José maría díaz
Palenci
Lunes, 26 de marzo 2018, 23:38
La Semana Santa de Palencia parece este año dispuesta a desafiar las predicciones meteorológicas. Si el Domingo de Ramos pudo ver cómo discurrían con total normalidad las dos procesiones previstas, a pesar del anuncio de lluvias, en la noche de este lunes, en la que estaba totalmente descartado que pudiera llover, fue el agua la que quiso cobrar protagonismo, al menos, durante la primera parte del desfile procesional.
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Ya desde los momentos iniciales, durante el denominado acto de ‘vestición’, el tradicional revestimiento de los cofrades, unas gotillas lanzaban el primer aviso. Hermanos de las diferentes penitenciales palentinas componían sus hábitos ante la expectante mirada de una Plaza Mayor abarrotada de espectadores. Primero la túnica, después, el cíngulo, para seguir con la capa, la medalla, el capirote y los guantes, siguiendo todo un íntimo ritual que se mostraba abiertamente a los palentinos como expresión pública de la devoción por Cristo.
A medida que avanzaban los minutos, las tímidas gotas que caían de un cielo que en principio debía estar despejado, ponía en alerta a todas las hermandades. Las más previsoras pronto hicieron aparecer plásticos para cubrir estandartes, pendones o guiones, desarbolando en cierta manera el cuidado orden que ofrece toda procesión. A medida que creía en intensidad la lluvia, no hubo más remedio que proteger también la venerada talla de Jesús Crucificado, una espectacular imagen de madera del siglo XIV atribuida al prestigioso imaginero Alejo de Vahía.
Así, tapado por un plástico, tuvo el Cristo que encontrarse con la Virgen de la Piedad en la iglesia de San Agustín para rememorar su primera llaga. La procesión en este momento estaba prácticamente partida en dos, dado el retraso que había causado la necesidad de cubrir el único paso que participa en el desfile de Las Cinco Llagas.
Pudo recomponerse la situación en la plaza de San Pablo, en donde, ya sin nubes amenazantes, se pudo descubrir la imagen del Jesús Crucificado, en donde se rezó a la segunda llaga en la capilla del Nazareno, saludándose además a la imagen de Jesús atado a la columna que habían sacado a la plaza los hermanos de la Vera Cruz.
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Se dirigió posteriormente a la catedral, para efectuar la tercera parada, que pudo disfrutarse desde la plaza a través de una pantalla gigante, para finalizar el desfile de nuevo en la plaza de San Francisco, en donde Jesús rezó primero ante la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, para culminar con un emotivo encuentro ante la imagen de Nuestra Madre Dolorosa.
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