Ha pasado mucho tiempo desde aquel día de Santa Águeda de 1903 en el que las zamarriegas salieron a las calles de la localidad para festejar con sus vecinas y lucir sus manteos, tocas y joyas. A pesar del paso de los años, hay cosas ... que nunca cambian. Así lo atestiguan dos fotografías inéditas que han visto la luz este martes por primera vez en décadas, que confirman que las aguederas han transmitido un legado que, con pocas variaciones, sigue muy presente en la cultura popular segoviana.
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Los primeros pasos que permitieron hallar, seleccionar, cotejar y datar las fotografías se dieron hace diez años. Fue en ese momento cuando «llegó a mis manos un ejemplar de la revista Blanco y Negro donde aparecía una imagen captada por el fotógrafo local Tirso Unturbe de dos alcaldesas de Zamarramala», relata la investigadora de indumentaria tradicional segoviana Esther Maganto. Aunque le llamó especialmente la atención, todo quedó en un «impás».
Pasó el tiempo, pero nunca abandonó el estudio de la fiesta de Santa Águeda a lo largo de la historia. «Es un de los temas a los que recurro por la importancia que tienen las mujeres en esta celebración», remarca Maganto. Es por ello que «un día fui a preguntar al Museo de Segovia sobre si había algo de Zamarramala».
La respuesta inicial no fue favorable a sus peticiones, pero pronto le comunicaron que habían encontrado algo que podía interesarle. En concreto, dos imágenes de pequeñas dimensiones y color sepia extraídas del archivo de los Zuloaga -se desconoce si el autor fue Ignacio, Daniel o su hijo Juan- y realizadas en 1903, que permiten observar a dos alcaldesas retratadas inusualmente por separado.
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Las fotografías, que se constituyen como la pieza del mes de febrero en el Museo de Segovia, se captaron en diferentes puntos de la localidad. En una de ellas, aparece una mujer joven empuñando el bastón de mando con un pañuelo en la mano y por detrás se puede comprobar la importante muchedumbre que, como sucede a día de hoy, asistía a la celebración. En la segunda, se aprecia una aguedera situada de pie en la puerta lateral de la iglesia de Santa María Magdalena de Zamarramala, junto a dos niños y una vecina del lugar.
Nada parecía ser extraño en estas poses y protagonistas, hasta que Maganto se dio cuenta de que portaban los mismos trajes, joyas y monteras que las mujeres que salían en la fotografía captada por Tirso Unturbe, lo que confirma que tanto el corresponsal segoviano como los Zuloaga se dieron cita en la localidad segoviana el mismo día. «Mientras el primero optó por un único posado de ambas alcaldesas, los Zuloaga prefirieron dos relatos independientes», incide la investigadora.
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El descubrimiento permitió identificar unas joyas que «todavía existen» y que portan a día de hoy las alcaldesas zamarriegas. Son piezas testigo a modo de relicarios que custodian los herederos de las protagonistas de las imágenes halladas. De hecho, Maganto explica que en 2017 pudo comprobar durante la festividad que había dos aguederas que lucían las mismas antiguas alhajas devocionales.
«Lo importante es que todavía se hacen préstamos familiares y ese es el gran legado de Zamarramala; es lo que les gusta, seguir manteniendo vivos esos vínculos», señala. En esta herencia se incluyen las monteras, tocas, camisas, jubones, manteos, delantales y joyas -civiles o religiosas-, además del espíritu de reivindicación que se ha transmitido entre las distintas generaciones.
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