El verano agrava el problema del arsénico en el agua de 1.500 segovianos
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Ell notable aumento de la población recorta la capacidad que tienen los municipios para hacer frente al suministro de botellasLa presencia de niveles de arsénico que superan el umbral máximo permitido en la red de abastecimiento de agua ha sido protagonista de la preocupación de al menos cuatro municipios en lo que va de año. Lo que hace años se trataba de una advertencia ... puntual, ahora es un mal endémico que ha afectado este último mes a más de 1.500 segovianos. El problema se agrava con la llegada del verano, debido al notable aumento de la población estacional y a la sequía.
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Este el caso de Juarros de Voltoya y Melque de Cercos, ambos en la campiña segoviana, cuyo suministro se realiza a base de botellas desde hace más de seis meses, según confirma la Diputación de Segovia. Por su parte, Navas de Oro vigila con lupa los últimos análisis de agua extraída de sus perforaciones tras diez días en julio en los que el consumo no fue apto por contaminación por arsénico. Y a ello se suma Grajera, que reza para que los altos niveles de esta sustancia no se repitan después de instalar un filtro en abril que ha permitido recuperar la potabilidad del agua.
El trayecto al almacén municipal o a la plaza del pueblo para recoger un paquete de seis botellas de un litro y medio se ha convertido en el pan de cada día de cientos de vecinos. Todo ello con el consecuente sacrificio que implica tener una cita en la agenda para reponer las provisiones cada semana. En Juarros y Melque no pueden beber directamente del grifo, tampoco pueden usarla para limpiar o hervir los alimentos.
Félix Renedo
Alcalde de Juarros de Voltoya
Este inconveniente no es nuevo en la provincia de Segovia, que arrastra varios episodios de contaminación por este elemento de origen natural que se disuelve, llega a los acuíferos y, en grandes cantidades, es perjudicial para la salud. En los últimos cinco años, ha supuesto un inconveniente para cerca de una veintena de localidades. Algunas ya han puesto en marcha soluciones o están en proceso de hacerlo, como Lastras de Cuéllar, Ochando o Balisa.
En estos pueblos, los bandos que avisaban de que el agua no era apta para el consumo se sucedieron por miles. Los afectados en la actualidad no quieren que la historia se repita. «Es el desastre más grande que tenemos», afirma Félix Renedo, alcalde juarreño.
El primer susto de este municipio que roza los 200 habitantes llegó hace años, pero se consolidó a partir del pasado mes de diciembre. Los umbrales de arsénico superan en tres y hasta seis puntos el máximo permitido de diez miligramos por litro. «Nunca dábamos, pero todo cambió cuando la Unión Europea bajó los baremos», subraya. Esto sucedió hace varios años, ya que antes el límite estaba en 50.
No sabe explicar con certeza el porqué sucede esto. «La sequía persistente hace que tiremos más de los acuíferos y, al bajar de nivel, se produce el arsénico», explica. Esta realidad empeora con el aumento del consumo en la época estival, que se llega a cuadruplicar. Ante ello, planea instalar un contador como paso previo a dar con una solución.
Jesús Tejedor
Alcalde de Melque de Cercos
Este invierno, además, «la situación no se ha arreglado», lo que achaca a las escasas precipitaciones, algo que corrobora el regidor de Melque, Jesús Tejedor. De hecho, se sorprende de que este año el pozo «se ha recuperado» y, contra todo pronóstico, el resultado ha sido nuevamente positivo. «No es un nivel muy exagerado, pero no sabemos qué hacer», determina, a la vez que cifra en un año el tiempo en que sus 60 vecinos llevan sin agua potable. «Somos un pueblo pequeño con un problema muy grande», insiste.
«Estas cosas se nos van de las manos, cada día que el Ayuntamiento tiene que dar botellas de agua cuesta muchísimo», lamenta Renedo. Esta actuación está subvencionada en un 75% por la Junta de Castilla y León y la Diputación de Segovia. Aún así, la localidad cuenta con un gasto fijo de aproximadamente 200 euros a la semana que impide realizar otras inversiones. En Juarros, llegan palés con más de 2.500 botellas cada siete días. Se reparten seis unidades por persona, que dispone de 1,2 litros por jornada. Y esto«no es suficiente», pues no solo es «para beber, sino también para guisar», lamenta Renedo.
Alba Barrio
Alcaldesa de Grajera
Los ayuntamientos hacen un doble e incluso triple esfuerzo con la llegada de veraneantes. «Estamos hablando de miles de euros, es algo que nos perjudica a todos», subraya. Tejedor es consciente de lo que supone esta situación para los habitantes. «La gente intenta llevarlo de la mejor manera posible, pero después de tanto tiempo uno se cansa», señala.
En Grajera, esta pesadilla ya ha acabado, pero su alcaldesa Alba Barrio todavía recuerda la incertidumbre de cada verano. «No es que tuviésemos que repartir agua, es que no sabíamos si íbamos a tener suficiente para hacerlo», aclara. Por suerte, nunca hubo que cortar el suministro.
Son muchas las labores que realiza un alcalde. Sin embargo, el regidor de Juarros de Voltoya, Félix Renedo, nunca habría podido imaginar que una de las primeras tareas que le esperaban nada más llegar al cargo era comparar los precios de agua embotellada. La presencia de arsénico impide que los vecinos beban del grifo. «Ahora me tengo que pelear para buscar el proveedor más barato, el litro ha subido de 25 a 30 céntimos y tengo que intentar mejorar el precio», subraya. «Ojalá esta compra se centralizara para todos los afectados y una entidad pública pudiera comprar directamente a las fábricas», propone.
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