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José María Díaz
Palencia
Jueves, 18 de abril 2019, 19:46
Cayeron las primeras gotas cuando ya la imagen de la Virgen enfilaba hacia la entrada de la capilla del Santo Sepulcro, en la calle Lope de Vega. Una vez recogida y con los cofrades ya a resguardo, se abrieron los cielos y comenzó a llover de verdad, con lo que los únicos que se mojaron fueron el numerosos público que siguió el recorrido nocturno y también los miembros de otras hermandades que habían acompañado a los cofrades del Sepulcro en su regreso a sus respectivas sedes.
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Se trató de una procesión corta, con un recorrido reducido, puesto que las previsiones meteorológicas no eran halagüeñas. Se quería salir, la lluvia ya había arruinado las dos procesiones del Miércoles Santo y los cofrades del Sepulcro no quería que una de sus más queridas procesiones se viera también suspendida. Así que salió, con la prudencia de acortar el recorrido para no tentar a la suerte. Y se acertó. La procesión no llegó hasta San Lázaro y desde la altura de la Diputación se dirigió a la plaza de San Francisco, en donde se celebró un acto litúrgico. Desde allí, hasta la cercana sede del Sepulcro ya era sencillo y los cielos respetaron, entre la sorpresa del público, que no dudaba en señalar: «¡Cronometrado! ¡Ha estado cronometrado!».
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