Torredondo sigue esperando su turno

Nos vamos quedando los últimos en todo. Comprendo que hay que priorizar aquellos lugares donde vive más gente, pero no por ello deberíamos ser siempre los últimos… alguna vez nos tendrá que tocar». Este es el lamento de Noemí Martín, la presidenta de la Asociación de Vecinos de Torredondo, uno de los barrios incorporados de Segovia.

Ubicado a unos cinco kilómetros de la capital –diez por carretera– está situado al lado del Centro Penitenciario de Segovia y en él residen entre cincuenta y sesenta personas, aunque solo hay algo más de cuarenta censadas. La media de edad se sitúa entre los cuarenta y los cincuenta años, así que es un barrio bastante joven que se identifica como de clase media.

«Aquí no hay nada. Todo el mundo trabaja en Segovia, excepto los agricultores. Hacemos vida aquí porque tenemos mucha unión entre los vecinos, pero para hacer no tenemos nada». Con 'nada' se refiere a que no hay lugares de encuentro como bares o un centro cívico. Tan solo una zona recreativa que han «apañado» los propios vecinos para poder juntarse. A cambio de muchas carencias, los vecinos de Torredondo viven con la tranquilidad que les da el campo y el contacto con la naturaleza, de la que disfrutan a través de sencillos planes como dar un paseo para coger caracoles.

La asociación comparte la reivindicación de otros barrios incorporados, que protestan por tener las mismas obligaciones que el resto de barrios de la ciudad como el pago de «altos» impuestos, mientras que no disponen de los mismos servicios. «Si vives en el centro, no te preocupas porque sabes que te lo arreglan. Nosotros, si no avisamos a nadie, nadie sabe lo que pasa», relata esta vecina. «Nos vamos quedando a la cola para todo menos para pagar, ahí sí somos de primera», añade, en referencia a los impuestos que tiene que abonar como el resto de habitantes de la ciudad.

Durante la pandemia, en Torredondo no han tenido que lamentar ningún fallecido, extremo que desde la asociación achacan a que son pocos en el barrio y la media de edad es joven. La crisis sanitaria sí ha agudizado un problema que ya venía de antes: la desconexión de este barrio, que no dispone de línea telefónica fija ni conexión a internet. Los vecinos usan siempre el teléfono móvil para comunicarse y tienen muchísimos problemas de cobertura porque la señal llega desde un repetidor de Madrona que no ofrece ninguna garantía, pues a menudo colapsa o deja de funcionar por las inclemencias del tiempo. Para el acceso a internet, comparten sus datos móviles con el resto de dispositivos, pero esto solo sirve para hacer alguna que otra gestión de forma muy limitada. Desde la irrupción de la pandemia, cuando las videollamadas y el teletrabajo han pasado a formar parte de la rutina de todos, la situación se ha vuelto insostenible. «La gente tenía que sacar el teléfono por la ventana para mandar los deberes de sus hijos», relata la presidenta. «Un día va a pasar algo dentro de una casa y, como no tenemos cobertura, ¿qué hacemos, señales de humo para que venga una ambulancia?», ejemplifica Martín, a quien no deja de sorprenderle decir que «en pleno siglo XXI, en un barrio de Segovia no hay cobertura».

Según su experiencia, las veces que han puesto esta problemática en conocimiento del Ayuntamiento, este ha argumentado que para las compañías de telefonía no es «rentable» porque son muy pocas personas. «No vamos a crecer porque nadie va a venir a un pueblo en el que no se te puedes conectar a internet y, si la gente no viene, nunca va a ser rentable», se queja la representante de los vecinos.

En el Ayuntamiento de Segovia, efectivamente, son «conscientes» de estas necesidades. El concejal de Innovación, Sistemas y Tecnologías de la Información y Administración Digital, Alberto Espinar, ha explicado que la competencia del despliegue de la red de comunicaciones es del Estado, no del Consistorio. Aun así, la administración local ha hecho de intermediario y se ha puesto en contacto con el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital para hacerles conocedores de estas circunstancias. Según recuerda Espinar, la prestación del servicio está liberalizado, por lo que cualquier empresa de telecomunicaciones puede ejercerlo en las condiciones que marca el mercado. Es según estos criterios económicos que un lugar como Torredondo no es interesante para las operadoras, porque hay pocos habitantes y, por lo tanto, pocos clientes potenciales.

Sí existen unas prestaciones mínimas que el Estado garantiza, el llamado servicio universal de comunicaciones. La adjudicataria para ofrecerlo es Telefónica. Según ha informado Espinar, la empresa fue requerida por esta cuestión y sus técnicos acudieron al barrio para realizar una serie de mediciones. Estas dieron como resultado que esos mínimos, que son muy bajos y en la práctica no son funcionales, sí se cumplían.

La presidenta de los vecinos, Noemí Martín, ha matizado sobre este extremo que no hay, ni ha habido nunca, línea telefónica fija en Torredondo y que la única forma que existe en el barrio de tener un número de este tipo es a través de cobertura móvil.

En cualquier caso, este servicio universal no es suficiente para las exigencias actuales de comunicación que tienen los ciudadanos, más aún tras la irrupción de la pandemia, según reconoce el edil y los vecinos bien lo han sufrido en el último año y medio. Por lo tanto, según explica el responsable de este ámbito en el Ayuntamiento, todo indica que el camino por recorrer tiene que ver con el Programa de Extensión de la Banda Ancha de Nueva Generación, suscrito por el Estado y las comunidades autónomas

Con él, se detectan las llamadas «zonas blancas», que no disponen de cobertura de banda ancha de nueva generación y donde no está previsto que las operadoras vayan a instalarlas en los próximos tres años. El Estado subvenciona en un 50 o 60% la actuación para que puedan llevar a cabo una instalación que, de otra forma, habría sido una inversión deficitaria para la compañía. En la última convocatoria fueron seleccionados dentro de este programa una quincena de municipios, y entre ellos los barrios incorporados Fuentemilanos y Madrona. Las expectativas de Torredondo parece que deben limitarse a esperar ser elegidos próximamente dentro de este programa.

Otro de los grandes problemas de Torredondo es que a este barrio no llegan los autobuses: «Si no tienes coche, tienes que coger el taxi y la tarifa no nos respeta que somos barrio incorporado, entonces cuesta 11 o 12 euros ir a Segovia», relata la presidenta de la asociación. «Entre las comunicaciones y el transporte, estamos perdidos», se queja.

En su opinión, si la población del vecindario no es suficiente para poner una línea en exclusiva para ellos, debería haber un servicio aunque sea para todos los barrios incorporados. «Eso e internet daría una vida impresionante al barrio», asegura Noemí Martín.

Sobre el mantenimiento general del barrio, en Torredondo están bastante conformes porque desde hace algunos años han visto cómo se van asfaltando las calles de esta zona de la ciudad. «Falta el urbanizado y asfaltado de algunas calles, hay varias que se van a hacer este año… hemos tardado, porque hacía muchos años que no nos hacían nada, pero ahora poquito a poco, nos van haciendo cosas», relata la portavoz.

Los vecinos de este barrio incorporado no tienen problemas de limpieza de sus calles: «Torredondo no necesita que lo limpien con frecuencia, no necesitamos que vengan a barrer todos los días como en José Zorrilla, pero sí que nos desbrocen», comenta la presidenta. Desde la asociación trasladaron esta carencia que habían experimentado durante los últimos años a la Concejalía de Medio Ambiente, que acogió la demanda y ya se ha encargado de parte de este trabajo, mucho antes de lo que solía hacerlo antes.

Además del transporte y las telecomunicaciones, el barrio de Torredondo tiene dos anhelos por conseguir que mejoraría mucho la calidad de vida de sus vecinos. Uno de ellos es la reforma del Puente del Tesoro: «Llevamos diez años detrás de que nos lo arreglen», comenta la presidenta de vecinos. Lo más cerca que han estado de conseguirlo fue hace dos años, cuando el Ayuntamiento se dispuso a acometer la reforma haciendo uso de los Presupuesto Participativos. «Cuando fueron a hacerlo dio la casualidad de que era competencia de la Junta. Entonces estamos a ver si la Junta puede hacer algo, porque el puente se está cayendo y es el único monumento que tenemos, junto a la iglesia», relata la presidenta de la asociación.

El segundo elemento que piden los vecinos es un centro cívico en el que poder realizar actividades y juntarse más allá de verano y primavera. la asociación presume de tener una comunidad de vecinos muy comprometida. Ejemplo de ello es una zona que han construido entre todos a modo de merendero, con unas mesas y árboles donde pasar el rato: «Los vecinos trabajamos mucho en el barrio; si hay que arreglar algo, se hace entre todos», comenta Noemí Martín.

Por eso considera que podrían sacar muchísimo partido a un centro cívico, sobre todo cuando el tiempo no permite realizar las actividades al aire libre. También podría servir para guardar los materiales de la asociación que poco a poco han ido adquiriendo, como sillas y una carpa para las fiestas, elementos que hasta hoy se reparten por las casas de los vecinos.

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