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El Viernes Santo amaneció en Osorno envuelto en una atmósfera de solemnidad y fervor religioso, perceptible en cada rincón de este municipio palentino. Desde mediodía, una multitud de fieles se congregó para participar activamente en el tradicional Vía Crucis, recorriendo con profunda emoción las catorce estaciones que evocan la pasión y muerte de Cristo. El acto estuvo presidido por la venerada imagen de Nuestra Señora la Virgen Dolorosa, a quien los asistentes elevaron oraciones de protección y consuelo.
Durante este recorrido espiritual, las calles próximas a la iglesia se transformaron en auténticos altares de fe. Las fachadas de las viviendas pertenecientes a los cofrades lucían engalanadas con banderas de la Vera Cruz en sus balcones, simbolizando cada una de las estaciones del Vía Crucis y rememorando así los momentos más significativos de la Pasión de Cristo.
Ya por la tarde, a las 16:30 horas, se celebró en el templo el acto litúrgico central del día: la conmemoración de la Pasión del Señor, con el conmovedor Descendimiento del Crucificado. La imagen fue presentada a la Virgen María y, posteriormente, colocada simbólicamente en el sepulcro, en un acto cargado de solemnidad y recogimiento.
Sin embargo, la jornada también estuvo marcada por la incertidumbre meteorológica. La tradicional Procesión del Santo Entierro, prevista para las 18:30 horas, tuvo que ser suspendida debido a las previsiones de lluvia. La Cofradía de la Santa Vera Cruz de Osorno comunicó oficialmente esta difícil decisión, manifestando su pesar y subrayando la responsabilidad de preservar los pasos e insignias procesionales, considerados un patrimonio artístico y devocional único en el municipio.
Pese a la decepción que supuso esta suspensión para muchos fieles y visitantes, la comprensión fue generalizada. La prioridad fue, como expresó la cofradía, «la custodia del legado que generaciones anteriores han protegido con tanto esmero».
No obstante, a las 22:00 horas, se celebró la procesión con la imagen de La Soledad, cuya salida, aunque con un recorrido más breve, se vivió con intensidad emocional. Fue un momento íntimo y sobrecogedor que reafirmó la esencia de la Semana Santa osornense, basada en la fe, la tradición y la comunidad.
A pesar del frío y la lluvia, los cofrades desfilaron con admirable entrega, mostrando el profundo arraigo de esta celebración centenaria. El público, respondió con respeto y emoción, arropando a los participantes en cada paso del recorrido.
Este Viernes Santo quedará grabado en la memoria colectiva de Osorno no solo por las dificultades climáticas, sino por la dignidad, el fervor y la capacidad de adaptación con la que se afrontaron. Una jornada que reafirma que la Semana Santa, más allá de sus manifestaciones externas, vive intensamente en el corazón de su gente.
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