Borrar
Jorge Onofre, en el estadio Bernabéu. El Norte
Coronavirus Segovia: «Es terrible saber que yo pude contagiar a mi padre»

«Es terrible saber que yo pude contagiar a mi padre»

Catalina recuerda a su padre, el ecuatoriano Jorge Onofre Flores, fallecido en el Hospital de Segovia a los 78 años víctima del coronavirus

Carlos Álvaro

Segovia

Jueves, 12 de noviembre 2020, 07:11

«Venía todos los veranos a vernos y hace casi cuatro años se instaló definitivamente en Segovia, con mi madre y conmigo. Quería estar con su familia. Era un hombre muy cariñoso, muy aferrado a los suyos, muy familiar. Estaba adaptándose a la vida en España, tan diferente de la que tenía allá, en Ecuador, pero lo más importante para él era que estaba con nosotros. Es terrible saber que yo pude contagiárselo. Creo que fui yo quien se lo contagié a los dos, a mi padre y a mi madre, pero, claro, entonces se acababa de declarar la pandemia y no sabes en ese momento... ¡Todos lo desconocíamos! Nos cogió desprevenidos. Pensábamos que era una simple gripe».

No puede evitar Catalina Onofre, de 50 años, sentir una profunda emoción cuando recuerda a su padre, Jorge, y los duros momentos que la familia vivió entre marzo y abril, cuando la covid-19 asestaba su primer golpe. Empleada en la cafetería Los Soportales, en la segoviana avenida del Acueducto, Katty lucha por normalizar su vida. La pandemia ha obligado ahora a cerrar bares y restaurantes, y no puede dejar de sentir incertidumbre y desasosiego, pero nada más amargo que sufrir en carnes propias los rigores de una enfermedad implacable. «Empecé con dolores de cabeza días después que un compañero de trabajo. Coincidió con la declaración del primer estado de alarma y el confinamiento. Como nos mandaron a todos a casa me encerré en mi habitación. Después me subió la fiebre y perdí el sentido del olfato, del gusto... Llamaba al médico, pero no me recetaba nada. Mis padres, que vivían conmigo, tampoco tardaron mucho en enfermar, aunque con síntomas más leves que los míos. Pasé unos días terribles, sin poder dormir, sin saber siquiera si era de noche o de día, si sentía frío o calor. Transcurrió mucho tiempo hasta que me recetaron paracetamol, que a mí me produjo vómitos y diarrea. Y los escalofríos no desaparecían», relata Katty, que lleva veinte años viviendo en España.

«Para entonces, mi padre y mi madre ya tenían fiebre, él más que ella –continúa–. Un día empezó a notar que le faltaba el aire, que no podía respirar, y se lo llevaron al Hospital General en una ambulancia. Nos llamaban y nos daban el parte. Unas veces decían que respondía y otras que estaba peor. Pero no lo volvimos a ver. El día 3 de abril nos dijeron que había fallecido. No recuerdo cuántos días pasó en el Hospital ni cuántos estuvo en la UCI».

Cuando recibieron la fatídica noticia, Catalina y su madre estaban enfermas, recluidas en casa. «Fueron días durísimos. No pudimos hacer nada por él. Se murió solo.... [llora]... Ni siquiera nos despedimos, porque no pudimos ver el cadáver. De todos los trámites se encargó el seguro y mes y medio después recogimos la urna con las cenizas y lo enterramos. Lo echamos mucho de menos. Llevaba muy poco tiempo en Segovia», señala Katty.

Jorge Onofre Flores tenía 78 años en el momento de su muerte. Su esposa fue la que primero dejó Ecuador y se instaló en España, hace veintidós años. Después llegó Catalina y por último él, ya jubilado de su empleo en la banca. Aunque venía todos los veranos, añoraba poder estar junto a su familia. «Estaba adaptándose porque la vida en España es muy diferente. No puedo decir si acá estaba mejor o echaba de menos Ecuador. Él lo que quería era estar con los suyos», dice Katty de su padre, buen aficionado al fútbol e hincha del Real Madrid.

Secuelas

La enfermedad segó la vida de Jorge, pero respetó las de su esposa e hija: «Mi madre, de 77 años, mejoró, aunque todavía tiene secuelas, dolores. Todos los días amanece con un dolor distinto, y estamos tratando de que lo lleve lo mejor posible. Creo que está bajo control. A mí solo me ha quedado un poco de cansancio. A veces noto que me desvanezco, que me fallan las fuerzas. En verano regresé a la cafetería y he trabajado hasta ahora, que han vuelto a cerrar». El único que no se contagió fue el hijo de Katty, que vive con ella y su abuela y tiene 22 años. «Vivíamos los cuatro en la misma casa y no lo cogió. Bueno, igual lo tuvo y lo pasó sin síntomas», puntualiza Catalina, que no puede evitar sentir miedo ante el avance imparable de la segunda ola del coronavirus. Aquellos días en casa, sin saber lo que le pasaba, no se olvidan fácilmente: «Lo que hacemos ahora es protegernos y cuidarnos mucho, todo lo que podemos. A la gente que dice que el virus no existe le digo que sí, que existe, y la persona que no lo ha pasado como yo no sabe lo que es. El único mensaje que puedo enviar es que todos tenemos que tomar conciencia de lo que puede venirnos en cualquier momento. Toda precaución que tomemos es poca. Tenemos que pensar en los demás, en nuestros familiares, porque podemos contagiarlos si no tenemos cuidado. Cuando a mí me pasó, apenas sabíamos nada del virus, desconocíamos el peligro que corríamos. Pero ahora sí lo sabemos y estamos obligados a extremar los cuidados».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla «Es terrible saber que yo pude contagiar a mi padre»