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Caballar
Domingo, 21 de junio 2020
Minutos antes de las dos de la tarde, Mari Marugán descansaba en el patio de su casa mientras la paella que estaba preparando terminaba de cocinarse. Pero de pronto, el sonido del claxon de un coche a la puerta de su vivienda rompió la tranquilidad ... que existe en Caballar, un pequeño municipio situado a 30 kilómetros de Segovia y en el que no se supera el centenar de habitantes. Junto a su hija, Arancha, y a su marido, Paco García, salió a la puerta para ver qué ocurría. El alboroto lo causaba otra hija, Sheila, a la que no veía en persona desde hacía más de tres meses.
El sonido del claxon dejó su protagonismo a los gritos de emoción. Más de cien días después, Sheila se reencontraba con parte de su familia y lo hacía por sorpresa, gracias a la colaboración de su hermana. Tras bajar del coche, y con las mascarillas aún cubriendo sus rostros, la madre y las dos hijas se fundieron en fuerte abrazo con el que ponían fin a tres largos meses sin verse en persona. Unos segundos más tarde, Paco y Ángel –la pareja de Sheila– se unieron al achuchón familiar. Por fin volvían a estar juntos.
«Es la primera vez que nos vemos en persona en más de tres meses», explica Sheila. «Tuvimos un cumpleaños a mediados de enero que fue la última gran reunión familiar que tuvimos, y luego vinimos a Segovia otro fin de semana unos días antes de la declaración del estado de alarma», añade. Desde entonces, el contacto con sus padres, hermanos y sobrinos ha tenido que ser a través de llamadas al residir junto a su pareja en Móstoles, donde también trabaja. «He tenido que aprender a hacer videollamadas», subraya Mari, quien desde hace semanas reside en Caballar junto a su marido pese a pasar los primeros meses del confinamiento en su piso de Segovia capital. «Aquí estamos mucho mejor. Casi no hay gente, podemos salir sin mascarilla y dar paseos por el campo», sostiene.
La emoción en el primer abrazo a su hija más de cien después acaba con un tres meses «muy duros». Aunque sabía que estaba junto a su pareja, «estaba lejos de casa y aunque hablábamos todos los días y los fines de semana nos veíamos por videollamada, no es lo mismo. Pero por suerte ya se ha pasado y tampoco hemos tenido casos de coronavirus en la familia», destaca Mari. Precisamente, el miedo a un posible contagio era también un factor presente en la cabeza de Sheila durante su confinamiento en Madrid. «Hemos estado muy pendientes, sobre todo de nuestros abuelos. Siendo tan mayores nos daba miedo no poder venir a verlos si pasaba algo», comenta. Por ello, antes incluso de pasar por Caballar hubo una doble parada por Segovia para visitar a los abuelos. «También les hemos sorprendido. Les he visto bien, porque pensaba que podían estar un poco tristes», resalta.
Tras el reencuentro de ayer, al que tenían previsto unirse por la tarde otros dos hermanos (con sobrinos incluidos) se sumarán nuevas reuniones en los próximos días, aunque no tan especiales como la boda que Sheila y Ángel tenían prevista para el próximo 18 de julio y que ha sido aplazada a 2021.
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