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laura lópez
Segovia
Martes, 16 de junio 2020, 22:39
Se desconocen aún muchos aspectos sobre el efecto del coronavirus en el cuerpo de sus víctimas, y de las secuelas que este puede dejar en las personas que la padecen. Según la experiencia de profesionales y pacientes en la provincia de Segovia, un porcentaje importante de personas aún sienten dolencias más o menos graves después de haber pasado semanas o incluso meses desde que le dieran el alta. En opinión del jefe de Servicio de Medicina Interna del Hospital General de Segovia, Javier Moreno, aunque hay quien se recupera por completo y no padece secuelas, hay otras personas cuyos síntomas pasan a una fase de cronicidad y probablemente algunos de ellos, se queden para siempre, como cuadros de fibrosis pulmonar o trombos en diferentes partes del cuerpo.
La secuela que más se repite en los pacientes que han sufrido la covid-19 es la fatiga o la merma de la capacidad pulmonar. El doctor Moreno cree que trata de «un porcentaje muy alto» de personas el que refiere tener una sensación general de malestar, a menudo acompañada de febrícula, un tiempo después de haber superado la enfermedad y cuando las radiografías y otras pruebas como la de anemia están aparentemente bien. El lamento más habitual de estos pacientes es que «ya no son lo que eran antes».
Por lo que se sabe, durante su fase aguda, la covid genera fenómenos autoinmunes, creados por el propio organismo para defenderse del virus, pero que acaba por perjudicar al cuerpo. Como consecuencia, se pueden producir la inflamación del pulmón como una reacción a esta situación extraña. Hay personas en las que estos efectos pueden volverse crónicos porque se producen lesiones en el organismo, en forma de embolias o trombos.
El doctor Moreno ha informado de que, a pesar de que menos personas padecen este tipo de secuelas más graves, se trata de «un porcentaje no despreciable», que se traduce en «mucha población» Algunas de estas personas, «no muchas, respecto a la cantidad total», ha sufrido secuelas tan graves que han requerido un reingreso en el hospital, sobre todo por trombos o insuficiencia derivada de ellos, una inflamación del pulmón, fibrosis pulmonar o una reinfección.
El factor que determina si un paciente experimentará secuelas o no una vez supere la enfermedad aún no está nada claro, según reconoce el médico, aunque parece evidente que, cuanto más grave ha sido la fase aguda, más difícil es la recuperación. También si se trata de personas que tenían patologías previas, como diabetes o hipertensión, condiciones previas más proclives a afectaciones como las embolias de pulmón. El doctor Moreno opina que también debe existir «algo en la genética de cada uno» que determine la evolución de la enfermedad.
La infección y su consecuente efecto inflamatorio puede afectar a varios órganos, también a las arterias y venas del cerebro. Los posibles daños de una embolia cerebral a menudo se suman a los propios efectos de haber estado aislado mucho tiempo en la UCI, donde personas como las de avanzada edad que ya sufrían algún cierto deterioro pueden perder las referencias: «Nosotros les tratamos con mucho cariño, pero al fin y al cabo, vamos disfrazados», comenta el médico en referencia a los equipos de protección individual. Esto puede desencadenar desde dificultades en el habla y en la movilidad, una merma de la capacidad funcional del individuo hasta problemas para relacionarse con el entorno o de autonomía, a la hora de hacerse cargo del aseo, el autocuidado o comer solos: «Por ejemplo, aparecen olvidos que antes no se tenían», expresa el médico.
También en el caso del corazón, los pacientes han desarrollado problemas de miocarditis, que producen una alteración de la capacidad del organismo de proyectar sangre desde el corazón. Esta afectación también puede curarse tras pasar la infección aguda o, por el contrario, dejar secuelas con repercusiones que van más allá en el tiempo.
Otros de los efectos de las personas que han estado mucho tiempo ingresados en la UCI es la desnutrición y los problemas de movilidad propios de haber estado encamados durante muchos días, pero que también pueden volverse crónicos. El doctor también habla de otros efectos, a su juicio, bien importantes: las secuelas psicológicas.
Marcos Tarilonte, paciente
Es secretario de Organización, Información y Afiliación de Comisiones Obreras Segovia. Marcos Tarilonte sitúa en las elecciones sindicales de la Junta de Castilla y León celebradas el pasado 5 de marzo el día en que muchas personas se contagiaron de coronavirus, también él. A partir de entonces, comenzó a sentir mucha tos y mucha fatiga, hasta el punto de que tenía la sensación de ahogarse por las noches y apenas podía pegar ojo. A pesar de insistir en varias ocasiones a su médico de sus dolencias, no fue hasta el 2 de abril que le ingresaron en el hospital, donde permaneció 14 días internado: «Estoy vivo porque salí corriendo», relata Marcos Tarilonte.
Ya en el Hospital General de Segovia recuerda pasar los días mirando al reloj esperando con ansiedad algún síntoma de mejoría, mientras que intentaba forzar respiraciones profundas en las que sentía que no le entraba el aire: «Lo que me pasó fue la causa de muerte los pacientes que tenían 80 años, pero yo entonces tenía 49», comenta Marcos, quien reconoce que en esos momentos no podía evitar acordarse de los internos de la Residencia Asistida de Personas Mayores, donde trabaja de enfermero este liberado sindical.
Después de esta experiencia tan traumática, con la que Tarilonte perdió 10 kilogramos de peso, pasó muchos días con tos, mocos y sin poder moverse. Recuerda perfectamente el primer día que salió de casa para ir a sacar dinero al cajero, ubicado a unos 200 metros de su casa, y tener la sensación de que «no llegaba». Durante los quince días posteriores a su alta, sufría de estos ahogos y fatigas de forma constante, un estado de salud «horroroso». A día de hoy, reconoce que a la hora de llevar a cabo acciones que antes eran muy sencillas para él como subir la muralla o unas escaleras, nota que no está al 100 %, ni cree que vaya a volver a estarlo: «No volveremos a ser los de antes», augura Tarilonte.
Javier Moreno, jefe de Medicina Interna del Hospital de Segovia
Los profesionales sanitarios dividen su atención y trabajo en desarrollar su labor habitual antes de la pandemia, puesto que las consultas ya se están retomando y atender a los pacientes que quedan con coronavirus –unos 10 en planta confirmados o en aislamiento preventivo y uno en la UCI, según este doctor- y a los que lo padecieron mediante la mencionada consulta. Aún con tanto trabajo, al final del día, siempre les queda un hueco en la cabeza para una preocupación más: la posibilidad de un rebrote.
«Estamos muy preocupados», confiesa Javier Moreno al respecto: «Lo que hemos vivido toda la población y los sanitarios es una revolución, algo increíble que no nos podíamos creer. Lo hemos pasado mal todos y los sanitarios estamos asustados», relata el médico, quien sin embargo reconoce que las medidas de confinamiento están siendo «muy eficaces». Según se va «levantando la mano» con el fin de normalizar un poco la situación, medidas que el medico comparte y ve positivas también, estos profesionales no pueden evitar sentirse «un poco temerosos».
Aunque celebra que no haya habido rebrotes hasta ahora, este médico afrontará con miedo el momento en que se flexibilicen los desplazamientos de las personas por toda España, aunque se mantengan las medidas de seguridad: «No sabemos si las mascarillas van a ser suficientes», apunta.
En este sentido, considera que la sociedad estaría mucho más preparada y alerta que antes a la hora de, por ejemplo, tener que retomar las medidas más duras de prevención como el confinamiento total. En cuanto al hospital, el doctor cree que están «preparados» porque podrían volver a utilizar las zonas que ya se habilitaron de forma excepcional para enfermos con covid-19 en el momento álgido de saturación del hospital y hay previstas unas obras para este mismo verano.
Marisa Gorgojo, paciente
Después de pasar unos días tortuosos, con tos seca y fiebre, la alcaldesa de Nieva (Segovia), Marisa Gorgojo, acudió el 13 de marzo al Hospital. Cuando le hicieron una radiografía, descubrieron que tenía neumonía, así que la ingresaron y aislaron. Cuando dio positivo, el 15 por la tarde, estaba «hecha una cataplasma». El 16 por la mañana ingresó en la UCI, donde permaneció cinco días conectada a un respirador. El 30 de marzo le dieron el alta. El primer mes tras salir del Hospital, la fatiga y la merma de capacidad pulmonar la incapacitaron de hacer muchas cosas. Después de estar tanto tiempo sin hacer nada, cualquier labor como ducharse, fregar el baño o hacer la comida resultaban «muy agotadoras».
Ahora, la regidora de Nieva lleva un mes en el que se «obliga» a sí misma a andar y dar paseos, lo que reconoce que le sienta muy bien, a pesar de volver muy cansada a casa. Si cuando retomó la actividad hacía 1.500 pasos, ahora puede llegar a 8.000 con un esfuerzo tremendo, mientras que antes de pasar la enfermedad esto era algo habitual para ella: «Ya no tengo la misma energía de antes, antes todo el día iba de aquí para allá, ahora me canso mucho», apunta. Otra de las cosas que siente a día de hoy es un escozor raro en la garganta, como una sensación de mucho calor que le hace tener que beber agua constantemente. También un dolor muscular en la espalda muy fuerte, justo detrás del pecho, como si se le cargara más de lo habitual: «Igual también son los cincuenta años», bromea.
Gorgojo ha sentido la mayor diferencia entre su vida de antes y la de ahora a nivel psicológico. Se nota más hipocondríaca. También ha percibido una huella emocional que la acompañará durante mucho tiempo, quién sabe si para siempre: «He notado que hablo demasiado de ello, y a veces pienso que a lo mejor no lo tengo tan superado como creía».
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