El Castillo de Coca cuenta cada minuto de luz. Quizás sea el monumento de la provincia en el que más descompensada están la belleza y el tiempo que pasa iluminado. «Lo encendemos en situaciones especiales. El sistema es de hace 20 años, los focos tienen ... una tensión terrible, cuesta un dineral», resume su alcalde, Fernando Aceves, que tiene como prioritario encontrar una subvención para abaratar el coste y poder exhibir su gran reclamo turístico más que las apenas 20 o 25 noches al año actuales: días señalados como Navidad, Año Nuevo, Reyes, los fines de semana de esas fechas, carnaval, Semana Santa, las fiestas de mayo y agosto o eventos como la Noche de la Luna Llena. Unas fechas en las que el pueblo también prende la luz en la Torre de San Nicolás, el Ayuntamiento, la iglesia, la muralla o los caños. Una lucha que comparten muchos municipios modestos con grandes joyas patrimoniales.
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El horario estival de encendido del Castillo de Coca es de 22:30 a 0:30 horas, salvo noches especiales como los fuegos artificiales: el monumento se apaga durante la pirotecnia y vuelve a lucir posteriormente hasta la 1. «Un castillo iluminado en una noche templada de verano… es que se pasa la gente las horas muertas allí sentada». Una estampa que ha servido para defender causas sociales como las luchas contra el cáncer o el ELA a través de los colores temáticos. Aceves pone en valor un atractivo para todo el pueblo. «Hay gente más habituada a la noche, igual que los jóvenes, que se reúnen ahí todos». Y los fines de semana, con todos los alojamientos ocupados.
Por eso el mensaje del alcalde caucense es buscar una línea de subvenciones para exprimir todo el potencial turístico de Coca. «Hay que ir a por ello, lo tengo como primordial en estos tres años que me quedan de mandato». Bajar el coste para encenderlos más tiempo, pues esas dos horas del castillo cuestan «como mínimo» 400 euros. Por eso, en cuanto los vecinos se recogen, cortan la luz sin miramientos. «Tengo la tijera al lado», bromea mientras se lamenta: «¿Por qué no puedo encenderlo todos los fines de semana?».
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Luis Javier González
Turégano lo hace con su castillo, aunque suponga el costo más grande de iluminación municipal de un pueblo que está cambiando su alumbrado público a luces de bajo coste. El horario de encendido es de 22:00 a 0:00 horas de viernes, sábado, domingo y festivos, así como ocasiones especiales: las fiestas, Navidad o Semana Santa. El cálculo de Jesús Bravo, el concejal encargado de los temas de Patrimonio, es de unos 130 días al año, algo más de un tercio, con su red de lámparas frías halógenas del año 2003. «El coste es alto. Y las lámparas LED, que lo hemos visto en algún momento, son muy caras». El Ayuntamiento ha concurrido varias veces sin éxito a una subvención de Turismo de la Junta.
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Un tema de actualidad, porque el pueblo cambió en junio la luminaria de la carretera principal, que atraviesa la plaza. «Está iluminada suficiente, pero de lo que tenía a lo que hay es un bajón considerable. Con las otras lámparas, era excesivo. Te llama la atención el contraste, pero es más que suficiente», subraya Bravo. Sí cree que la plaza ha quedado «un poco pobre de luz» porque su amplitud es mayor. Otra medida que persigue el Ayuntamiento es iluminar la torre de la iglesia, cuya estructura general está suficientemente alumbrada por la propia plaza. Pero la labor es ardua porque ese toque de iluminación directo tiene un coste «bastante importante», pues requeriría poner los focos en tejados particulares. «No creo que tuviéramos problemas para conseguir los permisos, pero lo mismo nos toca retejar alguna. Este pueblo suena mucho, pero tiene demasiadas casas viejas e inhabitables en el centro».
Cuéllar ha resuelto el problema externalizando todo el alumbrado público a través de una empresa externa mediante un contrato con 18 años de validez. Como resultado, el castillo se enciende todos los días, desde la puesta de sol hasta bien entrada la madrugada, un servicio con el que también cuenta su cuidada muralla y otras joyas patrimoniales como sus iglesias. Algo que es posible por el cambio de las luces a formatos energéticos de bajo coste, un incentivo a efectos turísticos. «El alumbrado tiene un papel importante, es poner en valor los recursos municipales. Y todo lo que está apagado es susceptible de vandalismo», analiza su alcalde, Carlos Fraile. «Con las nuevas tecnologías y las cámaras de los teléfonos, cuanto más bonito esté todo, mejor». Porque una buena foto permanece y justifica la visita años después.
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