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Fernando Álvaro se hace una foto con su bicicleta en Nantes, Francia. Fernando Álvaro
El viaje ciclista entre Bucarest y Cantimpalos

Segovia

El viaje ciclista entre Bucarest y Cantimpalos

Un año después de viajar desde Segovia hasta Roma, Fernando Álvaro vuela en avión hasta la capital rumana, regresa a su pueblo natal en 85 días y pone en valor la «libertad»

Viernes, 29 de diciembre 2023, 10:37

Fernando Álvaro recorre con su bici una de las carreteras más bonitas del mundo, en Transilvania. Pero el paraíso tiene su precio. En plenos Cárpatos, sale un oso que ruge junto al quitamiedos, seguramente en busca de la cría con la que se toparía poco después, pero el susto no se lo quita nadie. Siguió pedaleando, paró en un merendero y cuando reemprendió la marcha los coches le daban las luces porque había más osos por el camino. «Estaba muy asustado, así que al final paré una furgoneta y me llevaron 20 kilómetros». Los únicos que no ha pedaleado en una odisea de 5.070 desde Bucarest a su Cantimpalos natal en 85 días. «Cuando vas en aviones a países muy lejanos y no haces deporte parece que te falta algo. Es la forma más atractiva de viajar, es libertad», afirma el aventurero.

Este segoviano descubrió los Eurovelos –el prefijo europeo y bicicleta en francés–, diecisiete rutas recomendadas para ciclistas. Escogió la seis, que va desde Constanza (Rumanía) a Nantes (Francia) por el atractivo de recorrer el Danubio. «Es la ruta de los ríos y los paisajes suelen ser más bonitos». Le desaconsejaron hacer el río por la parte rumana y búlgara porque el carril es más precario, así que cambió esa parte por las ciudades más emblemáticas del país, desde Bucarest a Brasov. Y atravesó Transilvania por una carretera de 90 kilómetros que parece un Scalextric. «El paraíso de los moteros».

Fue en avión a Bucarest, con la bici embalada en una caja. Tras dos días allí, este bombero del Ayuntamiento de Madrid empezó el 2 de septiembre una aventura para la que tenía tres meses de empleo y sueldo, una suerte de excedencia. «Salí de allí como pude, haciendo encaje de bolillos». Navega con Google Maps, pero la versión rumana no tiene modo de bicicleta. Fue enlazando hacia el norte las ciudades que le recomendaron para invertir un millar de kilómetros en el país de Drácula hasta cruzar hacia Hungría, la única vez que tuvo que sacar el pasaporte. Al día siguiente del encuentro con los osos, subió un puerto en los Cárpatos que le recordó a los Alpes.

«Una pasada»

En Budapest cogió el ansiado Eurovelo 6 y empezó otra película. «Es maravilloso porque es casi todo carril bici y vas al lado del Danubio». Pasó a Eslovaquia, unos 200 kilómetros, incluida su capital, Bratislava. Después, Austria. «Lo más bonito. Está muy preparado. Los carriles bici están muy bien asfaltados, si hay zonas de tierras están compactadas y la señalización es de diez. Ha sido idílico, el Danubio entre montañitas». De ahí cruzó a Alemania hasta el nacimiento del río. «Son poblaciones menos conocidas, pero es una pasada».

El segoviano cruzando fronteras en su viaje por Europa. Fernando Álvaro

De ahí salió del Eurovelo para evitar Suiza por la itinerancia del móvil, los precios y el tráfico. Así que atravesó la Selva Negra alemana y descubrió el porqué de su nombre: esos bosques frondosos por los que no pasa el sol. Empezó un agradable descenso hasta la frontera con Francia, cruzando el río Rin hacia Mulhouse, por la ribera del Loyra y sus castillos hasta Nantes.

Terminó una etapa y comenzó otra. Allí cogió el Eurovelo 1, que recorre la costa atlántica desde Normandía hasta Hendaya, unos 900 kilómetros. «Carril bici, playas, dunas, mucho pinar y vas al lado del océano». Y alguna que otra tormenta que le costó un buen catarro y dos días de reposo, en parte porque el temporal del primer fin de semana de noviembre impedía circular en bicicleta. Así celebró su 51 cumpleaños.

Ya en San Sebastián, disfrutó de un «delicioso» tramo final por el interior de Guipúzcoa, el otoño navarro, la sierra riojana de Cameros –el lugar donde más frío pasó–, y el final feliz por tierras segovianas con sus compañeros de la Unión Ciclista Cantimpalos, que fueron a buscarle a Turégano el 25 de noviembre, el punto final de una odisea con 63 etapas con una media de 80 kilómetros por día. Fueron 300 más que la aventura del año pasado: Segovia-Roma –ida y vuelta– para honrar los orígenes de la ciudad.

«Ha sido más suave»

«Ha sido más suave, he metido más días de descanso. A veces en lugar de parar un día, paraba dos. He tenido picos de forma altos y bajones». Sin pinchazos, aunque partió una llanta por unos caminos de Hungría. Lleva el móvil con el navegador en el manillar.

«Es el interés por descubrir culturas y países. Esto lo hago una vez al año y un hobby que tengo el resto del tiempo es pensar en lo que voy a hacer». Rumanía surgió de una manera casual y defiende hacer primero el vuelo porque cualquier incidente de última hora le pillaría cerca de casa. «En años sucesivos lo haré así también», anticipa. Huye del riesgo y en los Eurovelos ha hallado un filón. «Hay gente que se ha molestado en definir las rutas más bonitas y ciclables por Europa y se merece que vayamos». Los ingredientes de la siguiente aventura incluyen canales, el norte de Europa –Noruega, Suecia o Finlandia– y, quien sabe, quizás otro oso.

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