imagen diferente. Se trata de un estilo hiperrealista de la escultora gaditana Ana Rey.

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El marchamo vallisoletano del silencio

El silencio es una de las esencias de la Semana Santa en Valladolid. Silencio, compostura, respeto, frío… Son características propias de estas procesiones castellanas si bien hay días jalonados especialmente por la algarabía infantil. Es el caso de la Procesión de las Palmas del Domingo de Ramos, una alegría piadosa que muda en cierto modo al resto de las jornadas vallisoletanas, aunque únicamente en las secciones infantiles. Y el silencio cautiva la devoción popular, ayuda al encuentro con uno mismo. Valladolid en estos días es de susurros en las conversaciones y de confidencias en voz baja.

Pero los tiempos han cambiado y al mencionado silencio en los últimos años le acompaña cierto bullicio antes inexistente. Se trata de un bullicio respetuoso y mayormente instalado más que en los cofrades de acera en los cofrades de bar, es decir, en las muchísimas personas que contemplan las procesiones desde las terrazas de mesas altas o mesas bajas de la hostelería existente en los diferentes recorridos oficiales de las procesiones. Pero siempre, mayoritariamente, desde el máximo respeto a lo que está sucediendo en la calle: la descripción del relato evangélico a través de la escultura o los símbolos de la Pasión incluidos en la planta procesional.

Las emociones a flor de piel, por cierto, a veces se expresan con aplausos. Ahí están y ahí quedan porque son muestra popular de sentimientos aunque es verdad que a otros no les gustan para Castilla.

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Escenarios de luces y sombras

Valladolid vive esta semana casi a oscuras. Pendiente del cambio de hora invernal con el nacimiento de la primavera durante la madrugada del próximo 31 de marzo. Esta circunstancia origina que este año las cofradías y sus procesiones reflejen más sombras de velas y también de la propia ciudad. Sin embargo, las hermandades disponen de más velas y las calles de menos farolas: hachones, ciriales, faroles y candelería de pasos y andas aportan cada vez más realismo al propio dramatismo de las escenas o a la propia soledad de los cristos y vírgenes vallisoletanas.

Se cuida mucho su estética, los colores de la cera con la estética decorativa del paso, con los de las flores o con las del propio hábito. La luz artificial del comercio continúa abundando aunque algunos establecimientos sí se han animado en los últimos a rebajar la intensidad de la misma manera que hace el Ayuntamiento de Valladolid a través del servicio municipal de Alumbrado que, a petición de las cofradías, apaga por fases distintas calles o plazas o entornos de paso cofrade.

La Cofradía de las Siete Palabras inició este camino en penumbra en el entorno del Atrio de Santiago a la salida de su desfile titular del Santísimo Cristo de las Mercedes en la noche del Miércoles Santo así como alguna vía pública más de los alrededores de Héroes de Alcántara y Zúñiga. Este año, en la misma procesión, el recogimiento a media luz y a medianoche podría innovarse en la plaza del Salvador. En los últimos años son muchos los semáforos que también se apagan en los recorridos oficiales de algunos desfiles. El trazado urbano parece que cada vez fue delineado para la Semana Santa.

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La tradición monumental de las siete iglesias

Es una de las más ricas tradiciones vallisoletanas: porque los amigos y las familias se reencuentran en muchos casos para las visitas al Monumento durante la tarde del Jueves Santo y también en la mañana del Viernes Santo. Y a esta riqueza de la unión fraternal se suma el profundo significado religioso que conlleva postrarse ante el Santísimo y el sentido artístico, patrimonial e incluso didáctico que se consigue en estos efímeros altares.

Es la oportunidad de muchas personas para visitar iglesias que durante el año están cerradas o simplemente no se acude a ellas. También es la ocasión para redescubrir muchos templos porque en Semana Santa cuentan con una disposición especial, albergan pasos procesionales de otras hermandades o de los fondos del propio Museo Nacional de Escultura o es el único momento del año que sacar sus tesoros y orfebrería para engalanar sus altares en pleno Triduo Pascual.

Un recorrido por templos con altares especialmente cuidados y donde el ambiente de oración está asegurado es en la Catedral Metropolitana, la Basílica-Santuario Nacional de la Gran Promesa -en pleno Año Jubilar del Sagrado Corazón-, la Capilla del Colegio de San Albano-Los Ingleses, la Iglesia de San Felipe Neri, San Pablo, San Quirce y Santa Julita o el Monasterio de Santa Isabel de Hungría.

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Cita con la restauración y la confitería local

El ambiente cofrade vallisoletano comparte barra y terraza, mesa y mantel, mostrador y banco con los turistas. Todos buscan un hueco pero lo cierto es que es difícil por lo que hay que ser previsor: reservar a tiempo o evitar las horas punta. Cofrades ataviados con traje y corbata e incluso mujeres vestidas con peineta y mantilla española alternan a la hora del vermú, la comida, la merienda o la cena para degustar las viandas de los surtidos o menús especiales que estos días preparan muchos bares y restaurantes.

El tardeo se ha convertido en la capital en un momento de hacer el descanso procesional en una terraza. Los más golosos tienen el éxito del paladar garantizado en las pastelerías de la Asociación de Confiteros de Valladolid, un gremio que estos días vende uno de los postres más demandados y que más gustan del año: el Dulce Penitente, un pastel elaborado a partir del afamado petisú que imita a un capirote de la tierra con sabores adheridos muy de aquí. Con jornadas de Semana Santa con buen tiempo, parece que no va a ser esta, las colas en las heladerías también abundan por el día y lo propio en las chocolaterías se multiplican al atardecer.

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