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claudia carraSCAL
Segovia
Lunes, 26 de abril 2021, 08:42
Esther Paredes es de Carrión de los Condes (Palencia), pero vive desde hace casi dos años en Segovia con Jesús, su pareja. Ambos son maestros y se han desplazado por trabajo. Tienen claro que les gustaría regresar a su zona natal, pero son conscientes de ... que estarán en Segovia unos años más, por eso, desde que llegaron tienen en mente adquirir una vivienda. «No nos importaría comprar en Segovia y si conseguimos irnos la alquilamos, lo que no queremos es seguir pagando un alquiler porque sentimos que estamos tirando el dinero», expone Esther.
A pesar de revisar con frecuencia las diferentes web y aplicaciones destinadas a la compraventa inmobiliaria, indica que la oferta es reducida y varía poco. Eso sí, tiene claro que una hipoteca sería mejor inversión que un alquiler, ya que ahora pagan 600 euros al mes por un piso que no está del todo reformado y, según sus cálculos, la hipoteca podría salirles por algo menos de 500. «Es frustrante porque sale más barato y que sería algo propio, pero para un piso de 100.000 euros hay que tener 30.000 ahorrados y es mucho dinero», aclara.
A sus 30 años se considera una afortunada porque tanto ella como su pareja tienen una plaza fija en la administración. Además, en caso de que lo necesitaran sus padres podrían ayudarles a comprar esa primera vivienda, pero «esa no es la cuestión porque es muy triste que gente independiente y que no somos mileuristas no podamos plantearnos comprar una casa sin ayuda», insiste.
En su opinión, la única forma de superar el «gran banzo» que supone el coste de la entrada sería a través de subvenciones porque «los préstamos no son una solución». Al respecto, señala que no sería viable devolver un préstamo a la vez que afrontas una hipoteca porque «acabas ahogado y no tiene sentido». En la misma línea, defiende que comprar una casa no puede suponer hipotecar toda una vida.
En una situación similar se encuentra Marta Martín, profesora en Carbonero el Mayor, que junto a su marido lleva dos años buscado un hogar propio. «Estamos alquilados y es cierto que no nos sale muy caro porque es de los padres de mi marido, pero aún así es una pérdida de dinero y queremos dar el paso de invertir en algo nuestro», asevera.
Cuando comenzó la crisis del coronavirus pensaron que los precios bajarían y que sería un buen momento para comprar, pero «no ha sido así para nada y en algunas zonas como Carrascalejo o La Lastrilla los chalets han subido». Hasta el punto de que considera que esta crisis sanitaria está abriendo todavía más la brecha existente entre los ricos y la clase media porque «los tipos de interés están muy bajos y es un buen momento para invertir en vivienda, pero solo se lo puede permitir la gente con mayor capacidad económica», lamenta.
En el proceso de búsqueda mantienen abiertas las máximas opciones posibles y barajan desde un piso céntrico en Segovia capital hasta una casa a las afueras. Sus condiciones son que tenga tres dormitorios y que al menos cuente con una terraza, una condición que «ya era importante antes de la pandemia, pero ahora la considero imprescindible», recalca.
La pareja cuenta con un colchón para pagar la entrada, pero reconoce que las cuentas no salen si de primeras tienen que abonar cerca de 50.000 euros. «Es una barbaridad y si te lo gastas en un alquiler es muy difícil ahorrarlo», y eso a pesar de que ambos trabajan y en el caso de Marta con 32 años lleva nueve con empleo. «Tampoco nos consideramos derrochadores. Hacemos lo que cualquier pareja joven, salir a comer o cenar algún día y algún viaje, nada fuera de lo normal», subraya.
Para que los jóvenes puedan comprar una vivienda cree que el mercado inmobiliario debería ser mucho más flexible y los menores de 35 años tener ciertas facilidades como préstamos sin intereses para asumir el 20% de entrada más los gastos de compra. Por otra parte, critica la falta de transparencia que se produce en muchos de los anuncios y no entiende que pidan 180.000 o 200.000 euros por «casas normalitas de hace 30 años que te las venden como reformadas y lo único que han hecho es poner electrodomésticos nuevos y pintar puertas y paredes».
Desde Jóvenes de Castilla y León creen que la inestabilidad laboral y el paro juvenil complican que los jóvenes echen raíces. «Si no tienes un trabajo digno tu única opción es emigrar fuera de la comunidad autónoma o del país, lo que te impide dar el paso de comprar una vivienda», apunta el portavoz de la agrupación en materia de vivienda, Pablo Maderuelo.
El precio y las condiciones de acceso tampoco facilitan esta decisión, sin embargo, las barreras son todavía mayores en las zonas rurales debido al déficit de viviendas tanto para el alquiler como para la compra. «No es que no las haya, pero la mayoría están cerradas o abandonadas porque responden a herencias familiares y no se quieren deshacer de ellas o no se ponen de acuerdo para darlas una salida. Esto genera una escasez de oferta que no ayuda a que los precios sean asequibles», puntualiza. Además, en la proximidad a Madrid de determinadas provincias como Segovia o Ávila hace que se vean más afectadas por esta escasez y encarecimiento.
Maderuelo advierte que lo que puede parecer tan solo un problema relacionado con la vivienda es algo mucho más serio, ya que deriva en una cuestión demográfica. «Estas carencias en el sistema obligan a los jóvenes a emanciparse a una edad más avanzada y por tanto a emprender su proyecto vital más tarde y a posponer la decisión de tener hijos, por lo que los tienen más tarde y menos».
Para dar respuesta a esta realidad la agrupación ha presentado una serie de propuestas a la Ley de Dinamización Demográfica de la Junta de Castilla y León. En primer lugar, piden un impulso al alquiler con medidas fiscales para que salgan al mercado aquellas viviendas cerradas, así como la construcción de vivienda nueva en alquiler en zonas rurales para menores de 35 años. Por otra parte, creen que la solución podría estar en el apoyo al sector de las viviendas prefabricadas para que estas empresas se asienten en Castilla y León y se empiecen a fomentar este tipo de casas más sostenibles y contribuyen a mejorar la economía circular.
Por último, asegura que se deberían exportar aquellas acciones que están poniendo en marcha algunos ayuntamientos y que dan resultados, como es el caso de Pizarral (Salamanca), que abrió en la web municipal un banco de viviendas para dar visibilidad a la oferta del pueblo. «Pocos meses después se habían vendido dos tercios de las viviendas publicadas y han seguido promocionando nuevos solares, establos y viviendas», matiza.
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