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rafael de rojas
Segovia
Domingo, 17 de diciembre 2017, 13:38
La Morada de la Luz es un alojamiento rural único. Es único en Segovia y único en cualquier parte, porque cada uno de sus detalles e incluso el mismo edificio nacieron de la imaginación y el trabajo de una pareja segoviana: Carmen Martín ( ... 49 años) y Miguel Ángel Muñoz (53 años). Un ejemplo: tiene forma de mandala mezclado con una cruz del sur y está inscrita en un círculo, así que muchos de los que duermen allí acaban pensando que se han alojado en una casa redonda.
Los misterios como éste no son solo una afición para Carmen; se han convertido también en el centro de su vida y su profesión. En su currículo figuran la enseñanza de yoga y meditación y las terapias con mindfulness. «Empecé con el tema de las terapias alternativas a nivel personal –cuenta–. En esa búsqueda para ser una mejor persona hay algo que te tira hacia lo no tradicional, a buscar otras cosas diferentes. Busqué en religiones, en filosofías y en otras formas de vida, porque la que llevaba ya no me servía. En cuanto a las terapias, las he experimentado bien a fondo para luego ponerlas en práctica».
Entre las técnicas que ha ido aprendiendo destaca la kinesiología, las flores de Bach, el quiromasaje o el ayurveda. «He cogido lo esencial de cada una de las cosas que he ido aprendiendo. Estuve 3 años en India y después de practicar la atención plena y la meditación lo quise trabajar a nivel profesional. Yo me considero muy autodidacta, pero hay cosas que he preferido aprenderlas con cursos –explica–. Ahora mismo estoy con uno de programación neurolingüística y con otro de coaching».
Entre sus principales intereses figura el mindfulness. «Ahora parece que está de moda porque el ser humano se ha dado cuenta de que el vacío que siente no se llena solo con alimentos y consumismo, no se va a llenar con cosas. Todo eso te acelera y cuando te paras te sientes mejor. El mindfulness, la atención plena, es ese momento de parada, el vivir el ahora. No se practica solo sentado, se puede vivir en cualquier momento», señala Carmen.
En cuanto a Miguel Ángel, aunque ha ido conociendo las terapias alternativas en paralelo a su mujer, su formación es bien distinta: es aparejador y trabaja en el Ayuntamiento de Segovia. «Toda mi vida la he dedicado a las obras y a la construcción y como hobby tengo las manualidades. Vengo de una familia de carpinteros y es por eso que me gusta tanto trabajar con las manos», relata. El abuelo de Miguel Ángel empezó con una carpintería en un sótano del barrio de San Millán. «Vivía en un bajo y fue levantando la casa hacia arriba a medida que tenía hijos. Mi padre hizo la carpintería más grande y ahora es mi hermano el que continúa con la empresa», dice.
Como lo hiciera su abuelo, este constructor segoviano erigió su propia casa para él y su familia, pero esta vez en Navas de Riofrío. Todo empezó hace 16 años. «Nos surgió la necesidad de irnos a vivir al campo –expone Carmen–. Vivíamos en un apartamento en Segovia y queríamos reconectar con los ritmos de la naturaleza: el amanecer, el atardecer, las estaciones…». «La idea del negocio vino más tarde –tercia Miguel Ángel–. Lo primero que quisimos fue salir de la ciudad para estar más en contacto con la naturaleza. Además, queríamos hacernos nuestra casa y el lugar que elegimos estaba motivado por el espacio. En el campo puedes diseñar de otra manera sin estar limitado por edificios».
Lo que empezó como proyecto personal se convirtió en La Morada de la luz, que, en julio de este año, ha ampliado su público para acoger no solo a grupos que deseen un retiro alternativo, si no a cualquiera que quiera pasar unos días en un lugar muy particular. «Quisimos hacer algo acorde con lo que sentíamos, un punto de luz, un lugar especial donde la gente pudiera venir a encontrarse a sí mismo y con la naturaleza -explica Carmen. Hacerla fue costoso a nivel económico y personal, así que la hemos abierto a todo el público, como familias o grupos de amigos, aunque no es para despedidas de soltero ni cosas así».
«La idea es que siga siendo un lugar para personas alternativas. Es muy especial a nivel energético, con un salón de meditación redondo con alfombra. También está pensado para personas que puedan tener alergias, está hecha con material biológico y ecológico y eso se nota en el ambiente. Hemos procurado evitar el plástico, la madera es de bosque sostenible... Queremos que sea un lugar donde la gente desconecte y mire hacia el interior, esa parte que tenemos un poco olvidada», afirma Carmen.
Miguel Ángel se ha ocupado tanto del diseño como de la ejecución de todos los espacios y muebles de la casa. «Para hacerla empezamos a investigar el tema de la arquitectura sagrada y la filosofía ayurveda. Tiene elementos que yo no conocía que se hubieran aplicado en la construcción. El referente en arquitectura es el feng shui. Esto es parecido, pero por la rama india. Así que fue un descubrimiento y un reto a la vez. Había que diseñar una casa que iba a ser asimétrica por todos los sitios y en cuanto tocabas una cosa se descolocaba todo. Pero cuando empieza a encajar ves que funciona por todos los lados», explica el constructor.
Cada uno de los detalles de la casa tiene un sentido concreto. Así, las ventanas circulares, como claraboyas, se abren para que el aire circule de determinada manera, cada color se corresponde con uno de los cuatro elementos y existe un botón para detener la contaminación energética: lo pulsas y desconectas la energía artificial, wifi incluido.
«La gente se marcha contenta, te dice que lo han disfrutado y que han dormido como hace años. Como aquí nada es habitual, ni la forma, vas sorprendiéndote», razona Miguel Ángel. Carmen asegura que, ahora mismo, su principal público son familias y algunos grupos profesionales. «Pero en la línea que queremos que siga es en la de las actividades alternativas, como un grupo que hemos tenido ahora que venía a una terapia con caballos», dice.
La experiencia con los huéspedes que vienen por el turismo rural también es positiva: «hace poco se nos saltaban las lágrimas con una familia –expone Carmen–. Me decían: tengo que decirte que yo paso de todo esto, pero me he encontrado con una conexión que no esperaba. La casa está rodeada de campo, tenemos una vista increíble a la Mujer muerta y por ambos lados, muy buenos atardeceres y amaneceres. Lo que se encuentran los que vienen es, sobre todo, tranquilidad y paz. Y, a nivel práctico, la casa está totalmente equipada, tiene todas las cosas que te puedas imaginar. Como he vivido aquí, sé lo que se necesita».
Para la pareja, la Morada de la luz es un empeño vital en todos los sentidos e implica a toda la familia, incluso a su hijo de 17 años. «Mi hijo comparte nuestra manera de ver la vida, pero como buen adolescente, tuvo su época de rebeldía. Yo soy vegana y él quería probar carnes e historias. Así que le dije que lo probara, pero en casa no, porque en casa cocino yo. Él no tiene por qué ser una prolongación mía, ha ido probando y ha ido hacia el vegetarianismo, también porque le encantan los animales. Sigue haciendo meditación con nosotros, pero ahora ya no hace yoga, porque no le apetece. Pero yo creo que las cosas que ha aprendido quedan ahí, sobre todo las buenas», razona Carmen.
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