fernando caballero
Sábado, 8 de abril 2017, 00:05
La catedral se ha convertido en los últimos años en escenario de algunos actos penitenciales palentinos, recuperando así el protagonismo que tiene el principal templo de la Diócesis como sede de la cátedra del o bispo, con todo lo que ello implica desde el punto de vista litúrgico.
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Pero la catedral como escenario de las procesiones ofrece hermosas imágenes, tanto en el interior como en el exterior. La salida de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia por la puerta de Santa María, conocida popularmente como la del Obispo, volvió a evidenciar la riqueza plástica que genera el encuentro de las viejas piedras catedralicias con el dramatismo de los pasos procesionales, como este Jesús de la Sentencia, obra de Ventura Pérez Rodríguez, estrenada en 2011, que hereda el patetismo de la tradición imaginera que resalta el rostro desencajado de quien escucha su condena muerte.
La procesión pone de manifiesto el perfil andaluz de la hermandad organizadora. Desde el sistema de procesional, a costal por un grupo de 35 costaleros, que mueven el paso en rítmicos bailes, hasta el canto de una saeta de origen malagueño a cargo del palentino Gerardo Herrero, un enamorado del cante andaluz que puso pasión en su interpretación, pasando por los aplausos que el público dedica al paso cuando los costaleros lo levantan tras las pausas para continuar el desfile.
La procesión de anoche supuso también el estreno de la potente agrupación musical de la Santísima Trinidad, que interpretó, delante de Jesús de la Sentencia, Mi madrugá, marcha que el compositor Manuel Alejandro González Cruz escribió para Las Tres Caídas de Triana.
Tras la salida de la seo, el primer acto fue una ofrenda a la Virgen de la Expectación, titular de la capilla de las Agustinas Recoletas, patronazgo que coincide con el de la misma hermandad organizadora. Con el paso frente a la puerta de la capilla y antes de escuchar la saeta, se celebró la ofrenda floral a la Virgen. Una hermana de la penitencial entregó un ramo de flores a las religiosas que se habían asomado a la puerta, mientras que estas le entregaron un cojín con el texto de la sentencia depositado sobre él en forma de papiro.
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La sentencia se leyó con puntualidad en la puerta de la iglesia penitencial de San Agustín, ante la Virgen de la Piedad asomada. El sacerdote Félix Lagartos, colaborador de la parroquia de María Estela, donde la hermandad tiene su sede canónica y donde se venera a Jesús de la Sentencia, fue el encargado de leer la sentencia que condenó a Jesús a la crucifixión. Con las luces apagadas en ese tramo de la Calle Mayor y la única luz de las velas, se narró el pasaje evangélico, no sin fallos en la megafonía, que impidieron una buena audición. Al terminar el acto, los costaleros volvieron a bailar el paso delante de la Piedad para enfilar el último tramo.
La procesión concluyó en la iglesia de María Estela con una oración dedicada a los fallecidos, aunque en esta ocasión tomó un cariz muy emotivo para los hermanos de la Sentencia, que recordaron a uno de los suyos, que ha muerto en este último año. La banda de la Santísima Trinidad entonó en ese momento el Toque de Difuntos.
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Por lo demás, la procesión no contó con el respaldo de las cofradías palentinas. Solo cuatro enviaron penitentes y con un escaso seguimiento:Jesús Crucificado, 2; Jesús de Medinaceli, 3;Jesús Nazareno, 4, y Santa Vera Cruz, 5. En la representación institucional sí estaban todas. El cuadro más numeroso era el de la organizadora, a los que había que añadir los 35 costaleros que procesionaron el paso.
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