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El reloj marcaba la medianoche y un voluntario de la agrupación de Protección Civil avisaba a una vecina que trataba de acceder a la Plaza Mayor de Cantalejo: «Lo siento, ya no se puede entrar. Está todo ocupado». En el interior de la plaza, 300 sillas, separadas con varios metros de distancia para cumplir con la normativa anti-covid. Todas ellas, desde minutos antes de las doce de la noche, estaban ocupadas por vecinos del municipio briquero, dispuestos a un reencuentro con las verbenas dos años después del último verano en el que las orquestas pudieron tocar con normalidad en las plazas de los pueblos.
Ya durante los días previos el Ayuntamiento de Cantalejo había organizado otro tipo de actuaciones. Pero la de la noche de este sábado era especial. Era el pistoletazo de salida a los días más esperados por muchos de sus vecinos. Era el comienzo de sus fiestas patronales. Y aunque la verbena no era ni mucho menos igual que las que se podían celebrar hace dos veranos, sí que suponía una dosis de ilusión para que en 2022 la plaza pueda presentar el aspecto de otros años.
Porque durante las verbenas de estos días en Cantalejo no hay corrillos de jóvenes. Tampoco jubilados bailando pasodobles en las primeras canciones de la orquesta. Y aunque el cuerpo pedía a muchos bailar las canciones, la normativa anti-covid era clara: debían permanecer sentados y con la mascarilla puesta en todo momento. Así, trataron de acompañar la música con aplausos o con movimientos de los brazos más o menos acompasados. Y a la una y media la música debía dejar de sonar, para cumplir con las restricciones prorrogadas por la Junta de Castilla y León, como mínimo, hasta finales de agosto.
Los 300 vecinos de Cantalejo que pudieron asistir a la verbena no fueron los únicos que disfrutaron de una noche que tradicionalmente llena el municipio briquero de miles de personas. Las terrazas de los bares estaban repletas y encontrar una mesa libre fue una misión casi imposible. Y eso que el Ayuntamiento de la localidad cortó varias calles para que los establecimientos pudieran disponer de más superficie de vía pública en la que instalar su mobiliario.
Y los que no encontraron sitio en la verbena o en las terrazas también tenían otra alternativa. Así, por las calles de Cantalejo no fue difícil encontrar grupos de jóvenes –algunos de ellos con los trajes de sus peñas, ya que el municipio celebra en estas fechas sus fiestas patronales–, con bolsas cargadas de bebidas en las manos, dispuestos a pasar la noche bien en la calle o bien en algún local.
Pero Cantalejo no fue el único lugar de la provincia con fiestas. Con motivo de la festividad de la Asunción de la Virgen, decenas de pueblos segovianos se llenaron de gente para festejar un día que, aunque con restricciones sanitarias todavía vigentes, sigue siendo uno de los que más gente congrega en el medio rural. Así, durante la noche del sábado y toda la jornada del domingo, los bares de los pueblos –sobre todos sus terrazas– estuvieron llenos y con un gran ambiente desde primera hora de la tarde.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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