La temperatura subió dieciséis grados en doce horas, de los 11,8 de mínima a las 6 de la madrugada a los 28 a las 6 de la tarde. Y se notó en la calle. En la asistencia multitudinaria a la inauguración de las Fiestas de San Juan y San Pedro, con una abarrotada plaza de Artillería, y en la presencia de miles de personas en las calles y la asistencia a los actos preliminares, el Festival Joven Mariano San Romualdo y el homenaje posterior al propio Mariano, 'Manín', en la Plaza Mayor, justo antes de que comenzará el acto inaugural, con el pregón de Ana Zamora antes de que actuara Rozalén. El discurso de la dramaturga, que comenzó con unos versos 'robados' por el portugués Gil Vicente al acervo popular, fue un alegato reivindicativo por la cultura, la expresión colectiva de que «Segovia es, ha sido y debe seguir siendo ciudad de referencia en el ámbito de las artes escénicas, y los segovianos debemos defender como algo propio sus diversas manifestaciones, como vía privilegiada para poner la cultura al servicio del pueblo».
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Antes, en el acto inaugural, con la noche de este sábado aún tibia, la novedad de la presentación de las damas y el alcalde de las fiestas fue precisamente esta, que no hubo intercambio de monteras, pues la alcaldesa de 2018, Beatriz García, entregó el sombrero calañés al caballero Hugo González, que representa al barrio de San Marcos. Ya había caído la noche y la plaza de Artillería estaba llena, también el inicio de la calle San Juan. Y la pregonera se dispuso a leer su pregón, con constantes referencias a su oficio, al tablado donde estaba subida como símil del pavimento de un teatro, a la manifestación teatral como rito necesario para las sociedades, al arte asociado a la fiesta, «siempre a medio camino entre la risa y el llanto, la muerte y la vida, la represión y la gozosa lucha por la utopía».
Ana Zamora reivindicó que Segovia continúe como referencia en las artes escénicas, y no solo porque son «cultura con mayúsculas, que nos hace mejores ciudadanos» y porque, como directora de Nao d'amores, lleve veinte años «intentando demostrar que se puede trabajar de lo pequeño a lo grande, de lo local a lo internacional», también porque todos los miembros de la compañía se han convertido en embajadores de Segovia por todo el mundo.
Su mensaje fue festivo al final, de nuevo con Gil Vicente, con el deseo de volver la mirada «hacia la posibilidad regeneradora de la cultura», y momentos antes con el deber de luchar contra «la llamada cultura de masas marcada por la ley de los mercados» o, al menos, «empeñarnos en huir de la chabacanería, la ordinariez, la horterada y sobre todo la frivolidad que hoy campa a sus anchas», con la recomendación de vivir las fiestas «generando espacios de convivencia».
Luego, tras el castillo de fuegos artificiales de Ricardo Caballer desde el parque del cementerio, la cantante manchega Rozalén demostró que ella no responde a esa cultura marcada por los mercados, que con su música defiende los derechos de las minorías y las comunidades desfavorecidas, que es adalid de la igualdad, como quieren ser estas fiestas, con la multitud cantando a coro las letras de las canciones de su último disco, 'Cuando el río suena'... Y Rozalén cantó y sonó. Bien y muy alto, con su mensaje musical y solidario para iniciar las fiestas que, según los meteorológos, van a ser calurosas. Su voz cálida fue un buen comienzo.
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