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Un residente del centro de Carbonero el Mayor recibe la segunda dosis de la vacuna. Antonio Tanarro
Un día menos para volver a pasear por la calle

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VACUNACIÓN ·

La residencia María Inmaculada de Carbonero el Mayor recibe la segunda dosis en un ambiente «agradable y de ilusión tremenda»

BERTA JIMÉNEZ

Segovia

Sábado, 30 de enero 2021, 08:50

Con una de las incidencias más altas de la provincia, Carbonero el Mayor es una de las localidades segovianas que más preocupa estas semanas. No obstante, también hay espacio para las buenas noticias en el pueblo. En la residencia María Inmaculada, el proceso de vacunación terminó ayer después de que tanto trabajadores como residentes hayan recibido la segunda dosis de la vacuna contra la covid-19.

La directora del centro, Belén Redondo, confirma que el hecho de estar más cerca de la inmunidad hace que se note un «ambiente agradable», sobre todo en los residentes. «Han pasado un año tan malo, privados de su libertad, que lo afrontan con una ilusión tremenda», comenta. Aunque declara que siempre hay algo de incertidumbre por si pueden aparecer efectos secundarios, admite que no ha habido reacciones a la primera dosis, inoculada ya hace días.

Esta residencia lleva nueve meses sin tener ningún contagio por coronavirus. Redondo recuerda que en el inicio de la pandemia sí tuvieron algún caso, dado que «no se sabía nada del virus y no había materiales» pero cuenta orgullosa que desde mayo no han vuelto a tener ningún positivo. La directora achaca este éxito a las «estrictas medidas higiénicas» implantadas y a la «gran labor de responsabilidad» de los trabajadores. «Han perdido parte de su vida privada y sus relaciones sociales porque no estaban dispuestos a volver a pasar por lo que pasamos en la primera ola», relata.

Entre las medidas que se han llevado a cabo en este centro de mayores destacan, según explica la responsable, la colocación de mamparas para las visitas de los familiares o la restricción de entrada a cualquier persona ajena. Refiriéndose a las mamparas, Redondo lamenta: «Es muy inhumano, hemos sufrido todos. No poder dar un beso o un abrazo a tu hijo o a tu nieto, es muy triste». Sin embargo, reconoce que el hecho de «no tener contacto físico ha sido bastante importante» para frenar los contagios de covid-19.

Como la residencia dispone de un patio grande, las autoridades determinaron que los proveedores dejaran allí los suministros en lugar de entrar dentro del centro, aumentando así el nivel de prevención. La desinfección y ventilación de las zonas comunes de la residencia también ha sido clave. «Se han desinfectado tres veces al día», afirma Redondo, quien relata que además los trabajadores pasan siempre por un «túnel de desinfección» antes de comenzar su jornada.

El ocio, como explica Belén Redondo, es muy importante para los internos y más en esta situación derivada de la pandemia del coronavirus que, si bien ha resultado dura para toda la población, para los mayores ha sido aún peor. «Desde luego ellos han sufrido bastante más», comenta.

Por eso, el centro ha continuado realizando sus actividades sociales diarias durante todos estos meses, incluso fomentando que los residentes tuviesen más tiempo de entretenimiento. Las partidas de cartas, por ejemplo, han sido una de las mejores distracciones este verano. «No hemos frenado las actividades, simplemente hemos tenido que cambiar la ubicación», explica Redondo. El motivo es que las en las salas en las que habitualmente se realizan no se podían mantener las distancias de seguridad.

Al aire libre

Esta residencia, que se encuentra ubicada dentro de un antiguo palacio del siglo XV rehabilitado, cuenta con algo más de 60 plazas para residentes, aunque actualmente están ocupadas en torno al 80%. Aunque tanto ellos como los sanitarios que trabajan allí ya han recibido la segunda dosis de la vacuna, no está previsto relajar las medidas de momento, dado que es la Junta de Castilla y León la que tendría que sacar una normativa que así lo permita.

Bajo la bóveda acristalada, los residentes están «como si estuvieran en la calle, porque reciben la luz directa del día», afirma Redondo. Santiago Cisneros, uno de los residentes del centro María Inmaculada, asegura tras ponerse la vacuna que se siente «bien hasta el momento». Tiene 81 años y se queja de algunas dolencias en las piernas, pero cuenta que tiene ganas de salir. Piensa en el paseo que dará junto a su hermana Pilar, de 84 años y también residente allí, cuando por fin puedan pisar la calle. «Estamos deseando pasear hasta la iglesia o hasta el ayuntamiento, y que nos dé el aire», concluye. Ya falta un día menos para que su deseo se convierta en realidad.

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