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Rompía el golpe de tambor el silencio de la madrugada del Viernes Santo. Se abrían las puertas de la capilla nazarena tras el toque del ... tararú y las túnicas moradas, a las que acompañan devotos del resto de hermandades palentinas, llenaban en larga hilera las calles del barrio de San Pablo y Santa Marina.
Una ciudad en penumbras y cientos de fieles con velas en las manos alumbrado el paso del 'Viejo' o el 'Abuelo', la talla de Nuestro Padre Jesús Nazareno, una obra del imaginero Tomás de la Sierra, fechada en 1717.
La procesión del Silencio es una de las dos que se celebran en la capital palentina durante las horas de la madrugada. El día anterior desfilaba la Quinta Angustia, mientras que este Viernes Santo salía el Nazareno viejo (la cofradía tiene otra talla del siglo XX). Portado a hombros únicamente por miembros de esta hermandad, recorre las calles a oscuras, escenificando las caídas de Jesús en su camino al Calvario. La tercera, en el interior de la Catedral, este año, con la posibilidad de ser disfrutada por todos los fieles que abarrotaban el graderío de la plaza de la Inmaculada, al disponerse una pantalla gigante en el exterior del templo.
Recorrido en silencio, sobrecogedoras escenas y un paso rápido en el tramo final, ante la amenaza de un 'calabobos', que no se tornó finalmente en lluvia. Soneto de despedida y entrada, de vuelta al palacio nazareno.
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