Jesús y su madre se reencuentran en el Otero

A la tercera, no, a la cuarta, porque las tres anteriores han estado condicionadas por la lluvia, con suspensiones o cambios en los recorridos. Así, la primera de las procesiones de esta Semana Santa que ha podido desarrollarse con normalidad plena y siguiendo el programa establecido por los cofrades de la Vera Cruz ha sido la del Rosario del Dolor, uno de los desfiles penitenciales más emotivos, ya que permite el encuentro de las imágenes del Cristo de la Vera Cruz y de Nuestra Señora del Dolor en lo alto del Otero, a los pies de la magna escultura de Victorio Macho.

Pero aunque el recorrido puedo desarrollarse en toda su extensión, el miedo a una chaparrada estuvo presente durante toda la tarde. Las previsiones meteorológicas así lo apuntaban, con lo que a la hora de la salida, los hermanos de la Vera Cruz no las tenían todas consigo, por lo que habían anunciado que la decisión final no se tomaría hasta que se hubiese alcanzado la iglesia de San Ignacio y Santa Inés, al comienzo de la subida al barrio del Cristo.

Una vez alcanzado este templo, en el que debía leerse el cuarto misterio del rosario, los cofrades, al comprobar que los cielos seguían despejados decidieron seguir adelante y el Cristo y la Virgen siguieron avanzando hacia el Otero, hasta la cumbre del cerro, en donde se escenificó el encuentro. Después la larga comitiva inició el descenso, para regresar hasta la iglesia de San Pablo, atravesando de nuevo los barrios del Cristo y del Ave María, y cruzar también las vías del tren por el subterráneo para vehículos de la avenida de Santander. Se produce además en este punto uno de los momentos más llamativos de la Semana Santa, dado que los cofrades deben cargar al Cristo y la Virgen a la altura de la cintura, en lugar de sobre los hombros, para evitar que golpeen el techo del túnel.

Además, cofrades de la Vera Cruz de Carrión, Osorno y Valladolid acompañaron en el ascenso hasta el Cristo a sus hermanos de la capital palentina

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