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Mayordomo en la Semana Santa de Medina de Rioseco: honor, orgullo y familia

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Jesús Ubal

Mayordomo en la Semana Santa de Medina de Rioseco: honor, orgullo y familia

Los representantes riosecanos han esperado a servir a su cofradía desde aquel marzo de 2020 cuando la pandemia paralizó la vida

Viernes, 15 de abril 2022, 00:50

Cada Semana Santa un grupo de cofrades tiene el alto honor de ser mayordomo, la principal figura de las hermandades riosecanas. Un honor por el que los mayordomos de este año han esperado desde marzo de 2020, cuando la pandemia paralizó la vida. En los archivos de cada cofradía aparecerán como los que más tiempo fueron mayordomos, aunque verdaderamente lo sean en este 2022 cuando hayan podido cumplir con sus obligaciones en una distinción que solo ocurre una vez en la vida y que marca la particular historia del cofrade.

En un año tan especial, los mayordomos sentirán orgullo, honor y responsabilidad, además de un recuerdo muy especial hacia sus familiares más cercanos, en especial para aquel al que le debe su pertenencia a una cofradía, a la que representarán con gran orgullo. Porque en Rioseco, detrás de cada cofrade, se esconde toda una historia familiar.

Ángel Sanabria por fin ha visto cumplido el sueño de servir La Oración del Huerto, «en un día que se lo quiero dedicar a mi familia y en especial a mi hijo que lo vive tan intensamente como yo». Por su parte, Jesús Miguel Arias, mayordomo de La Flagelación, expresa su deseo de «seguir trasmitiendo a mis hijos y sobrinos algunos de los valores que nos trasmitió mi padre y abuelo como ser y estar».

Servir el paso, piensa Alberto Fernández, en su caso el de Jesús Atado a la Columna, «es un acontecimiento que se espera desde el momento que formas parte de una cofradía y lo he vivido con mucha emoción, con el apoyo de mi familia». Un momento único como el que ha vivido Francisco Corral al haber tenido el gran honor de recoger la vara del Ecce Homo de manos de su hermano Tomás en una cofradía por la que «siempre he tenido un cariño especial ya que a ella pertenecían mi tío Pedro y mi primo Pedro Luís».

Para, Javier Blanco, «servir el paso del Nazareno de Santa Cruz ha sido el orgullo de continuar con una bonita y profunda tradición familiar y de servir a los hermanos cofrades cumpliendo con las responsabilidades con las que nos obsequia el cargo una vez en nuestra vida». Supone un acontecimiento para el propio mayordomo y su familia, según asegura Julio Alberto Castrillo, mayordomo de La Desnudez, que «afrontamos con muchísima ilusión, y un poquito de nerviosismo, conscientes de la gran responsabilidad que conlleva». Un honor «en el que se mezcla recuerdo, tradición y familia», en palabras de José María Herrero, pero también de tremenda emoción ya que servir el Cristo de la Pasión lo ha querido dedicar con emoción «a mi hermano que falleció siendo mayordomo en 2004 y fue el motivo de que me apuntara a la cofradía».

La muerte sobrevino de forma repentina en 2021 al cofrade del Santo Sepulcro José Ramón Barrios, que tendría que haber tenido el honor de servir el santo de su cofradía si la pandemia no hubiese suspendido la Semana Santa del año anterior. No es de extrañar que hacía él tenga un emotivo recuerdo Carlos Álvarez, que sirve esa cofradía en una Semana Santa muy especial, «llena de emociones y responsabilidad, tanto para mí como para mi familia, después de dos años sin posesionar». El caso contrario está en Mauricio Caramanzana, quien ha visto con alegría cómo ha podido hacer realidad el honor de ser mayordomo de su querido Nazareno de Santiago y Santa Verónica, cuando la enfermedad en 2020 le había alejado en «unos años muy duros». Por eso espera haber cumplido con su hermandad «ya que es una responsabilidad muy grande».

Para el mayordomo de la Dolorosa, Pablo Gutiérrez, «ha sido un año muy especial que no olvidaré nunca, ya que servir el pasó ha supuesto un gran honor y orgullo para mí y para toda mi familia». Un honor que solo se vive una vez en la vida, como bien acierta a expresar, José Luis González, de La Crucifixión, quien reconoce que «es una gran alegría para toda la familia», a la vez que recuerda que se apuntó ya con 21 o 22 años, «por mis tíos Pablo, Mariano y Lino que pertenecían a la hermandad y vivía con ellos».

Ese vínculo familiar también lo destaca José Antonio López, del Cristo de la Paz y Cristo de los Afligidos, quien no olvida que me «apunté de pequeño porque era mi padre, uno de los fundadores de la hermandad, y ahora pertenecemos, a parte de mi madre, casi toda la familia». En el caso del mayordomo del Descendimiento, Jesús Vicente Brezmes, su ingreso en la hermandad fue en 1974 «como el mejor regalo que me pudiera hacer mi padre». Ahora, «servir el Paso supone un motivo de orgullo y, a la vez, de gran responsabilidad».

Orgullo y responsabilidad que aúna la mayordomía, «pero sobre todo supone ponerse al servicio de la hermandad con la alegría de dar continuidad a algo que nos trasciende, en lo divino y en lo humano», en palabras de Ramón Pérez de Castro, de La Piedad, que a este honor suma el de haber sido pregonero de la Semana Santa riosecana. Un orgullo y responsabilidad que también siente Álvaro Rueda, al que su padre apuntó de la Soledad con 9 años, al continuar «con una tradición centenaria que sólo se da una vez en la vida» en unos días que «toda la familia los viviremos intensamente».

Silvia González, la única mujer que este año va a ser mayordoma al servir la Resurrección y la Virgen de la Alegría, manifiesta que se siente muy feliz de poder representar a mi hermandad este año y que «será un día muy especial para mí, que quiero dedicar a mi padre». Por su parte, Guillermo Margareto llegó al Cristo de la Clemencia «porque, aparte de que me gustó mucho el paso, también soy componente de la banda de cornetas y tambores, que lleva el nombre de la cofradía». Ahora ha tenido el honor inigualable en la vida de un cofrade de ser su mayordomo.

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