Fue un acierto por la espectacularidad que ofreció el acto el traslado desde la Plaza Mayor a la plaza de la Inmaculada. El soberbio edificio de la Catedral engrandece cualquier evento que se celebra ante sus muros y el Vía Crucis del Miércoles Santo resultó ... esplendoroso, con un encuentro especialmente emotivo, el del Cristo de la Misericordia, titular de la procesión, con la Virgen de la Soledad, en una jornada muy especial para ambas hermandades, puesto que las dos tallas volvían ayer a salir en hombros después de casi sesenta años.
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Acompasados por el canto de una soprano, el Cristo y la Virgen fueron al encuentro en el momento culminante del Vía Crucis y se mecieron al ritmo de la música. A poca distancia, la imagen de Nuestra Señora del Perdón contemplaba la escena desde lo alto de su carroza.
De esta forma, con esta celebración a los puertas de la seo, los cofrades de la Misericordia quisieron ofrecer su particular homenaje a la Catedral palentina, con motivo de las celebraciones que se siguen por el séptimo centenario de la colocación de la primera piedra del templo catedralicio.
Y aunque el acto del Vía Crucis ganó en espectacularidad, con el Cristo a hombros recorriendo las catorce estaciones distribuidas por la Plaza de la Inmaculada, también es cierto que muchos de los asistentes echaron de menos la celebración en la Plaza Mayor, como en años anteriores. Porque dos elementos se conjugaron en contra de la Inmaculada, el intenso frío, con un viento demasiado recio, que no dejaba disfrutar del acto penitencial, y una mala megafonía que apenas permitía escuchar a la soprano y nada en absoluto la parte correspondiente a los oficios religiosos. Una pena, que llevaba a muchas de las asistentes a añorar las celebraciones en la Plaza Mayor, en donde sí podían participar en el rezo del Vía Crucis.
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Pero a pesar del frío que se vivió en la parte final de la procesión, esta primera procesión del Miércoles Santo encontró una de las mayores respuestas de público en una procesión que se ha vivido en los últimos años. Todo el recorrido hasta la plaza de la Inmaculada se encontraba completamente repleto de personas y en los graderíos colocados ante la Catedral no cabía un alma, con todo el entorno vallado completamente abarrotada de público.
La procesión regresó por la Calle Mayor para despedir a la Soledad, al mismo tiempo que salía el desfile de Luz y Tinieblas.
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