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Fechada en la parte final del siglo XV, la talla de Jesús Crucificado de Alejo de Vahía es la imagen penitencial más antigua de la Semana Santa de Palencia. Una joya que se conserva con mimo en la iglesia de San Francisco y que ayer ... volvió a servirle de cobijo, ante el aguacero que pronostican los servicios meteorológicos.
Acertaron. A las diez de la noche, hora en la que el Cristo aún debía estar recorriendo las calles palentinas llovía con toda la fuerza. Era un riesgo que no podía correrse y los hermanos de Jesús Crucificado decidieron desde el primer momento suspender la procesión.
No caía una gota a las ocho de la tarde, cuando se decidió la suspensión, y la decisión parecía sorprender a las cientos de personas que se arremolinaban en los entornos del convento de San Francisco, en donde se encuentra la sede de esta cofradía fundada en 1949, conocida también entre los palentinos como los 'luises' o los 'kostkas'.
En el interior del templo se agolpaban también los miembros del resto de hermandades palentinas que habían aceptado la invitación para sumarse al desfile de Las Cinco Llagas. Con pesar, despojados de las varas y del capillo, esperaban pacientemente en los bancos, mientras los numerosos cargadores que también se habían sumado voluntariamente para ofrecer su penitencia al Crucificado se lamentaban por no poder cargar al Cristo.
Sin embargo, sí pudieron. Al menos, simbólicamente, dado que la cofradía de Jesús Crucificado quiso ofrecer a los palentinos la posibilidad de contemplar en la calle la imagen de una de sus imágenes más veneradas. Así, como gesto previo al acto penitencial que se desarrollaría después en el interior de San Francisco, la imagen de Jesús Crucificado cruzó las puertas del atrio y salió a la plaza para efectuar un pequeño recorrido alrededor de este céntrico foro palentino.
Escoltado por dos agentes de la Policía Local en traje de gala, la imagen del Cristo fue circundando la plaza, pasando de unos hombros a otros, permitiendo a todas las tandas de cargadores demostrar su devoción por el Crucificado. Y avanzaba el paso, parsimonioso, al ritmo de los sones de la banda de la Santísima Trinidad, para regresar a la seguridad de San Francisco, en donde le esperaba la imagen de Nuestra Madre Dolorosa junto al altar mayor. Allí, en pie, aguardaban también dos representantes de cada una de las cofradías penitenciales de Palencia, que protagonizaron el tradicional acto de vestición, con el que se inicia todos los años la procesión de Las Cinco Llagas en la Plaza Mayor.
Tras la vestición, los cofrades oraron a las heridas que sufrió Jesús y el acto finalizó con la despedida del Cristo y la Virgen.
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