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Los cofrades de la Vera Cruz salvan los Cuatro Cantones Marta Moras
Semana Santa

La Vera Cruz de Palencia exhibe todo su potencial tras cinco años sin salir a la calle

La Oración del Huerto, la más grande de las procesiones del ciclo penitencial palentino, salió por última vez en 2017 por la lluvia y después por la covid

Viernes, 15 de abril 2022, 00:17

La lluvia arruinó la procesión en 2018 y 2019, después, llegó la pandemia. Eran cinco años sin poder disfrutar de la imagen de la Virgen de la Vera Cruz, con su palio y su manto y portada a hombros por los cofrades, en las calles ... de Palencia.

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Cinco largos años de los que ayer quisieron desquitarse los hermanos de la Vera Cruz. Ahormaron una procesión por todo lo alto, exhibiendo el potencial de la mayor de las cofradías palentinas, con cientos de penitentes luciendo el hábito negro y verde, correspondidos además por destacados cuadros del resto de las hermandades, incluida la banda de los nazarenos, que abría el desfile.

Y tras ellos, una colección de imágenes penitenciales que ofrecía un recorrido evangélico de la Pasión de Jesús, desde el Lavatorio y la Sagrada Cena (pasos eminentemente modernos), al Jesús atado a una columna o el Yacente (fechados en los siglos XVII y XVII).

Cerraban el cortejo las dos imágenes titulares de la cofradía, Nuestra Señora de la Vera Cruz, portada a hombros por 120 personas, y la Santa Vera Cruz-Lignum Crucis, también de enormes dimensiones, aunque con un número algo inferior de cargadores.

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Y este era el gran espectáculo que esperaban ver los palentinos, así como los cientos de visitantes que se podían encontrar casi por cualquier rincón del centro de Palencia. Porque era ayer, en las calles palentinas cuando podía entenderse la recomendación del uso de la mascarilla al aire libre para poder contemplar las procesiones. Lo de evitar las aglomeraciones, completamente imposible. Toda la ciudad parecía estar en la calle.

Y los cofrades de la Vera Cruz no defraudaron a su público, porque lo tienen y mucho. A lo largo de todo el trayecto, en cada momento de descanso o cada reinicio de la marcha, siempre arrancaban los aplausos a los cargadores, ofreciendo una estampa poco habitual de las procesiones castellanas, generalmente de estilo más sobrio.

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Lucía esplendorosa la Virgen bajo su palio y arreciaban los aplausos a su paso, únicamente deslucido por las continuas paradas para el descanso de los cargadores, que en algunos momentos parecían prolongarse en exceso, lo que ralentizó enormemente el desfile. No ocurría lo mismo con el paso del Lignum Crucis, cuyos cargadores ofrecían una imagen más descansada, aunque también se veían obligados a parar cada pocos metros, puesto que el recorrido era largo, no había tandas de relevo y era necesario dosificar las fuerzas.

Pero además, los cofrades tuvieron que solventar diferentes problemas durante el recorrido, como las dificultades de giro de la Sagrada Cena, paso de larga longitud, que se rozó contra la pared al entrar en la Plaza Mayor, o el enganchón que sufrió el palio de la Virgen en la calle Colón, al toparse con un fino cable que había pasado inadvertido, pero que colgaba más bajo de lo esperado. Tuvo que subir un cofrade para desenganchar el cable, lo que provocó un nuevo parón, que, afortunadamente, no se repitió en la llegada del Lignum Crucis, dado que los cargadores hicieron el esfuerzo de bajar la cruz y meter riñones para evitar que se enganchase.

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Volvió a resultar emotivo y espectacular el paso por los Cuatro Cantones, con una soprano que entonó el Ave María al paso de la Virgen y la celebración de un minuto de silencio en recuerdo de los difuntos cuando llegó la Vera Cruz. Este último paso ofreció una vez más la más reconocida imagen de la procesión, cuando los cargadores deben levantar el paso por encima de sus cabezas para salvar los hitos de piedra ubicados en el céntrico cruce de los Cuatro Cantones.

Sin embargo, la parte final quedó deslucida por el agotamiento de los cargadores de la Virgen, que tuvieron que esperar la ayuda de la tanda de la Cruz, una vez que está llegó a la capilla de la Vera Cruz en San Pablo.

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