La zona de acampada de la Leyenda Continúa espera a los primeros moteros

El caché internacional que acredita La Leyenda Continúa queda demostrado en la nómina de participantes que en ediciones anteriores han acumulado miles de kilómetros en sus monturas solo para vivir el ambiente que rezuma la concentración. En 2018 se acercaron hasta Cantalejo aficionados de diecisiete nacionalidades diferentes, sobre todo de Francia y de Portugal.

Se espera que entre hoy y mañana se instalen en la zona de acampada de El Hoyal los moteros más madrugadores. En cuanto a cifras de asistencia, en la presentación de hace unas semanas las previsiones hablaban de congregar a alrededor de 8.000 personas, tanto en el centro neurálgico del pinar briquero como en otros municipios cercanos que durante estos días en los albores del año cuelgan el cartel de completos en sus establecimientos hosteleros en lo que es una prolongación de la Navidad. Sacramenia, Carrascal del Río y Turégano son este año los 'pueblos amigos' que acogerán parte del programa.

Por otro lado, la valla que se alza para delimitar el perímetro del área de acampada ya está levantada, confirman fuentes del Ayuntamiento de la localidad, que refrendan la expectación creciente que despierta cada año este acontecimiento ideado por el Motoclub La Leyenda Continúa, cuyo responsable es Mariano Parellada, fundador de la popular concentración invernal motera Pingüinos que se desarrolla en Valladolid, quien ensalza la autenticidad de la cita de Cantalejo. También se han terminado de ubicar las carpas y las casetas y se ha empezado a distribuir un elemento fundamental sin el que la concentración motera quedaría huérfana: la leña que arderá en las hogueras que prendan los aficionados para entrar en calor durante las frías jornadas.

Guardia Civil, organizadores, Policía Municipal, Ayuntamiento y voluntarios de Protección Civil se reunirán en breve esta semana para terminar de definir el dispositivo especial de seguridad con el fin de que la concentración tenga lugar sin incidentes. «No los suele haber», apostillan fuentes municipales, quienes insisten en el «buen ambiente» y la «comunión» que se generan entre los vecinos y los moteros y aficionados que se acercan a disfrutar de toda la liturgia y sensaciones que rezuma la concentración invernal.

Falta poco para que el pinar huela a leña quemada, para que ardan las brasas de las fogatas y los motores rujan en honor de la camaradería que cada invierno exhiben cuantos participan del ritual.