David López, en el sillón de su casa. Antonio de Torre

«Lo que te da la vida es la independencia»

Testimonio ·

David López, diagnosticado con párkinson a los 34 años, relata cómo su operación le ha permitido «vivir de nuevo»

Lunes, 10 de abril 2023, 07:27

Es la primera vez que David López está al otro lado de una grabadora. Fue periodista de pleno derecho hasta que tres palabras cambiaron su vida a los 34 años: párkinson idiopático juvenil. Lo que empezó una tarde de baloncesto en la que no podía ... mover el brazo derecho desembocó en la pandemia en una dependencia absoluta, en alguien que no podía vestirse ni ducharse solo. Por eso se operó mediante una estimulación que instala unos electrodos en el cerebro y una batería para 25 años que señala con orgullo en su pecho. «Aquí está mi vida».

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David recuerda aquella tarde de baloncesto como si fuera ayer. «Tenía el brazo derecho pegado al cuerpo, no podía correr». Cuatro meses después, conoció a su neuróloga, la primera que intuyó la causa por su forma de caminar. Una persona con párkinson anda como si se estuviera tropezando». Por lo demás, sus síntomas difieren de los tópicos. «Todos piensan en alguien mayor y tembloroso; yo soy joven y rígido».

«Virgencita, que me quede como estoy. A mejor no voy a ir, ojalá pueda estar muchos años en esta fase de estancamiento. No tengo planes»

Los problemas se agravaron. David era entonces redactor en El Adelantado de Segovia y tuvo que adaptar su trabajo: se colocaba el teclado en las rodillas para que el brazo rígido no le impidiera escribir. Intentó seguir con todas sus fuerzas: «Era importante sentirme útil y productivo, no soy alguien a quien le guste vaguear». Las dificultades para ejercer la profesión se agravaron por su dificultad para desplazarse –tanto a pie como en coche– y el cansancio. «No podía estar siete horas delante del ordenador con la presión constante que conlleva el periodismo». Le costó que el médico de cabecera entendiera su situación y le diera la baja.

En ese periodo de ausencia, fue despedido, una decisión que discutió en los tribunales. Con éxito: despido improcedente. «Ganó mi abogado, no gané yo», resume. Porque él quería el despido nulo y temía la reincorporación. Lo hizo en la sección de cierre, una labor que pudo desarrollar durante unos días porque no implicaba tanto escribir como revisar las páginas. Duró lo que tardó en llegar en nuevo despido.

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No ha vuelto a trabajar desde 2015. Percibe unos 900 euros al mes por su incapacidad y vive con sus padres. Echa de menos el periodismo. «No me di cuenta de toda la gente que había conocido hasta ese momento». Escribía por pasión –principalmente sobre conciertos–, hacía fotos –sí, alguien con párkinson puede mantener perfectamente el pulso– y entró en el canto con un grupo de Madrid. Así recompuso su vida.

«No podía estar siete horas delante del ordenador con la presión constante que conlleva el periodismo. Al final, acabaron dándome la baja»

Pero la pandemia acabó con sus tres pilares: baloncesto, conciertos y canto. «Fue un bajón total, no podía valerme por mí mismo». Acudió a un médico de Madrid, que le dio una salida: «Opérate». Él habla de una tolerancia total a la medicación. «Las pastillas ya no me hacían nada». La cirugía trata precisamente a estos pacientes que no pueden controlar los síntomas. Consiste en colocar unos electrodos en el núcleo subtalámico que inhiben la parte que causa la enfermedad y retrasan en años su evolución. «De perdidos, al río». Así afrontó el miedo: «¿Y si hago testamento? Tengo un coche y poco más». No lo hizo, pero todo salió bien.

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Así empezó lo que llama su segunda vida. Sigue necesitando a sus padres para que corrijan malas posturas: «Son mis ojos». Y acude regularmente a sesiones de gimnasia, logopedia o fisioterapia. No teme atragantarse, pero sí caerse. Un día se desplomó con las manos en los bolsillos y evitó caer de bruces. El equilibrio es el gran reto. «Cuando te levantas de la cama necesitas unos segundos. Y las escaleras, con mucho cuidado».

«El equilibrio es el gran reto. Cuando te levantas de la cama, necesitas unos segundos. Y las escaleras, con mucho cuidado»

Lucha por seguir el ritmo de sus amigos; en los paseos, no en la vida. Porque la mayoría son padres, una de sus grandes ilusiones. Duerme «poco y mal», una carencia que nota el resto del día. Da un paseo al barrio y coge el coche en distancias cortas. También va a la piscina con un grupo de embarazadas, enfermos con ELA y parálisis cerebral. Cocina; si pudiera, cenaría huevos con patatas fritas, pero asume la variedad familiar. Y va a los partidos de la Segoviana, tanto en casa como fuera: fue uno de los fieles que se pegó la paliza para ir a Elda (Alicante). «Lo que te da la vida es la independencia».

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David, ahora con 41 años, no tiene delirios de grandeza. «Virgencita, que me quede como estoy. A mejor no voy a ir, ojalá pueda estar muchos años en esta fase de estancamiento. Hacer deporte regularmente, tener independencia para escribir. No tengo planes de futuro; no por pesimismo, sino porque para mí la vida es la semana siguiente». Partido a partido. «No quiero hacer nada que no haya hecho ya. No voy a subir al Everest».

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