Palencia

La Piedad vuelve a cruzar el Carrión para rezar por los hermanos difuntos

Mientras en la Plaza Mayor, los hermanos de la Misericordia rememoraban con la procesión del Vía Crucis el camino al Calvario del Señor, en el interior de San Agustín, los cofrades de la Piedad, una de las hermandades de advocación franciscana, se preparaban espiritualmente siguiendo la tradición de los antiguos ejercicios de tinieblas. Y una vez completada esta purificación interior, las puertas de San Agustín volvían a abrirse para dar paso a la segunda de las procesiones del Miércoles Santo de Palencia, la de Luz y Tinieblas, en las que los penitentes peregrinan hasta la otra orilla del río Carrión, en la que se asienta la más antigua de las parroquias de Palencia, la de Santa Ana o Allende el Río, la única además de la capital palentina que conserva su propio cementerio.

En uno de los momentos culminantes de la Pasión palentina, los cofrades cruzaron un año más las aguas del Carrión atravesando el puente de Puentecillas, de fábrica medieval, pero de origen romano.

El cortejo, que cruza primero las calles del centro, junto a la propia Catedral, para descender hasta la ribera del río y cruzar el puente, avanza posteriormente por el Sotillo, para llegar hasta Santa Ana, en donde los cofrades oran por los difuntos, para después regresar de nuevo hasta la iglesia de San Agustín.

En un recorrido plenamente nocturno, los faroles se tornaban este Miércoles Santo en un elemento esencial de la procesión, especialmente en el recorrido por zonas poco habituales del horario nocturno como las más ribereñas. Durante el regreso, por calles muy próximas discurría al mismo tiempo la procesión de la Quinta Angustia.

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