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Teo Pérez, durante una de sus últimas pruebas. El Norte
Teo Pérez, libertad a toda velocidad sobre un par de esquís

Teo Pérez, libertad a toda velocidad sobre un par de esquís

A los 20 años, el sobrino de Manu Pérez Brunicardi se destapa como ganador de la Copa de España y viaja con la selección a Alemania

Sábado, 17 de febrero 2024, 19:13

Teo Pérez (4 de enero de 2004) responde a menudo a la misma pregunta: «¿No te aburres con el esquí de montaña?» Habiendo telesillas, para qué agotarse subiendo. «Es mucho más fácil», reconoce. Pero su elección es una metáfora de su vida: alejarse del camino fácil. «Es arriesgado, pero puedes ir donde tú quieras. Subir y bajar por cualquier pendiente si hay nieve». Lo dice alguien que hace poco se dio un «lechugazo» a 74 kilómetros por hora, que escuchó el crac de una avalancha alpina en la distancia, que traza surcos entre montañas con el respeto que exige la belleza y el peligro. Y lo hace lo suficientemente rápido para ser una de las promesas españolas: tras ganar la general de la Copa de España sub-20, vive este fin de semana en Berchtesgaden (Alemania) su primera Copa del Mundo, el bautismo internacional de alguien que sueña con ser olímpico en 2026.

La herencia deportiva de Teo, sobrino de Manu Pérez Brunicardi, campeón de España de lo que entonces era una disciplina incipiente entre 2002 y 2006, va más allá de las tablas: carreras, escaladas o ciclismo. Con él y su padre, Darío, Teo se estrenó a los 12 años, cuando por fin había esquís de su talla –entonces costaba encontrarlos pequeños– en una cómoda ruta desde Cotos a Peñalara. Alguien que aprendió en las pistas forestales granjeñas, haciendo esquí de fondo, llevando a su primo en el trineo. «Me subía a las piedras desde los cuatro años».

Apenas tenía 14 años cuando compitió en Herradura de Campoo (Rienosa) en su primera carrera de skimo –la abreviatura de esquí de montaña–, a la que se inscribió como absoluto, pues no había categorías, junto a su padre. Cuando abandonó por una rotura fibrilar en el gemelo, el adolescente terminó lo que había empezado, demostrado maneras. Cuando la Federación de Castilla y León creó el Centro de Tecnificación Deportiva de su disciplina, fue un candidato natural. Bajo ese paraguas empezó a competir y fue al Campeonato de España, en Cerler, días antes el confinamiento. «Tuvimos que salir pitando por si nos quedábamos a medio camino».

La pandemia fue un reto para alguien que bebía del monte: bicicleta estática, vídeos de Kilian Jornet y correr por su jardín de Ortigosa del Monte. «Fue raro, pero lo llevé bien. Me tiraba de los pelos pensando que podía salir al Berrocal y no me iba a ver nadie, pero había que quedarse». Una vez relajadas las restricciones fue a su primera concentración en el Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada, su punto de inflexión. «Fue un punto de motivación. Era gene que iba muy fuerte. No solamente vale salir y ya está; hay que entrenar». Aquel invierno fue a sus primeras Copas de España –lleva cuatro temporadas, entonces en categoría sub-18, ahora en sub-20–, que suelen celebrarse allí, en el Pirineo catalán y Pirineo aragonés. «Había ido con los esquís, pero no sabía lo que era competir».

En los siguientes años empezó a pisar nieve antes de la Copa –en octubre, en Tignes (Francia)– porque si no hay manto blanco en la península, hay que buscarlo fuera. Una progresión que le ha llevado a ganar la general de la Copa de España de su categoría –segundo en sprint, segundo en individual y tercero en la vertical–, obteniendo el billete para la Copa del Mundo, junto a otros dos españoles. «El objetivo era hacer podios, pero no contemplaba esto».

Entrenamiento de adolescente de Teo, cargando con su primo en el trineo. El Norte

Un esquiador que apenas junta los días de una semana en toda la temporada de nieve en la sierra de Guadarrama, con el coche listo en cuanto intuye algo blanco en el cielo. «Estoy loco por subir». Aunque a veces toca cuidar el material y no sacarlo hasta que no haya una capa suficiente para proteger al esquí de las piedras. Alguien que ha rozado los cien kilómetros por hora, una sensación que compara con el ciclismo. «A esas velocidades no hay tiempo de reacción, bajas a muerte e intentas salvarlo en el último momento». La alternativa es el roller –una barra de metal con ruedas–, correr por pendientes inclinadas y la bicicleta.

Un esquiador de montaña es como juntar en la misma persona a un maratoniano y a un corredor de 400 metros

Pese al prestigio de su tío, no suelen reconocer su herencia en el circuito. Su generación abrió las puertas para un deporte que será olímpico en los Juegos de Milán. «Lo hemos hablado muchas veces. Yo no comparo. ¿Puedo llegar a su nivel? Es que son deportes distintos». Nombres que han ido sumando como Kilian Jornet o Rémi Bonnet, prodigios como corredores y esquiadores. «Kilian tiene un motor de la leche [su capacidad cardiaca], pero este Rémi a nivel técnico es una barbaridad». Un ejemplo que toma no solo por su talento en ambas disciplinas, sino porque ha conseguido «vivir bien» de ellas, tanto por los premios como por los patrocinios de Red Bull o Salomon. Un esquiador de montaña profesional, algo que dos décadas atrás no se imaginaría Manu, un pionero romántico.

Un esquiador de montaña es como juntar en la misma persona a un maratoniano y a un corredor de 400 metros. «Se está creando una especialización por los Juegos, pero hay pruebas de dos horas, de 40 minutos y de tres. Y en Copa de España puntúan todas, así que tienes que entrenar todo». El decatleta de la nieve. Su ideal, subir como Rémi –tiene el récord mundial en kilómetro vertical– y bajar como Roberto Antonelli. «Si ves sus vídeos, eso sí que da miedo».

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