Terapia cultural contra el virus

Aquellos bibliobuses combatieron lo peor del covid con grandes mamparas e itinerarios señalizados en el suelo como si fueran pasillos de hospital. El «trabajo de chinos» que recuerda Martín incluía desinfectar todos los ejemplares. «Ahora que ya la cosa se ha abierto más, están felices. Sobre todo los niños, que ya pueden entrar todos juntos».

En los 35 años que cumple ya el servicio, estas bibliotecarias han conocido generaciones y generaciones de vecinos. «Es una relación muy bonita y de confianza con los lectores. Somos los bibliotecarios del pueblo, nos conoce todo el mundo y somos muy bien recibidos», subraya Martín. Hay bebés que entran al bus en la mochila de su madre y cuando cumplen los tres años se manejan en él como si fuera su casa: libros desde la cuna.

Ese vínculo hace duro de asimilar el fallecimiento de un lector, esos vecinos fieles que dan verdadero sentido a la tarea. «Lo sientes porque forman parte de nuestra vida cotidiana». Martín recuerda a Onésima, una de sus lectoras más queridas. Vivía en Donhierro, un municipio de la Campiña con apenas 91 habitantes. «Era una señora muy culta, que leía muchísimo y que estaba fenomenal para la edad que tenía». Falleció a los 99 años. Era muy aficionada a la novela histórica, lectora habitual de Isabel Allende, Francisco Narla o Santiago Posteguillo. «Estaba muy puesta en las novedades y sus hijos le llevaban muchos libros. Era muy querida y muy respetada». ¿Cuántos libros habrá leído Onésima? Una lectora que bien merecería un libro.