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La capital volvió a emular a Jerusalén. La expectación fue máxima por recibir a la popular borriquilla porque miles de personas volvieron a apostarse por todo el recorrido haciendo varias filas para flanquear y batir sus palmas al paso de la procesión. Las gradas de ... la Plaza Mayor también registraron un lleno absoluto, con lo que la imagen de casco histórico abarrotado recordó a anteriores ediciones de Semana Santa, a ediciones prepandemia, y, por tanto, hace denotar unos buenos días de participación en las aceras. En las hermandades, por su parte, sucedió todo lo contrario: descenso generalizado de la participación de cofrades de las secciones infantiles con cofradías con un escaso número de niños en la calle.
El sol desde el amanecer hacía pronosticar un buenísimo Domingo de Ramos aún sin megafonía. En todos los sentidos. Porque los ciudadanos demostraron que tenían y tienen muchas ganas de ver procesiones, de ver su patrimonio por las calles y de reencontrarse con los capuchones. Es más, lo demostraron hasta con mucha paciencia en la Procesión de las Palmas de por la mañana, que partió al mediodía desde la Catedral porque fueron muchos los parones e incluso varios descuelgues de la cofradía titular del desfile, la Penitencial de la Vera Cruz, que hicieron que a las altas temperaturas reinantes el ambiente se acalorase aún más porque no se entendían los retrasos y los tiempos de espera para un público que en algunos casos había cogido sitio bastante antes del inicio de la procesión. Con todo, este malestar llegó a generar una procesión paralela a través de las redes sociales donde muchas personas expusieron su enfado.
Los retrasos en la conclusión de la misa de bendición de los ramos, los cargadores del paso o el ritmo de las bandas de música de la última parte de la planta procesional fueron algunas de las razones esgrimidas por los propios directivos de la Vera Cruz a este periódico. Unas justificaciones, por cierto, que tampoco convencieron al resto de hermandades, dado que las primeras que llegaron a la calle de Platerías para esperar el paso de la borriquilla sumaron hasta una hora y media de espera y, además, con la circunstancia especial de que mayoritariamente sus filas están integradas por niños, la espera todavía se hizo más pesada.
Así, llegados hasta este momento donde por cierto hubo varios cofrades que tuvieron que ser atendidos por los servicios de emergencias por golpes de calor, algunas hermandades sumaron otra procesión paralela a esta crónica de la mañana del Domingo de Ramos: a la procesión de los niños y a la procesión de las redes sociales ya citadas, estos añadieron otra, la procesión de la Vera Cruz sintiendo que en algunos momentos se olvida que la Procesión de las Palmas también es un desfile de ciudad.
En definitiva, una procesión que hace un par de semanas empezaba con polémica por la prohibición por parte de la Vera Cruz de la participación de niños de catequesis y colegios para evitar la masificación de la calle de Platerías a la conclusión del recorrido y que ayer se vio ligeramente empañada por los parones y cortes. Precisamente, Platerías presentó un aspecto más vacío de lo habitual, que obedecía a la prudencia ante la pandemia que estamos viviendo, pero sin duda fue el epicentro con el solemne momento de la llegada del paso de La Entrada de Jesús en Jerusalén (Francisco Giralte, siglo XVI), el más antiguo de la ciudad. Y ante este querido paso de los vallisoletanos llevado a hombros, y desde el balcón de la Iglesia de la Vera Cruz, el arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, se congratuló «de volver después de dos años en que la pandemia nos ha impedido caminar por las calles de nuestra ciudad con esta magnífica procesión».
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El olor del incienso de la jornada se entremezclaba con los aromas de despedida del cardenal quien animó a vivir estos días «con intensidad» e insistió en que hay que «sentirse felices con la visita de nuestro Señor en una borriquilla» a la vez que exaltó que «las manifestaciones de este año son especialmente gozosas por el tiempo de espera y tenemos que recibir a Jesús no solo esta Semana Santa sino en nuestra vida, en nuestro corazón, en las incertidumbres de la sociedad, estando unidos en la salud y en la enfermedad».
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