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La ONG Greenpeace publicó el pasado abril el informe 'Habla Rural: El papel clave de la España rural frente a la emergencia climática y la pérdida de biodiversidad', cuya principal tesis es precisamente esa: que el medio rural resulta «imprescindible» para solventar la crisis ecológica ... actual.
Según este estudio, tras el «drástico» éxodo rural del último siglo, sólo el 16% de la población española continúa viviendo en ese 85% del territorio conocido como España vaciada, de la que, como subraya la propia autora, «depende la supervivencia de toda nuestra población». Sin embargo, esos pequeños municipios rurales contribuyen un 34% menos al cambio climático y un 40% más a la conservación de la biodiversidad (20 veces más en valores absolutos) que las grandes urbes. «Hay que asegurar recursos económicos destinados al acceso a los servicios esenciales, la creación de empleo y la calidad de vida en el medio rural, para evitar la pérdida de población y fortalecerla», sostiene el documento, que indica que dicha población de las zonas rurales es «clave para el mantenimiento de los servicios ecosistémicos».
Este trabajo ha analizado el uso del suelo a lo largo de todo el territorio español y sus municipios (tanto urbanos como rurales) con el fin de observar cómo afectan estos a la conservación de la biodiversidad y al cambio climático. De entre los municipios segovianos con más 1.000 habitantes, son Trescasas, Torrecaballeros y el Real Sitio de San Ildefonso los que cuentan con una mayor superficie dedicada a la conservación de la biodiversidad y menos contribuyen a la emisión de gases de efecto invernadero (GEI).
La explicación podría pasar por el entorno en el que se sitúan, pero también las actividades económicas que se desarrollan en cada localidad y las políticas medioambientales que se llevan a cabo ayudan a conservar o a degradar los ecosistemas. Trescasas, el pueblo segoviano que mejor preserva la biodiversidad (lo hace en un 98,27% de su territorio), pertenece a los parques Nacional y Natural de la Sierra de Guadarrama, un lugar «privilegiado», según Borja Lavandera, alcalde del municipio. Lavandera cree que esta puede ser una de la razones de los buenos datos del informe, aunque asevera que también han contribuido las políticas «encaminadas a minimizar el impacto ambiental». Entre ellas, el alcalde menciona las relacionadas con el cuidado de las zonas verdes o la gestión de residuos: el Ayuntamiento está realizando una campaña piloto de compostaje y ha habilitado un punto verde para el tratamiento de residuos vegetales. Aparte de la embotelladora de Bezoya, que es su única industria, subraya que el municipio cuenta con algunas reses de ganado vacuno en régimen de ganadería extensiva, lo que «no genera una gran huella ambiental».
Apenas cinco kilómetros más al norte se ubica Torrecaballeros, un pueblo dedicado principalmente al sector servicios que preserva la biodiversidad en el 97,92% de su territorio y agrava el cambio climático en poco más del 2%. Para el Consistorio, la protección del medioambiente es una «prioridad» y por ello los últimos años han impulsado numerosas acciones en esta línea. La mejora de zonas verdes, la limpieza de caminos o los proyectos de restauración de pozas que están en marcha actualmente son prueba de ello, sin olvidar las charlas divulgativas y los talleres infantiles sobre la preservación de la naturaleza que organizan cada año, según declara el alcalde, Rubén García. «Desde las administraciones públicas tenemos que potenciar, valorar y conservar el entorno. Y para ello, hay que conocerlo y quererlo. Si no lo conoces, difícilmente te vas a sentir implicado en su conservación», señala.
En la misma línea se expresa el regidor del Real Sitio de San Ildefonso, Samuel Alonso, quien achaca los resultados del informe (conserva la biodiversidad en un 93,26% del territorio) al comportamiento de los vecinos. «Que en estos momentos estemos donde estamos es fruto del trabajo de muchos años de una sociedad involucrada con el medioambiente y el desarrollo sostenible», declara. Hace unas semanas, el municipio recibió el premio de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) a la mejor iniciativa de recuperación de la biodiversidad urbana. El plan, elaborado por el Ayuntamiento en 2016 y 2017, busca la rehabilitación de edificaciones para proteger la fauna de la zona, la eliminación de pesticidas en el arbolado urbano o la colocación de hoteles de insectos y cajas nido. «Hemos interiorizado que todo lo que se desarrolla en nuestro municipio lleva implícito de una manera clara el respeto al medioambiente», manifiesta.
En el lado contrario de la balanza, se encuentran algunos municipios que, lejos de frenar la emergencia climática, contribuyen notablemente a agravarla, según los datos de Greenpeace. Son, por ejemplo, las localidades de Cantimpalos y Hontanares de Eresma, donde predominan las actividades emisoras de gases de efecto invernadero en un 96,72% y en 94,67% del total de sus superficies, respectivamente. En el caso de Cantimpalos, su motor económico se centra en la ganadería, la agricultura de cereal y la industria chacinera, sobre todo, de secado de jamones y fabricación de morcillas y chorizos. Su alcalde, Amador Álvarez, se muestra «sorprendido» ante estos análisis aunque reconoce que no hay ninguna medida en marcha contra la emergencia climática. Asimismo, declara que no sabe «hasta qué punto pueden ser perjudiciales» estas actividades.
La asociación Segovia por el Clima se muestra contundente en este sentido. Su presidenta, Estrella Michel, argumenta que la ganadería intensiva «hace que se pierda muchísima biodiversidad y genera problemas medioambientales» e insiste en que Segovia cuenta con problemas «muy importantes» de calidad de las aguas, asociados a los residuos que generan las múltiples explotaciones ganaderas repartidas por la provincia. Critica también que la agricultura intensiva sobreexplota los suelos y, en algunas ocasiones, estos «pierden su capacidad de absorber CO2», uno de los gases de efecto invernadero que más contribuyen al calentamiento global.
Frente a estas prácticas, el colectivo reivindica la vuelta a lo tradicional para combatir la emergencia climática. Michel sostiene que la ganadería extensiva y el pastoreo son técnicas tradicionales que «favorecen la biodiversidad y la gestión del paisaje» y defiende que la agroecología sí permite a los suelos «hacer su función» como sumideros de CO2, algo que «hace mucha falta en estos momentos». «Si la gente se va de los pueblos, perdemos estas tradiciones y estas técnicas que son respetuosas con el medioambiente», lamenta. Además, cree que el consumo de productos locales es «muy importante» para evitar la contaminación y el gasto que supone el transporte.
Según la presidenta de Segovia por el clima y como se pone de manifiesto en el informe de Greenpeace, existe una tremenda biodiversidad asociada a los modos de vida tradicional. Sin embargo, el 66% de las razas ganaderas y un 42% de las variedades vegetales españolas están amenazadas de extinción. En los últimos 40 años se han abandonado más de cuatro millones de hectáreas de tierras de cultivo y se han perdido más de dos millones de explotaciones ganaderas.
Estos datos se vuelven aún más relevantes al constatar que España es el país que alberga más biodiversidad de toda Europa: Greenpeace apunta que hay en España más de 85.000 especies que constituyen más del 50% de las especies animales del continente. Pero, a su vez, nuestro país es el que cuenta en Europa con más especies amenazadas (42% de las especies vegetales y 66% de las especies ganaderas autóctonas).
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