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Un año más La Arbolada abarrotó la parroquia San Miguel Arcángel de Aguilar de Campoo. Un acto que no dejó indiferentes a todos aquellos que ... se congregaron en el principal templo de la villa en la mañana del Viernes Santo, ya que se trata, sin duda, de una de las celebraciones más concurridas y esperadas de la Semana Santa aguilarense.
Una conmovedora ceremonia en la que la Cruz, como símbolo universal y con sus muchos significados, es la protagonista. Y en la que no falta la música, los salmos ni las alegorías. En la que diversos colectivos de la localidad norteña colaboran para ofrecer a los allí reunidos una representación cargada de solemnidad, belleza, emoción y de estudiado contenido tanto histórico, artístico como religioso.
Nuevamente, el acto, organizado por Miguel de la Hera y presentado por Cristina Ruiz, acogió las saetas y coplas cantadas por Ana Clara y las melodías de la banda municipal; además de las voces del Coro Peña Aguilón y varias sorprendentes y enternecedoras escenas al pie de las cruces. Cinco, como viene siendo habitual, fueron las tallas que desfilaron por los pasillos de la iglesia para articularse frente al altar.
La cruz de la Agonía portada por la cofradía de San Miguel fue la primera en llegar. Una talla del siglo XVI que muestra como la muerte alcanza incluso a un Dios con un crucificado casi desnudo, con los pies torcidos por el dolor, con las manos abiertas, famélico incluso, aunque es un dolor de corazón más que físico, por eso las llagas no se muestran con toda su crudeza; apenas si son perceptibles las marcas en el cuerpo. Una cara que es expresión de dolor, de sufrimiento, como el retorcimiento de los dedos y la mirada hacia el cielo. Todo indica el final de una vida y el dolor de una muerte seguro y dolorosa.
En segundo lugar, desfiló la cruz de los Ladrones, barroca, trasladada por un grupo de mujeres de Amas de Casa. Un cristo retorcido por el dolor que muestra su dolor como llamada a la colaboración. El rigor de la cara, los dedos encogidos de las manos, los dedos separados de los pies, la melena revuelta por el dolor y el vendaval, la abundancia de sangre por todas las partes del cuerpo. Invita a la vez a la penitencia y al reconocimiento de nuestra propia vida.
Posteriormente, transitó con un grupo de mujeres del Hogar la cruz de la Vera Cruz, gótica del siglo XIV, la cual expresa el dolor y la agonía. La anatomía del cuerpo anuncia sufrimiento, cubierto de sangre llegando a dar una impresión de patetismo y de agonía en los últimos momentos. Destaca el paño de pureza que pudiera ser más que un paño un manto que cubre desde la cintura hasta más debajo de las rodillas. La imagen indica un Cristo muerto ya, pendiente de los clavos sobre una cruz de árbol con sus brotes, señal de una vida posterior.
La cofradía de Nuestra Señora de Llano desfiló seguidamente con la cruz de Santa Cecilia del siglo XII, una auténtica joya del románico. Imagen estilizada, alargada, austera, sin expresión de dolor. La figura transmite serenidad, aceptación, esperanza y a la vez grandeza y divinidad. El paño de pureza es amplio, anudado en el centro, símbolo de limpieza y purificación. Esta talla es la viva imagen de Cristo triunfante.
Y en último lugar, llegó la cruz Vacía en manos de un grupo de mujeres voluntarias. Representa la propia cruz de cada uno. Una cruz sin corona ni figura. La cruz de la vergüenza, del abuso, del poder explotador, de los que hacen la guerra, de los que la sufren, de los reyes destronados por el consumo, la alienación rampante. La cruz del vicio y la caricatura de quien se ha quedado sin rostro, sin vida, sin aliento, sin esperanza por no poder soportar su cruz.
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